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Noelia Martínez se perfeccionó en el uso del fieltro en forma autodidacta y creó Arbusta Textil y luego Arbustita enfocada en niños. Con ambas ganó reconocimientos en el Premio Nacional de Artesanía.
El médico ya hacía tiempo que se lo venía diciendo: “Empezá a hacer otras cosas, algo que realmente disfrutes”. Por ese entonces Noelia Martínez (40 años) estudiaba Medicina, trabajaba como encargada de la Sala Teatro del Movie y criaba a su hija.
La carrera la tenía bastante avanzada, pero no se sentía cómoda con algunos aspectos que tenían que ver con el trato con el paciente y con los colegas. “Yo no me imaginaba toda la vida en esos roces y en esa jerarquía tan estricta que tiene la Medicina por adentro”, apunta.
Justo por esa época hizo un viaje a España que cambiaría todo. “En una feria conocí el fieltro, que nunca antes había visto. Volví a Montevideo y no encontré a nadie que lo enseñara. Entonces empecé a mirar tutoriales hablados en ruso, me ponía el subtitulado en inglés y probaba. Fue muy autodidacta”, recuerda.
Noelia ya tenía cierta base de conocimientos del mundo textil. Su abuela había sido sastre y todas las mujeres de su familia tejían y sabían bordar gracias a que habían ido a un colegio de monjas. Por el lado de los hombres estaba el oficio de zapatero, presente en su bisabuelo materno, su abuelo paterno –que puso una zapatería cuando vino de España– y su padre.

“Mi mamá era odontóloga, pero tejer a dos agujas y el crochet fueron sus hobbies siempre. Entonces en mi casa todo el tiempo había lana y retazos y yo aprendí de chiquita todas las técnicas que tenían que ver con la lana. Pero siempre había sido un hobby”, aclara.
Lo que fue encontrando en Internet le sirvió para ir ganando confianza hasta que un día comenzó a hacer cosas para ella. Aparecieron las primeras carteras y los cuencos y, sin buscarlo, las reacciones de su entorno. “¡Quiero uno!”, “haceme esto, pero en este color”, le decían sus amigos y conocidos.

“Realmente me apasioné, estaba todo el día con la cabeza en la lana y el fieltro. Pasa que tengo un lado un poquito obsesivo”, confiesa a las risas.
Aún mantenía su trabajo en el Movie, hasta que apareció un amigo que le ofreció gestionar un CAIF sabiendo que ella había hecho unos años de la carrera de psicomotricista y trabajado un tiempo en centros sociales durante la crisis de 2002.
“Me fui a trabajar al CAIF, pero el fieltro seguía al lado y creciendo, a tal punto que en 2017 me presenté al Premio Nacional de Artesanía, pero solo porque quería que me dieran una devolución sobre lo que hacía”, cuenta.

Participó en la categoría Pieza Única con un bolso de fieltro y obtuvo el tercer premio. Eso hizo que se replanteara las cosas porque ya no era gente común y corriente la que elogiaba sus creaciones, eran personas calificadas. Igual le costó convencerse y por un tiempo lo atribuyó a la casualidad o a que no habían participado muchos artesanos.
Cuando le cayó la ficha definitivamente le anunció a su amigo que dejaba el CAIF para dedicarse por completo a su nueva pasión, con la que sentía que era ella misma. Ese mismo año hizo un workshop con la reconocida fieltrista estadounidense Lisa Klakulak, que se dio la casualidad que venía al Uruguay. “Era lo que me faltaba para sentar las bases para sentirme totalmente segura con la técnica. Me encontré con una persona con un enfoque distinto, muy científico, y sumamente cariñosa. Fue una experiencia divina”, destaca.

