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¿Cómo ayudar a mitigar el cambio climático desde nuestros hogares?

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Mujer, Bicicleta

MEDIO AMBIENTE

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU brindó una serie de medidas generales enfocadas en el comportamiento de los consumidores.

Luego de publicada la tercera y última parte del Sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, la urgencia que exige limitar el calentamiento global a 1,5 (o de forma más realista, a 2) hace que los expertos planteen la necesidad de implementar políticas drásticas en el corto plazo combinadas a medio plazo con tecnologías como la captura de carbono, cuya aplicación a gran escala aún se enfrenta a importantes retos técnicos.

Una novedad importante del reciente informe es que incorpora un análisis centrado en las decisiones que las personas y hogares toman como consumidores. Es sobre el consumo de energía directo e indirecto de los hogares sobre el que recaen las acciones de choque a corto plazo (de aquí a 2050).

Hoy, el debate sobre qué impacto pueden tener nuestras acciones se agudiza.

La huella de carbono de los ciudadanos es una medida adecuada para medir su responsabilidad, pues considera las emisiones directas e indirectas asociadas a las decisiones que toman.

El informe estructura las medidas siguiendo el enfoque “evitar-cambiar-mejorar”, que originalmente se aplicó al transporte sostenible, pero que ahora se emplea de forma más general al comportamiento de los consumidores.

El panel de expertos estima el potencial de mitigación de estas medidas en un 40-70% de reducción de emisiones. Se podría alcanzar un 5% de forma muy rápida solo con cambios en nuestros hábitos (principalmente en países desarrollados).

Entre los cambios de comportamiento, en la categoría “evitar”, encontramos la no utilización del coche y la reducción de un vuelo de larga distancia al año como los dos elementos con mayor potencial mitigador a nivel individual, seguidos a distancia por el aumento del teletrabajo, un menor uso y mayor reciclaje de envases y la reducción del desperdicio alimentario.

Como “cambios”, se incluyen un mayor uso de transporte público, reducción del consumo de carne, mayor movilidad activa (bicicleta y caminar) y sustitución del avión, cuando sea posible, por el tren.

Dentro de las “mejoras”, las medidas son el vehículo eléctrico y las mejoras en el aislamiento y formas de calentar los hogares.

En términos individuales, abandonar el coche de combustión y usar el eléctrico podría reducir 2 toneladas de CO?equivalente al año por persona. Pero esto sería para consumidores con alto gasto en países desarrollados. Para la población mundial en su conjunto, la medida más relevante sería el cambio en la dieta, puesto que la mayoría no vuela, su gasto es muy reducido y sus emisiones están muy por debajo de la media mundial de 7,8 toneladas.

Los consumidores.

La perspectiva positiva de esta visión del IPCC es que los cambios en nuestros hábitos pueden ser compatibles con la mejora global del bienestar: contribuyen a reducir las diferencias debidas a la desigualdad económica –los países desarrollados y los hogares con mayor renta son los mayores responsables de las emisiones y su reducción– y las desigualdades por sexo –los hombres tienden a comer más proteína animal y desplazarse en mayor medida en coche– y a mejorar la gobernanza al reducir la concentración de poder de ciertos países y colectivos y aumentar la participación ciudadana.
La adopción y efectividad de las medidas estarán condicionadas por las desigualdades económicas y por la injusta distribución de las responsabilidades climáticas entre individuos.

Todos debemos esforzarnos por cambiar, aunque las predicciones para 2030 apuntan a que el 50% de la población mundial más pobre producirá emisiones muy por debajo del objetivo, mientras que el nivel de emisiones del 1 % más rico será 30 veces superior a lo fijado en el Acuerdo de París.
Los expertos reconocen que la motivación de los consumidores para implementar estos cambios es reducida a nivel mundial. Por ello, serán imprescindibles políticas de incentivos y penalizaciones que tengan en cuenta los contextos sociales y culturales.

A la hora de evitar medidas muy contaminantes o promover aquellas sostenibles, no podemos solo pensar en soluciones relacionadas con impuestos a los gases de efecto invernadero que supongan aumentos de precios, ya que dichas medidas pueden ser regresivas y tienen un escaso efecto sobre los hogares de mayor renta.

Es muy importante regular y limitar actuaciones y, en ocasiones, incluso prohibir. Establecer zonas de bajas emisiones en los centros urbanos, prohibir el uso de plásticos de un único uso y la venta de vehículos de combustibles fósiles, etc., son medidas que ya se han tomado o que hay que ir tomando con arrojo y valentía para acompañar y promover o limitar la actuación de los consumidores. Tal vez sea ahora el momento de parafrasear a John F. Kennedy, y plantearnos no solo qué puede hacer nuestro país por el planeta, sino qué podemos hacer nosotros por el planeta y si estamos dispuestos a hacerlo.

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