Estudio pionero de científicos uruguayos recaba datos claves sobre la contaminación sonora en la Antártida

El equipo de investigadores de la Udelar conformado por Maximiliano Anzibar, Martín Rocamora y Lucía Ziegler estudió el paisaje sonoro terrestre de la Isla Ardley, una zona protegida de la Antártida.

Pingüinos adelaida.
Pingüinos adelaida.
Foto: AFP.

Hay un sonido en particular que es probable que los pingüinos de la Isla Ardley —también conocida como Zona Antártica Especialmente Protegida N°150—, escuchen todos los días, todo el tiempo: el de un generador de energía ubicado en la península Fildes, hogar de numerosas bases científicas y el segundo lugar más poblado de toda la Antártida.

"Imaginate que estás trabajando en un lugar donde tenés un zumbido permanente, que capaz que no es muy intenso, pero es un zumbido. En algo seguramente te genera un nivel de estrés o un nivel de distracción de las cosas que tenés que atender. A los animales les pasa lo mismo", explicó Lucía Ziegler a El País, integrante Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Regional del Este (CURE) de la Universidad de la República (Udelar).

Pingüinos en la Antártida.
Pingüinos en la Antártida.
Foto: Instituto Antártico.

El artículo “Detección de contaminación acústica antropogénica como posible factor estresante crónico en la Zona Antártica Especialmente Protegida N° 150, Isla Ardley”, puede leerse completo aquí. Fue escrito por Maximiliano Azibar Fialho, del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias, Martín Rocamora, del Departamento de Procesamiento de Señales en el Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Facultad de Ingeniería (y también del Grupo de Tecnología de la Música del Departamento de Ingeniería de la Universitat Pompeu Fabra), y Ziegler.

Investigación uruguaya en la Antártida.
Investigación uruguaya en la Antártida.
Foto: cedida a El País.

El proyecto se extendió a lo largo de cinco campañas antárticas y recogió alrededor de 7.000 horas de audio con el objetivo de caracterizar el paisaje sonoro terrestre de esa zona de la Antártida. El estudio de los uruguayos es pionero en este aspecto, ya que la mayoría de las investigaciones anteriores analizaban los efectos de la contaminación sonora en los ecosistemas acuáticos.

Los detalles de la investigación

Ziegler explicó que para la investigación se colocaron seis grabadores al principio de cada campaña antártica —que va de noviembre a marzo—, en distintos puntos estratégicos de la zona, que mantuvieron un registro continuo del sonido ambiente. Fue observando uno de esos registros que los investigadores se dieron cuenta de que en las grabaciones se escuchaba constantemente un generador.

"Claramente provenía de alguna de las bases que se encuentran en la península, que más o menos está a una distancia de dos kilometros y medio", explicó.

Esquema del artículo "Detección de contaminación acústica antropogénica como posible factor estresante crónico en la Zona Antártica Especialmente Protegida N° 150, Isla Ardley".
Esquema del artículo "Detección de contaminación acústica antropogénica como posible factor estresante crónico en la Zona Antártica Especialmente Protegida N° 150, Isla Ardley".
Foto: sciencedirect.com

Lo que hizo el equipo entonces fue colocar un grabador a unos 50 metros del generador y analizar si, en base al análisis acústico, era el mismo sonido que encontraban en las grabaciones de la isla. De ese análisis se encargó Anzibar, que determinó la coincidencia entre el sonido que se escuchaba en la Isla Ardley y el generador colocado en la península.

"Justo la Isla Ardley está localizada con respecto a la península a favor del viento. Entonces, eso de alguna manera amplifica el posible efecto de la contaminación sonora, al menos por esta fuente", agregó Ziegler.

El efecto de la contaminación sonora en los animales

La isla Ardley es la morada de una importante comunidad de aves marinas como pingüinos, petreles, charranes y skúas. A veces tienen visitas, como las de las focas cangrejeras, los lobos marinos antárticos o los elefantes marinos. Todos ellos dependen de las señales acústicas para comunicarse con sus pares, un elemento que puede verse afectado por una fuente constante de ruido como puede ser un generador de energía.

Si nos alejamos de la Antártida, estudios anteriores sobre el comportamiento de los animales señalan que suelen responder al ruido alterando sus patrones de comportamiento típicos.

Pingüinos adelia.jpg
Pingüinos adelia
Foto: Claudia Parodi

Por ejemplo, pueden tener cambios en el tipo y la frecuencia de vocalización, en la eficiencia a la hora de buscar alimento y también en la forma de responder para defenderse de un depredador. Algunas investigaciones señalan que los animales pueden desarrollar pérdida de audición, niveles elevados de la hormona del estrés o hipertensión como consecuencia del ruido constante.

"Un poco la dimensión sonora ha estado fuera del radar, creo que en buena parte porque nosotros no somos animales muy auditivos, no es algo que nos llame mucho la atención, somos más bien visuales", opinó Ziegler.

Por ahora no se conoce con exactitud el efecto que podría tener una fuente de sonido como el generador en los animales de la Isla Ardley, dado que todavía resta investigar el rango auditivo de las especies que viven allí. "Sabemos que está esa fuente, y que hay otras además, que son más intensas. Esto abre una puerta a tratar de entender mejor que otras fuentes de sonido hay, que intensidad tienen, que periodicidad tienen, y cuál es el efecto potencial y real sobre los animales que viven allí", afirmó Ziegler.

Base Artigas.
Antártida: es el continente más austral del mundo y contiene la reserva de agua dulce más grande del planeta.
Foto: Soledad Gago

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