Había en Micaela Larrocca tal afán justiciero que hasta los 15 años repetía que sería abogada. Un concurso de Reina de Carnaval y un taller de teatro en el centro comunal del barrio, al que la arrastró su hermano, alteraron esos planes. Era muy tímida, pero en esos ámbitos empezó a perder el temor ante la mirada ajena. Algo en ese juego la hacía volar.
El camino no fue lineal. Estudió danza, comedia musical y luego se anotó en el Instituto de Actuación de Montevideo (IAM), pero a mitad de la carrera la golpearon dos pérdidas inesperadas —primero la de su abuela y luego la de su madre— que la desestabilizaron y la obligaron, a sus 22 años, a tomarse un año sabático.
“Empecé a atravesar ataques de pánico por el duelo de dos personas que forjaron mi esencia”, recuerda Larrocca a El País.
El pasado 1° de diciembre vivía con emoción el reencuentro con colegas, amigos y maestros en la ceremonia de los Premios Florencio 2025, cuando intuyó que Edipo en Ezeiza, la obra de Pompeyo Audivert que dirigió, podía quedarse con el trofeo a Mejor Elenco. No ocurrió: se lo dieron a Perdidos en Yonkers. Entonces otro pálpito la atravesó: ¿tendremos el de Mejor Espectáculo y Dirección?
Segundos antes de que abrieran el sobre, besó la alianza de su madre, esa que lleva desde que falleció para tenerla cerca, y el milagro sucedió.
“Escuché ‘Edipo’ y entré en shock. Sentía los aplausos, las sonrisas del equipo, los abrazos. Fue parecido a cuando te cantan el feliz cumpleaños: pasé por todos los estados y pensé en mi mamá y en todo lo que representan sus valores en mi presente”, dice la ganadora a Mejor Directora y Mejor Espectáculo.
Aún conmovida por el reconocimiento, la actriz y directora charló con El País para contar un poco más de su recorrido.
De la autogestión a ganar el Premio Florencio
En paralelo al arte, incursionó en la gastronomía: empezó como ayudante de moza y a los seis meses era encargada de un restaurante. En 2015, alejada de las tablas, volcó toda su energía en las cocinas. No estaba en sus planes volver a actuar ni retomar la carrera, hasta que un mensaje de Facebook de Jimena Márquez le dio vuelta todo.
Le ofrecía sumarse a la segunda temporada de El club de los idiotas y le contaba que sus excompañeros del IAM habían puesto su nombre sobre la mesa. Su jefa de entonces le permitió librar los fines de semana para tomar la oportunidad. “Volví al arte gracias a ese llamado y retomé la carrera”, cuenta.
En 2020 llegó otro mojón: se mudó a Ensayo Abierto, un espacio cultural autogestivo en Ciudad Vieja que fue cobijo y "resistencia" durante la pandemia, con funciones clandestinas que permitían a muchos artistas subsistir.
Esa experiencia fue clave para que, cuatro años atrás, pudiera revivir una casona ubicada en Sarandí 239, abandonada durante 15 años. Larrocca y su pareja, Tomás de Urquiza, la remodelaron a pulmón y la convirtieron en La Madriguera, un refugio cultural de puertas abiertas al barrio y también en su hogar.
“Resistimos a través del arte para que los vecinos no pierdan un pedacito de su historia. Les devolvemos un espacio que les pertenece: pueden habitarlo, traer propuestas, ensayar, ver obras”, enumera.
Fue en La Madriguera donde se gestó Edipo en Ezeiza, una comedia metafísica y oscura que reimagina el mito de Edipo en la Argentina de los años 70, atravesada por la violencia política, la duda y la memoria.
Cuando decidieron llevarla a El Galpón para llegar a más público, lo hicieron sin traicionarse. Las funciones se agotaron y el Florencio confirmó el éxito. “Es un impulso para seguir creando, un reconocimiento a una búsqueda. Fuimos por una obra que nos interpeló y nos permitió explorar y jugar”, asegura.
El vínculo con Audivert nació a partir de su libro El piedrazo en el espejo. “Me seduce su metodología, su forma de pensar el teatro, el trabajo colectivo y la posibilidad de crear mundos poéticos a partir de la realidad”, explica. En el anexo del libro encontró el correo electrónico de Teatro Estudio El Cuervo, su escuela, y no dudó en escribirle.
“Encantado de que la hagan, les cedo los derechos”, contestó enseguida. Y aclara que si bien estuvo siempre pendiente de lo que necesitaran, les dejó "total libertad". En paralelo, Audivert decidió reponer la obra en Argentina, luego de 12 años.
Los dos Florencio ganados permitirán realizar cuatro funciones en otros departamentos con apoyo del Instituto Nacional de Artes Escénicas. El plan es reestrenar en Montevideo y luego girar por el país. Además, Larrocca sueña con traer a Audivert a La Madriguera para dictar un taller.
Entre sus metas hay una más íntima y circular: salir alguna vez en Carnaval para devolver ese amor al escenario que la vio nacer artista: “Tuve ofertas que rechacé por falta de tiempo. Es un pendiente. Soy fiel espectadora de esa tradición”, cierra.
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