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El artesano que hace esculturas de todo tipo de personajes a partir de chatarra

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Miguel Siola

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Hierros oxidados son la materia prima para que Miguel Siola recree desde el Che Guevara hasta Jesucristo o se las ingenie para representar todos los oficios.

El 6 de enero de 2018 quedó bien grabado en la memoria de Miguel Ángel Siola (58 años). No solo por ser Día de Reyes, sino porque tomó una pinza e hizo su primera iguana en chatarra.

“Todavía anda por ahí”, dice de su primera incursión en la escultura en base a materiales metálicos ferrosos. Para ese entonces ya combinaba hierros viejos con madera y hacía estantes para la casa como hobby.

“Toda mi vida trabajé con mis manos, haciendo manualidades. En la UTU estudié electricidad, después electrónica. Hace 30 años que soy técnico en fotocopiadoras”, cuenta.

Los ratos libres fueron para los estantes, hasta que un buen día ya no le entraron en su casa ni en las de sus hijos.

Entonces optó por pasarse a hacer cosas más chicas y allí aparecieron los bichitos. La iguana, un loro, un toro con un tronco… Y otra vez el entusiasmo lo sobrepasó. “Tenía tanto muñeco en mi casa que empecé a barajar la idea de comercializarlos”, recuerda.

Miguel Siola

Abrió una página en Facebook, la bautizó “317 Desde la chatarra” y comenzó a publicar todas sus obras.

“El nombre lo elegí porque el 3 y el 17 son números que me persiguieron toda mi vida. El 17 cumple mi esposa, el 3 cumplía mi madre y salgo de mi casa y siempre me pecho con un 17 en la calle”, señala.

Sus amigos no estuvieron muy de acuerdo con que incluyera la palabra “chatarra”, pero él siempre estuvo convencido de que lo definía.

“Vengo desoxidando fierros desde toda la vida. A mí no me desagrada el óxido, si por mí fuera mis obras tendrían mucho más óxido natural que como las comercializo, pero he notado por las ventas que hago que la gente prefiere un producto más terminado, brillante y no tan oxidado. Igual de gusto les dejo un vestigio de óxido por ahí. De última eso salió de un tornillo que uno no se agacharía a agarrar en la calle”, apunta con orgullo.

Miguel se define como un autodidacta, alguien que aprendió a los tropezones. “Tuve que desarmar muchos muñecos porque no me agradaba el resultado del producto. Tengo una caja que es un cementerio de juguetes viejos porque no me gustaron, no me sentía conforme”, acota.

Fue aprendiendo en el camino, buscando técnicas, estudiando proporciones. “Es un proceso medio largo porque de repente agarro un tornillo que está súper oxidado y tengo que dejarlo más o menos brillante para hacer la obra e inclusive para soldarlo bien”, explica.

Miguel Siola

Búsqueda de materiales.

“He desarmado muchas máquinas mías, fotocopiadoras que quedan en desuso”, responde cuando se le pregunta de dónde saca sus materiales.

Sus mayores proveedores son dos mecánicos, uno de ellos su hijo. También hubo un tiempo en que pedía donaciones por Facebook a todos aquellos que fueran a desarmar el galponcito del fondo de casa.

“La gente tira dos o tres baldes de fierritos que quedaron de su padre o de su abuelo y que no saben para qué sirven. Yo les pedía que los guardaran y los pasaba buscar”, cuenta.

Miguel Siola

Ya no lo hace porque la respuesta fue tal que se quedó sin lugar para almacenar tanta cosa. También porque había gente que lo llamaba para ir a buscar cuatro tornillos a lugares que le quedaban muy lejos; no valía la pena el viaje.

Alguna vez ha comprado en desarmaderos seleccionando un par de baldes al peso o buscando una pieza determinada, como rulemanes para hacer la quijada de los caballos.

Miguel Siola

Personajes en movimiento.

"Nunca me hubiera imaginado la variedad de cosas que terminé haciendo”, señala Miguel sobre los personajes que ha ido sumando con el correr del tiempo.

“Llegué a hacer tanto al Che Guevara como a Jesucristo, a un cura como a un bombero… los oficios casi todos: carpintero, un carnicero con su máquina cortando un asado, hasta un empleado de la UTE con una escalera colgando un cable en la calle”, enumera.

Miguel Siola

Sus ventas son tanto de piezas ya hechas que tiene publicadas en Facebook, como de piezas a pedido. “Me dicen ‘mirá, mi padre es albañil, ¿vos te animás a hacer uno’?, ‘¡cómo no!’ Y como es por pedido, si me dice que usa lentes, le hago unos lentes… se puede hacer hasta una barba por pedido, cosa que en una pieza ya terminada no se puede”, explica.

La única condición es que sus obras deben tener movimiento. Lo define como el fotógrafo que saca una foto de sorpresa a alguien que se está moviendo. “Así quiero que sean mis piezas, no como posando para la foto. Es lo que más me fascina de mi trabajo”, aclara.

Confiesa que tiene en mente más sets de piezas por hacer que años de vida. “Me sobran ideas y cosas pendientes que estoy esperando terminar una para arrancar la otra. Por ahora nunca me he quedado en ese vacío creativo de decir ‘¿y ahora qué hago?’ Siempre tengo cuatro o cinco personajes en la cabeza”, dice.

Miguel Siola

Hasta dormido sueña con nuevos personajes o con las soluciones a los problemas que se le plantean al encarar algunas de sus creaciones.

Todo lo trabaja en el taller que tiene en el fondo de su casa, en Lagomar norte, donde se lo encuentra luego de terminar las tareas del hogar que se reparte con su esposa.

“En los ratos libres me voy para el fondo, con buena música y me pongo a trabajar. Lleva muchas horas, pero no me doy cuenta. Cuando quiero acordar estuve cuatro horas”, señala quien cada vez piensa más seriamente en dedicarse por completo a la artesanía.

Miguel Siola

Más ahora, que consiguió una meta que tenía desde hacía tres años: ser parte de la Asociación Uruguaya de Artesanos (AUDA). “Cuando empecé con esto me decía: ‘algún día voy a estar en el Mercado de los Artesanos’ y ese día llegó, por suerte, hace cinco meses”, cuenta lleno de satisfacción.

“Fue lo que más me emocionó porque la plata va y viene, venderé más, venderé menos, pero me fascinó la asociación por la cooperación y el compañerismo que vi. Todos cinchando de la misma cuerda para que salga adelante más allá de lo individual y siempre con visión de cultura”, destaca quien en octubre fue reconocido como uno de los Artesanos del Mes. “La verdad que no lo esperaba, estoy loco de contento”.

Miguel Siola

El Quijote que le dio la confianza que le faltaba

El pedido que más lo sorprendió vino de los Estados Unidos. Un uruguayo, a través de Facebook, le compró un Quijote ecuestre. “Le dije tímidamente el dinero que quería y me contestó ‘es mío’. Le salió mucho más el envío, pero quedó loco de la vida, lo publicó en Facebook y me agradeció. Eso me dio mucho para adelante”, cuenta Miguel sobre el empujón más grande que tuvo de gente que no conocía y que lo hizo pensar que podía vender sus obras.

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