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Apenas una semana después del arribo de la pandemia al Uruguay, Enrico Lima (35 años) se había creado un canal en YouTube y estaba subiendo videos de sus clases que, confiesa, “fueron bastante exitosos”.

Es que Enrico se dedicaba a dar clases de artes visuales tanto en el colegio Jean Piaget como en la educación pública (Primaria) y el covid hizo que los niños se recluyeran en sus hogares.

“Eso me obligó a planificar qué iba a dar que fuera interesante para el niño en ese momento. Luego tenía que escribir la clase, iluminar todo, filmarla, editarla, ponerle música… Eso me llevó hacia un lado digital porque también empecé a sacarle fotos a mis piezas e hice un video de mi taller”, cuenta.

“La creatividad salió por otro lado. No me hundí, ni bajé los brazos”, dice con orgullo quien en ese tiempo se la rebuscó trabajando en cocina, electricidad, sanitaria, albañilería, pintura. “He hecho un poco de todo”, comenta en diálogo con El País.

Pero Enrico es artesano. Siempre lo fue y desde muy chico. Hijo de un artesano dedicado a confeccionar prendas y artículos en cuero y de una modista, se crió entre talleres y entre amigos de sus padres que también eran artesanos. “En casa había una gran mesa de corte y mi viejo me contaba que yo dormía arriba cuando era bebé”, señala entre risas.
Luego vendrían talleres de dibujo, de plástica, de música, de cerámica. “Creo que tenía una atracción por todo lo que es crear y jugar”, acota.

Sus padres sabían que ese camino no era fácil de transitar, por eso nunca quisieron que su hijo siguiera sus pasos, preferían que estudiara una carrera tradicional.

“En 2007 fue un año especial porque falleció mi viejo, entré a Facultad de Arquitectura y empecé a trabajar con un amigo de toda la vida de mi padre, que era artesano y que me dio una mano en ese momento complicado”, recuerda sobre sus comienzos en un taller que define como “muy clásico, de la escuela de Torres García, pero de un lado más comercial”.

Como ese amigo también era artista plástico, Enrico hizo con él su primera exposición, lo que lo llevó a desarrollar un perfil más personal del arte. “Ya no era un niño, tenía 20 años”, apunta.

Eso determinó que en 2011 se decidiera a dejar la facultad para dedicarse por entero al arte, la artesanía y la docencia.

“Trabajo en madera básicamente por una cuestión de que es una materia prima que consigo fácil, pero no soy carpintero. Trabajo en hierro y no soy herrero”, aclara.

Para él la clave está en encontrar objetos de madera que ya tengan una historia y transformarlos.

“Aunque sea solo una tabla o la pata de una mesa, vinieron de un árbol al que le tomó muchos años crecer, alguien lo plantó y tiene una historia”, explica.

En esta última etapa como creador está desarrollando la idea de deconstruir una pieza para volverla a construir.

“Por ejemplo, tengo un prisma de madera al que le hago unos cortes y con los mismos sobrantes vuelvo a conformar una nueva figura”, detalla.

Es así que aparecen tanto sus característicos búhos como piezas de arte figurativo, que pueden ser animales o personas, como también cuadros. Todo eso integra el Taller Desde el Pie.

Aunque se trate de una “artesanía de producción”, en la que se hacen procesos en serie, busca que cada pieza tenga su propia impronta, que no sean todas iguales. “Después hay otras piezas que surgen más de casualidad y en lugar de dar una lechuza da una vaca”, comenta.

Así fue reuniendo obras que a lo largo de los años han circulado por ferias, como Tristán Narvaja, Parque Rodó o Ideas+. Esta última la hizo entre 2014 y 2019, mientras que en 2020 no se animó por la incertidumbre de la pandemia y en 2021 no pudo por temas personales.

“Mi idea es ahora retomarla ya que para mí es una feria súper linda y simbólica porque mi padre y amigos estuvieron en la Feria del Libro y el Grabado (antecesora de Ideas+). Yo iba todo el tiempo y volver me ilusiona bastante”, destaca quien también ha tenido presencia en el Mercado de los Artesanos, el Museo Torres García y el Museo Gurvich.

Hoy solo se mantiene en la reconocida galería Acatras del Mercado. “Siempre quise entrar y cuando era muy gurí hablaba mucho con su dueño, Yamandú. Le presentaba cosas y aquel no agarraba, es duro (risas). Al final lo logré porque tenemos un buen vínculo, tiene una buena conexión con los artesanos”, señala.

Su obsesión es ahora el Premio Nacional de Artesanía, al que se viene presentando desde hace años logrando alguna que otra mención. “Para este año tengo una idea bastante interesante y estoy con esa investigación, que me tiene bastante inquieto”, anuncia sin querer revelar nada más por miedo a que le quemen lo que piensa realizar. “Es una prueba que me pongo casi todos los años. Esta vez es una idea que vengo madurando hace unos años, vamos a ver si me sale”, concluye alimentando el misterio.