En San Carlos, Maldonado, hay niños y niñas que no podrían formar parte de un equipo de fútbol de no ser por Federico Núñez y Romina Torres, una pareja que decidió abrir una escuelita gratuita e inclusiva donde no solo practican deporte, sino que brindan meriendas, paseos y un espacio de integración y amistad. Núñez, de 51 años, y Torres, de 38, trabajan en esto de forma honoraria desde 2017 y quieren seguir creciendo para llegar a más chicos y mostrar que el fútbol puede ser una “herramienta de convivencia”.
Estuvieron vinculados al baby fútbol durante años; primero como padres, luego como colaboradores y más adelante dirigiendo. Un día, les tocó estar al frente de una categoría que competía. “Eran 24 niños de ocho años y teníamos que fichar 18, así que el sistema nos obligó a dejar seis chicos afuera. Siendo sincero, lloraban ellos y llorábamos nosotros”, recordó Núñez. Y añadió: “La exigencia y la competencia de los clubes llevan a eso: a dejar afuera al niño con discapacidad, al gordito, al que no juega y le pega con la rodilla…”.
Ese día decidieron dejar de dirigir en clubes y formar una escuelita que absorbiera a todos esos chicos que el sistema excluía. Así nació el Proyecto Salud y Deporte, abierto a niños y niñas de 4 a 14 años. Núñez habló con El País acerca de la iniciativa, sus logros y metas.
— ¿Cuántos niños asisten?
— Varía mucho. Un día van 20, otro 50… La asistencia crece cuando hacemos actividades especiales, por ejemplo, por el Día de la Niñez o Navidad. Y sí, muchos son niños que, si no juegan acá, no podrían hacerlo en otro lado, pero también vienen chicos que juegan muy bien a los que les hemos inculcado la práctica del fútbol como una diversión. No es una escuelita para niños en situación de discapacidad; es un proyecto abierto para todos.

— Y los chicos que llegan a ustedes, ¿por qué vienen? ¿Qué dicen las familias?
— No es algo que nos interese. Las puertas de nuestra escuelita están abiertas para todos y es un tema secundario el por qué un niño o una niña viene porque eso ya marcaría una diferencia. Evidentemente, con el tiempo nos interiorizamos más en el contexto de cada uno; muchos, incluso, tienen situaciones de vida precarias y nos llaman y nos dicen: ‘Fede, Romi, llegué a casa y no tengo nada para merendar’. Y ahí nos movemos para darles una mano.
— ¿Por qué es importante para ustedes dedicarse a esta causa?
— No hay cosa más linda que caminar por la calle y que un pibe de 14, 15 o 16 años se acerque y salude porque se acuerda de uno y de todos los momentos felices que vivió en la escuelita. Se me pone la piel de gallina… Para nosotros, no hay nada mejor que ocupar nuestro tiempo en esas caritas felices y en verlos correr atrás de una pelota o charlar con otros niños dentro y fuera de Uruguay. Esos momentos son invaluables. Y muchos chicos precisan el amor de familia que les damos.

— ¿Jugaron fuera de Uruguay?
— Sí. En el Estadio Monumental, en Buenos Aires… Tuvimos la posibilidad de llevar a un niño de diez años, domador de caballo, cero fútbol, escuela, campaña y más nada, a jugar allí contra River Plate. Los ojos de ese chico… Fue una cosa impresionante. También fuimos al Mundial de Baby Fútbol en Porto Alegre, Brasil, invitados como proyecto social, y jugamos contra la Juventus de Italia —que en ese momento estaba el hijo de Cristiano Ronaldo—, el FC Barcelona, Palmeiras, clubes de Europa, de África… Esa fue la única vez que competimos; tuvimos que salirnos de nuestro formato, pero no podíamos perder la oportunidad de que los niños tuvieran esa experiencia. El resultado no importaba. Nuestro golero era un niño obeso que quería jugar en el arco; ese era su lugar, y jugó. Incluso fue hasta el centro porque le había dicho que no perdiera la oportunidad de jugar en la cancha. Había partidos que perdíamos 14 a 0, pero ellos salían locos de la vida e iban corriendo a los juegos de agua, a ver otros partidos, a tratar de hablar en otro idioma… Y siempre hicimos todo a pulmón. Logramos viajar a Argentina y a Brasil sin sacar un centavo de nuestro bolsillo; trabajando junto a otros padres, vendiendo canelones, haciendo pizzetas, criollas.
— Es mucho más que fútbol, ¿no?
— Claro. Hace un par de semanas compartimos una tarde con una escuelita de fútbol en Aiguá que funciona igual que nosotros. Llevamos hamburguesas, cordero, ellos pusieron refrescos… Y paseamos por las Grutas de Salamanca, algo que el 99 % de los chicos no conocía. Además, hemos tenido encuentros en La Paloma y hemos paseado por sus playas, y hemos ido a Montevideo e ido hasta el Estadio Centenario. Antes, la AUF nos proveía ingresos para ver partidos de Uruguay, pero las últimas dos o tres veces que los hemos solicitado, no hemos obtenido respuesta.
También nos han visitado clubes de otros países. Desde hace tres años que viene una escuelita de Guatemala; la primera vez fue por casualidad, por amigos en común y porque querían conocer Punta del Este. Jugaron, compartieron unas hamburguesas con nosotros y vivieron un día de integración y amistad. Y siguieron viniendo año tras año porque —dicen— es donde se sintieron mejor recibidos. No somos como otros clubes con ese sistema frío en el que llegamos a la cancha, jugamos al fútbol y nos vamos. No; acá charlamos, jugamos, comemos y hacemos otras actividades. Eso es lo más importante para nosotros porque queremos mostrar que el fútbol puede ser una herramienta de convivencia.

Cómo ayudar a la escuelita gratuita e inclusiva
La escuelita de Núñez y Torres funciona los lunes, miércoles y viernes a partir de las 18 horas en la cancha de la Policlínica Barrio Sur en San Carlos, Maldonado. Los paseos los hacen los fines de semana. Agradecen especialmente cualquier aporte de alimentos no perecederos para las meriendas que brindan a los chicos.
Una de las metas de los impulsores de este proyecto es contar con un espacio para merendar tranquilos y resguardados del frío en invierno. “Que no coman sentados en el pasto; que puedan tener una mesa y bancos”, indicó Núñez. Por último, contó que hasta antes de la pandemia el proyecto también funcionaba en Pueblo Edén y Pueblo Garzón, pero que luego no pudieron continuar y hoy quieren volver a llevar la escuelita a otras localidades. Con el fin de buscar apoyo, presentaron el proyecto a los candidatos a las elecciones departamentales.