Así nació en redes Arbusta Textil, que casi enseguida logró entrar en la tienda del Mirador de la Intendencia de Montevideo, lugar en el que se mantiene hasta hoy como uno de sus puntos de venta.
El tiempo le daría la razón y el Premio Nacional de Artesanía también ya que al año siguiente consiguió una mención honorífica por un cuenco texturado, en 2020 un segundo lugar por un collar y una mención por un poncho y boina y el año pasado el tercer premio en la categoría Producción por unos títeres de dedos autóctonos y dragón.
También ha sumado la técnica del ecoprint, que perfeccionó realizando un curso en Buenos Aires con Luciana Marrone, una referente en la materia en América Latina. “Aprendí las bases con ella y después he investigado muchísimo, viendo libros en italiano del medioevo, manuales de tinta para buscarle la vuelta, buscando colores y nuevas formas de imprimir y nuevos ingredientes”, dice entusiasmada.
El próximo paso será incursionar en la joyería en fieltro sin abandonar los cuencos, que son su pasión. “Podría estar todo el día haciendo cuencos”, confiesa aunque es consciente de que se trata de un producto más valorado por el público extranjero. “El uruguayo lo ve, te dice que le gusta, pero no lo compra tanto. Si me pongo a pensar, todos los cuencos que he hecho están distribuidos por el mundo”, apunta y aprovecha para anunciar que la Feria de Berlín es un debe que la pandemia truncó, pero que no deja de estar en el horizonte.

Títeres de fauna autóctona y dragones
Hacía tiempo que Noelia quería hacer cosas para niños, un público con el que trabajó mucho como encargada de un CAIF. “Me gusta mucho trabajar con niños”, comenta.
La oportunidad para hacerlo se la dio nada menos que la pandemia del covid-19. ¿Por qué? Porque en 2020 consiguió entrar a la feria Ideas+, el tema es que sus productos eran más aptos para los turistas. Por un lado estaban los abrigos de fieltro que, dado que la feria se realiza en diciembre, solo se los podrían comprar quien estuviera de paso y a los pocos días regresara a un país con bajas temperaturas. Por el otro estaban los cuencos, un artículo de decoración muy apreciado por los extranjeros, pero de poca venta entre los uruguayos más allá de los elogios.
“Sabiendo que no iba a haber turismo pensé: ‘¿qué puedo ofrecer?’ Fin de año, regalos... ya venía haciendo algunos títeres y me gustaban. Entonces armé una propuesta variada y fuerte y gustaron muchísimo. Eso me llevó a seguir creciendo”, cuenta.
Así surgió Arbustita, su parte del taller dedicada a los más pequeños, que tiene cuenta de Instagram propia y que por estos días la tiene muy absorbida. “Ya voy a volver a Arbusta”, apunta.
La propuesta incluye títeres que van en los dedos y cuyos motivos son animales autóctonos del Uruguay, como carpinchos, mulitas y ñacarutúes. También ofrece personajes de fantasía, como los dragones.
El emprendimiento ya logró ser reconocido en la categoría Producción del Premio Nacional de Artesanía, en la que obtuvo el tercer lugar en 2021.
En cuanto a Arbusta, Noelia sigue produciendo cuencos, pashminas en algodón, y bolsos y accesorios en fieltro.
Recientemente conoció a una californiana que tiene una empresa de asesoría en marketing y estuvo viviendo un tiempo en el Uruguay. Vio sus creaciones en la Tienda del Mirador de la Intendencia de Montevideo, amó los cuencos y le encargó un lote de distintos tipos para vender en una tienda de decoración de Los Ángeles.

Uruguay Teje la ayudó a darle valor al producto
Noelia Martínez fue una de las seleccionadas por Texturable para el proyecto Uruguay Teje, una plataforma para potenciar a los artesanos uruguayos. Se presentó con Asterina, un cuenco hecho de fieltro húmedo de lana merino natural.
“Mi abuela me enseñó que para ver una estrella de mar hay que ir rápido a la playa en cuanto pasa una fuerte tormenta”, dice la artesana en el sitio web de Texturable al contar qué fue lo que la inspiró para hacer este objeto de decoración que sirve también para guardar “lo más preciado”.
“Uruguay Teje me sirvió particularmente para darle valor a mi propuesta y para organizarme. Me di cuenta de que en mi trabajo está muy presente lo sustentable porque trabajo con un material biodegradable y de que estoy atrás de cada uno de los pasos de lo que hago. Entonces, ¿por qué no ponerlo como parte del valor? Todavía estoy trabajando en cómo comunicarlo”, señala la artesana en diálogo con El País.
Cuenta además que Uruguay Teje le dio muchos tips de venta y le acercó varios clientes. “Fue una experiencia muy positiva”, destaca.
