Érase una vez, en una tierra no tan lejana, un lago de aguas de intenso azul cristalino. A su orilla, viviendas de madera y piedra, calles que suben y bajan, y chocolate en todas sus formas: bombones, tabletas, bebidas calientes. Podría ser el inicio de un cuento de hadas, pero de fantasía no tiene nada. Se trata de San Carlos de Bariloche, una ciudad ubicada dentro del parque nacional Nahuel Huapi, en la provincia de Río Negro, Argentina.
Nahuel Huapi es el nombre del parque nacional y también del lago que lo recorre, pero primero fue el nombre de una isla. Significa —en mapudungun, el idioma de los mapuches— ‘isla del jaguar’ y hace referencia a la actual isla Victoria, la más grande del lago. A lo lejos, en una imagen que parece pintada, están los picos nevados, que posan como diciendo: Bienvenido a la Patagonia argentina.
Bariloche fue declarada capital nacional del turismo de aventura y del chocolate. Se conoce como un destino ideal para los amantes de los deportes de nieve; y sí, lo es, pero también es hogar de senderos naturales, playas escondidas, cerros para hacer ciclismo de montaña y una gastronomía que oscila entre lo tradicional y lo creativo, entre otras cosas.
Por eso, ahora que la primavera está a la vuelta de la esquina, esta ciudad es una opción para pasear y descansar acompañado de bellezas naturales. Y siempre vienen bien algunos consejos sobre qué hacer, dónde comer y cómo aprovechar la experiencia al máximo.
Conocer la ciudad
Un buen punto de partida es el Centro Cívico. Inaugurado en 1940, fue construido por el arquitecto Ernesto de Estrada con madera de ciprés, alerce y piedra toba extraída del cerro Carbón. La plaza es sede de eventos culturales y sociales, como la Fiesta Nacional de la Nieve en invierno y la Fiesta Nacional del Chocolate en Semana Santa.
Allí está el Museo de la Patagonia, con exhibiciones de ciencias naturales y antropología cultural de la región. A la salida, es posible bajar hacia la Avenida 12 de octubre —algo así como la “Rambla” de la ciudad—, tomarse fotos con las letras que forman la palabra ‘Bariloche’ y disfrutar de la vista (¡muy recomendable quedarse hasta el atardecer para ver la caída del sol!).
Una de las calles que dan al Centro Cívico es Mitre, la primera calle asfaltada de la ciudad. Allí está la mayoría de los comercios: chocolaterías, locales de artesanías, restaurantes, librerías, agencias de turismo y más. En zona también está la Catedral Nuestra Señora del Nahuel Huapi, del arquitecto Alejandro Bustillo, que sorprende con su estilo neogótico, sus grandes muros y su enorme cúpula decorada.
Entre cerros, confiterías y toboganes
La magia de Bariloche está en sus cerros. El más alto es el Tronador, con 3.554 metros sobre el nivel del mar. Se encuentra en la zona sur de la cordillera de los Andes, en la frontera entre Argentina y Chile, y separa dos parques nacionales: el argentino Nahuel Huapi y el chileno Vicente Pérez Rosales.
Otro cerro es el Campanario, reconocido por las vistas impactantes que ofrece desde su cumbre. Tiene miradores desde donde se ven los lagos Nahuel Huapi y Moreno, la laguna El Trébol, la península San Pedro, la isla Victoria, los cerros Otto, López, Goye, Bellavista, Catedral y Capilla, el hotel Llao Llao y las arboledas de Colonia Suiza. También hay una confitería ideal para apreciar el paisaje con un rico chocolate caliente.
Este cerro suele incluirse dentro de la clásica excursión del Circuito Chico, pero también se puede ir por cuenta propia. El ascenso puede realizarse en aerosillas o caminando por un sendero que atraviesa el bosque y la cumbre está a unos 1.050 metros sobre el nivel del mar.
También está el Cerro Otto, hogar de la única confitería giratoria de Argentina. Con una estructura vidriada, gira en un radio de 360° y permite observar el paisaje mientras se disfruta de un chocolate caliente (¡sí, acá también!) y comida regional. La vista es imponente: hacia el norte se divisa la ciudad de Bariloche y el lago Nahuel Huapi; hacia el este, los cerros Leones y Villegas, y parte de la estepa patagónica; al sur, el lago Gutiérrez y otros cerros cercanos; y hacia el oeste, el cerro Catedral, el lago Moreno y la cordillera de los Andes.
La cima está a 1.405 metros sobre el nivel del mar y puede accederse mediante un teleférico (ubicado a 5 kilómetros del centro de la ciudad y que no funciona en días ventosos) o caminando, atravesando un sendero interpretativo con carteles que indican cuáles son las especies vegetales que aparecen por el camino. Para evitar sorpresas, es importante saber que, una vez arriba, hay que pagar un ticket que permite el acceso a la confitería giratoria, una galería de arte, un laberinto y decks panorámicos, entre otras actividades que conforman el Complejo Turístico Teleférico Cerro Otto.
Uno de los cerros más visitados es el Catedral, el centro de esquí más grande del hemisferio sur. Está abierto todo el año y cuenta con 32 medios de elevación (entre aerosillas, telecabinas y medios de arrastre). En caso de buscar una experiencia diferente, La Cueva ofrece travesías en motos de nieve o cuatriciclos con una propuesta gastronómica de calidad: se atraviesan bosques de lengas hasta el living del restaurante, a 1.400 metros de altura, emplazado dentro de una gran roca.
Además, a solo diez cuadras del Centro Cívico, está el Cerro Runge, parque que ofrece diversión para toda la familia. Se asciende en aerosillas que llevan hasta una confitería con un mirador orientado hacia el lago Nahuel Huapi, y el descenso puede ser en aerosillas, a pie o —¡lo mejor!— utilizando un tobogán gigante que llega hasta la base. Luego de la emocionante bajada, puede visitarse el Museo del Chocolate de Havanna, que está justo al lado y tiene visitas guiadas, tienda de regalos y cafetería.
Otros paseos recomendados son el Camino de los Siete Lagos (puede hacerse en vehículo propio o contratando el tour con una agencia de turismo) y el Refugio Neumeyer, que tiene caminatas con raquetas, trekking a una laguna congelada y paseos por siete senderos en el Valle del Challhuaco.
Sabor a vacaciones
En el centro de Bariloche —sobre todo en calle Mitre— hay, al menos, una chocolatería por cuadra. Están las más famosas, como Mamuschka y Rapa Nui, pero también es una buena idea animarse a probar otras más pequeñas, que generalmente sorprenden con sus sabores, como Chocolates Tronador, ubicada bien cerca del Centro Cívico.
También abundan las tiendas de queso y se come mucho fondue. Un restaurante encantador especializado en fondue de queso y otras entradas suizas es La Marmite. Y si hablamos de pastas, hay que mencionar a Botticelli, que ofrece platos italianos de autor; entre ellos, una degustación de pastas con cinco variedades entre las que se encuentran sabores como la trucha, el cordero y el ciervo.
Las vistas de Bariloche son sin igual, y hay varios restaurantes en los que pueden apreciarse esos paisajes maravillosos. Uno es Kilometro Uno Resto, a orillas del lago Nahuel Huapi, y otro es Stag, el resto de Charming Bariloche, más alejado del centro. Este último también cuenta con una casa del árbol —Little Stag— que abre para la hora del té y la cena.