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Artesano realiza esculturas que mezclan estilos y oficios e invitan a interactuar

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Marcelo Salazar

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Piezas que combinan madera y metal, de distintos tamaños y con diferentes motivos, son parte del catálogo de Marcelo Salazar, un artesano que ha pasado por varias etapas de creatividad.

"Estaba en la feria Ideas+, pasó una persona, vio la escultura de un bandoneonista, la señaló con el dedo y dijo ‘me la llevo’. No preguntó el precio, no preguntó nada. Viene una persona, conecta con el trabajo y no hay nada que hacer, sucede la magia”, dice con entusiasmo Marcelo Salazar.

El artista conoce esa conexión porque era la que él sentía cuando, siendo niño, iba a las ferias de artesanos y quedaba atrapado por lo que veía. “Recuerdo ciertos trabajos, ir a la feria y volver con algún artículo. Había unos cuadros de arena con agua o un juego de maderas con cintas de colores que hacían como un zigzag y podías ir cambiando… son artesanías que hoy por hoy no encontrás y que terminaban siendo elementos de mi casa”, cuenta.

La otra cosa que lo marcó de chico ocurrió cuando tenía 9 años. Su padre se apareció con una caja de cartón blanca que decía “Aeromodelos El Cóndor”. La abrió y se encontró con un plano de un avión planeador y maderas de balsa. “Todo marcado para cortar y armar el modelo más básico del mundo del aeromodelismo”, detalla quien comenzó así a vincularse con la madera y sus herramientas.

“Era un elemento decorativo pero, al mismo tiempo, tenía que volar, así que también me tenía que vincular con la física”, dice. Lo ayudó su padre; le enseñó a usar la trincheta, a comprender la veta de la madera y a saber cortar para que no se rompiera. Fue el primer aeroplano que armó, luego vendrían otros más complejos.

Marcelo Salazar
Los instrumentos son parte de sus motivos, tanto en escultura como reales.

Suficiente para que su madre se diera cuenta de que el niño tenía facilidad en el tema y decidiera apoyar esa creatividad creciente. Fue así que a los 13 años lo anotó en un curso de carpintería de banco, que es un curso de tres años en el que se hace todo a mano, salvo en el último año en que se enseña a utilizar las máquinas.

“No es lo mismo trabajar con una máquina que sentir cuando se tranca una madera dura de trabajar o cuando fluye porque es más blanda, saber si las herramientas están afiladas o desafiladas… un montón de procesos en los cuales el pulso está muy presente y la madera te devuelve su resistencia. Con las máquinas eso se va perdiendo”, explica el artesano.

La madera empezó a ser entonces un elemento en el que podía plasmar muchas cosas. Eso lo llevó a seguir estudiando cómo sacarle provecho.
En el Instituto de Enseñanza de la Construcción cursó carpintería con maquinaria. Confiesa que no lo cautivó tanto, que se sintió pequeño respecto a su tamaño, pero adquirió un montón de recursos que le servirían en lo que finalmente sería lo suyo.

Entonces se coló la música, ya presente en su familia gracias a un abuelo guitarrero, muy apasionado por hacer música y escucharla. Eso lo condujo a la Escuela Figari, donde se formó en violería, o sea, aprendió a construir guitarras.
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“Es un refinamiento en carpintería. Como en aeromodelismo, trabajás a niveles muy precisos. Tenés que construir un objeto que termina siendo un mueble, que es una guitarra, pero a la vez tiene que tener funcionalidad, una afinación. Empiezan a aparecer maderas diferentes y espesores distintos porque se empiezan a medir las décimas de milímetros, vas a la perfección”, explica.

Su último paso por el aula se dio en Facultad de Bellas Artes, donde realizó los tres primeros años. “Son de muchas información, sobre todo el primero que es de información y de experiencia; es un sacudón que te despierta un montón de cosas. Te deja latente las ganas de crear, más cuando ya venís teniendo muchos recursos para expresarte. Todas estas cosas tuvieron mucho que ver en lo que terminé haciendo”, apunta.

Marcelo Salazar
Sus trabajos se encuentran en tienas como Acatrás del Mercado y Manos del Uruguay.

Sus obras han conseguido varios galardones

Ganó primer y segundo premio en el Premio Nacional de Artesanías (Ministerio de Industrias), primer premio en la Expo Ajedrez y Mención Especial en Feria Ideas+.

Presente.

“Lo que terminó haciendo”, según define, es “una propuesta escultórica pictórica en la que conviven muchos elementos y muchos oficios”. Es así que de su taller, con el correr de los años, han salido variedad de objetos.

“He pasado por la marroquinería, la carpintería, la herrería… al tener un taller con herramientas en cualquier momento pegás el volantazo y estás trabajando otro material”, explica a El País.

Parte de un cuerpo general, que es en madera, al que le va incorporando piezas de metal o de cuero, pintura. De eso pueden resultar cosas como las cajas secretas, que a primera vista parecen una simple escultura para contemplar pero, en realidad, invitan al que observa a sacar una pieza y otra, abrirla y poder guardar algo dentro.

“Desde que la levantás y le tomás el peso, vas a encontrar un montón de texturas al tacto, por ejemplo, la temperatura de los materiales. Hay maderas que se pulen para que las vetas den su mayor color y eso genera una textura muy lisa y hay otras en las que se respeta el origen del material, como las cortezas, y son más ásperas”, describe Marcelo.

Marcelo Salazar
Cuenta con piezas que han sido premiadas en distintos ámbitos.

En todos los casos lo que busca y para él es fundamental es el encuentro con el otro. “El juego de tratar que la persona que está del otro lado encuentre lo que uno quiso expresar, que se genere una emoción en el otro, buscar una pausa en el tiempo y un diálogo entre la pieza y el que la ve. Ahí soy solo un espectador”, aclara sobre lo que ocurre en lugares como las tiendas Acatrás del Mercado o Manos del Uruguay.

Sigue con la lutería, haciendo guitarras, tarea que intercala con su fase actual en la que se define como “atrapado en el camino de la escultura, una etapa en la que veo la posibilidad de volcar todo lo que aprendí de diferentes técnicas y también ideas raras o locas, ideas particulares que solamente podrían convivir en un lugar como la escultura. Estoy en una etapa experimental y con el desafío de decir ‘acá quiero llevar esto al límite’”.

La gente responde de acuerdo a su sensibilidad, por eso no puede definir un perfil de cliente. “El que lleva una pieza es porque conectó desde algún lado, desde lo emocional. Yo lo vivo desde el lugar del asombro. Esto es un producir, producir y producir hasta el cansancio y decir ‘¿esto a quién le va a gustar?’ Te vas dando cuenta de que cada pieza tiene su dueño y a veces es impresionante la decisión que tiene la gente”, dice como volviendo a recordar a aquel hombre que señaló al bandoneonista y terminó siendo su propietario sin que mediara explicación alguna en el momento.

Marcelo Salazar
En las redes sociales se lo puede encontrar en Instagram para contactarlo y hacerle pedidos.

Del taller propio a una tienda en París

Se vinculó con la producción y comercialización de artesanías en 2014, trabajando en el Taller Varese. Aprovechó los troncos de un ciprés abatido por un temporal para experimentar. Con él hizo portalápices y cajas secretas con llaves de curupay, pinotea y otras maderas. Ese año ingresó en la Asociación de Artesanos del Uruguay con taller propio en el Mercado de los Artesanos: Aquel Ciprés. Su trabajo ha llegado a Francia, a la tienda Pays de Poche, en París.

Marcelo Salazar
El Quijote se lo han encargado desde Francia, para la tienda Pays de Poche que tiene un uruguayo.

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