Craig Davidson se mueve por el Auditorio Adela Reta con la experiencia de quien hace cinco semanas está, todos los días, en el piso cuatro, el que ocupa el Ballet Nacional del Sodre. El coreógrafo australiano llegó para crear un espectáculo para el BNS, habla rápido, sonríe mucho y va a todos lados con su mochila, donde tiene apuntes y comentarios de su nueva creación.
Es el encargado de The Stillness That Dances, una de las creaciones (junto a Anacer del español Joaquín de Luz) que integran la Gala de Ballet, que se estrenó el jueves y se extenderá hasta el 14 de setiembre en la sala Eduardo Fabini. Entradas por Tickantel.
En el lanzamiento de esta nueva producción del BNS, su directora, María Noel Riccetto, describió la pieza de Craig como un ballet “sumamente físico” muy inspirado, dijo, en la historia del “Piano Concerto N° 2” de Sergei Rachmaninoff.
Davidson, sentado en la oficina de Riccetto, cuenta que su llegada a Uruguay fue un tanto complicada. Problemas con los vuelos convirtieron un viaje de 12 horas, en uno de dos días. “En un comienzo parecía estresante, porque en estos proyectos el tiempo siempre es esencial. Pero una vez que entramos al estudio todo fluyó muy bien: la danza se mueve rápido, los bailarines aprenden muy rápido, están muy atentos, con hambre de hacer lo que les propongo”, comenta mientras gesticula.
En este tiempo, también pudo recorrer Montevideo (“todo el mundo ha sido encantador”, dice) y disfrutar de la comida.
Llegó al BNS a pedido de Riccetto, quien lo convocó para que creara una obra para la compañía. “Lo difícil era encontrar el momento adecuado. Estuvimos más de un año buscando la fecha hasta que se dio este lugar en la temporada. Por supuesto dije que sí”, dice el australiano que comenzó a bailar siendo niño, se formó en Europa y reside en Berlín.
En su carrera fue solista de la Finnish National Ballet, el Royal Ballet of Flanders, el Tanz Luzerner Theater y el Semperoper Ballett, y como coreógrafo sus creaciones se han presentado en el Royal Ballet de Flanders, Ballett Zürich Junior Company, y los ballets de West Australian, Queensland y Dortmund, entre otros.
“Bailé durante siete años en cinco compañías diferentes, especialmente en Europa. Tuve la suerte de viajar mucho”, comenta. “Me formé en Nueva Zelanda y luego en Bélgica, lo que me expuso al mundo de la danza desde muy temprano. Y toda esa experiencia quedó en mi cuerpo: la manera de moverme, lo que aprendí de los grandes creadores con los que trabajé”.
—Has hecho creaciones fuera del ballet, como la coregrafía de Eugen Onegin para la Ópera Bühnen Bern.
—Sí, me interesa mucho todo lo relacionado con las artes escénicas. Además de coreografiar para ballet, he trabajado en ópera, en compañías contemporáneas, he enseñado como invitado y también estudio gestión cultural. Todo eso enriquece mi mirada.
—¿Cómo describirías tu proceso creativo? ¿Se adapta según el país o la compañía con la que trabajás?
—El proceso tiene una base común, pero cambia mucho según el proyecto y, sobre todo, según los bailarines que tengo delante. Ellos son mi mayor influencia: sus cuerpos, su forma de pensar, la manera en que ponen emoción a la técnica. Eso me inspira y moldea la obra. Por ejemplo, aquí estoy trabajando con bailarines con una base clásica muy sólida, entonces aunque mi pieza tenga más movimiento y energía que un ballet tradicional, sigue apoyándose en la técnica clásica. En otras compañías más contemporáneas, el proceso cambia.
—¿Qué se puede decir de The Stillness That Dances?
—Suelo trabajar como un work in progress, pero esta vez lo estructuré más de lo que suelo hacer. Normalmente dejo espacio para que surjan cosas en el estudio, pero esta vez sentí que necesitaba tener un marco más claro, y eso ha sido estimulante. El “Concierto para piano Nº 2” de Rachmaninoff es una pieza gloriosa que me impuso mucho respeto al principio. Cuando la dirección del Sodre me la propuso, pensé: “No estoy listo”. Pero luego acepté el desafío y ahora no puedo imaginar la obra sin esa música. Rachmaninoff escribió esa pieza en un momento de superación personal, y esa vulnerabilidad, esa búsqueda interior, son claves en lo que quiero transmitir. Será una obra con un viaje emocional fuerte, no narrativo en términos de personajes, pero sí con una historia de transformación que espero que el público pueda sentir.
—¿Cuál es la actualidad del ballet contemporáneo en el mundo?
—Depende mucho de la región. En Europa hay cada vez más programas con obras contemporáneas o neoclásicas, incluso en grandes teatros de ópera que hace diez años no lo hubieran hecho. En Asia la tradición clásica sigue predominando; en Estados Unidos y América del Sur, aún hay más demanda de los títulos clásicos, aunque poco a poco aparece más espacio para lo nuevo. Creo que está creciendo y que tiene un lugar importante porque le da a los bailarines, y al público, la posibilidad de explorar lenguajes distintos.
—Tu relación con la danza viene de familia. ¿Cómo empezaste?
—Mi madre bailaba y tuvo una academia de teatro musical durante 44 años en Australia. Y mis tías, mis primos, todos bailan. Así que lo traigo en la sangre. Empecé un poco tarde, a los 10 u 11 años, primero en un sentido más vinculado a lo teatral y luego me fui enamorando del ballet clásico. Muy pronto supe que quería dedicarme a eso.
—Hace siete años decidiste dejar de bailar para dedicarte de lleno a la coreografía. ¿Cómo fue ese cambio?
—En realidad venía coreografiando desde mucho antes, en talleres dentro de las compañías. Mi primer trabajo fue en 2006. Pero fue hace siete años que di el paso de dejar la interpretación y dedicarme de lleno a crear. No fue fácil, pero todos esos años de bailarín me dieron un bagaje enorme. Como me dijo alguna vez William Forsythe: no hay que intentar borrar lo que uno fue, porque todo eso sigue ahí y forma parte de lo que uno crea.
—¿Qué es, entonces, “una coreografía de Craig Davidson”?
—(Se ríe) Buena pregunta. Supongo que es la suma de todas mis experiencias: el niño que empezó con teatro musical, el bailarín clásico, el que hizo tap y aprendió de la musicalidad, el coreógrafo que sigue evolucionando. Todo eso está en mi obra, no es una cosa u otra, es el conjunto.
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