Luis Orpi reveló qué le faltó para hacer dinero y dio una noticia inesperada sobre el Subterráneo Magallanes

Antes de estrenar el monólogo "Días de barrio", el actor confesó a El País que necesita ser querido, que hoy disfruta de emocionar y no solo hacer reír, y recordó las épocas doradas de su mítico bar de stripper.

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El actor y humorista Luis Orpi.
El actor y humorista Luis Orpi.
Foto: Leonardo Mainé

Redacción El País
"El teatro es el único lugar donde todo es posible", le dijo una vez Luis Cerminara a Luis Orpi, y esa frase de su maestro aún resuena en su alma. A los 72 años, interpretar a otros sigue siendo uno de sus mayores regocijos: "Me hace bien no ser yo por un rato, porque no me soporto mucho, entonces digo, 'acá respiro'", comenta sobre su presencia en el escenario, un lugar que le ha salvado la vida.

De los casi 30 personajes que ha creado —como Solange y el mecánico—, muchos nacieron en las esquinas de La Teja, su barrio natal, cuando era niño y hacía lo que fuera para robarle una sonrisa a los vecinos. Siempre le fascinó engañar y ser amado, y encontró en la actuación su mejor aliado.

Recuerda con cariño cuando su casa se convertía en un cine a puertas abiertas, donde los vecinos disfrutaban de las películas de Chaplin que su padre proyectaba. También rememora las tardes de fútbol y monopatín con sus amigos del barrio, y las idas al estadio a ver a Fénix, otro de los amores de su vida.

El paso del tiempo, los tres bypass que le colocaron en 2020 y las pérdidas de seres queridos lo han vuelto más sensible y agradecido. Hoy, ya no solo le interesa hacer reír, sino también emocionar. Para lograrlo, regresó a su tierna infancia en las calles de La Teja. Así nació Días de barrio, un espectáculo con el que rinde tributo a esa época y a ese lugar, a los que asegura debe todo lo que es.

Se presenta hoy, 26 de abril, en la Vieja Farmacia Solís a las 21:00, y luego lo repondrá los sábados de julio en el mismo lugar. Las entradas se adquieren por Redtickets.

A continuación, la entrevista con un artista que ha hecho de todo: televisión, radio, teatro, y que, durante tres décadas, llevó adelante el Subterráneo Magallanes, un club nocturno que marcó época y que, según dice, merecería su propia obra teatral.

Luis Orpi se presenta el 26 de abril en la Vieja Farmacia Solís con su espectáculo "Días de barrio".
Luis Orpi se presenta el 26 de abril en la Vieja Farmacia Solís con su espectáculo "Días de barrio".
Foto: Leonardo Mainé

Días de barrio remite a una época entrañable de tu vida. ¿Cómo era tu día a día en la niñez?
—Eran días de fútbol, monopatín y paseos en chata (un pedazo de madera al que le poníamos cuatro rulemanes). Iba a la escuela Beltrán de una a cinco. Una vida divina, rodeada de familia, amigos, calles y muchas cometas que hacía yo, aunque la mayoría no remontaban.

—Ahí nació tu amor por Fénix, ¿verdad?
—Sí, fue por mi tío Néstor. Un día le pidió a mi madre una foto carné mía y apareció con el carné de socio. Me hice fanático y siempre que juega en el Parque Capurro estoy ahí atrás, con los mismos cinco que nos mandamos vueltas de café.

—¿Cuánto le debes a esa época y al barrio?
—Le debo pila. Lo que hacía en la Asociación Cristiana de Jóvenes de La Teja y en los cumpleaños de 15, lo sigo haciendo ahora, después de 60 años. No cobraba, tenía un público de diez personas, pero hacía los mismos personajes: el borracho, el niño, el porteño. Todos tomaron vuelo allí.

—¿Imaginabas que ibas a tener el éxito que conseguiste?
—Tuve unos padres increíbles que nunca me pusieron obstáculos. Cuando le dije a mi padre que me moría por actuar, me dijo: "Sí, pero con una condición: hacelo". El éxito nunca me lo imaginé. Para mí, el éxito era subirme a un escenario y protagonizar. Nunca pensé en la estabilidad económica, solo quería hacer teatro porque me encantaba. Y así fue mi vida, haciendo de otra persona.

—¿Pudiste haber hecho más dinero?
—Sí, tendría que haber sido más vivo y haberme vendido mejor. Me faltó cabeza comercial, pero no estoy tan arrepentido.

—¿Cuánto queda del niño que vemos en la foto del afiche?
—Queda pila, a ese niño lo quería mucha gente.

—¿Ahora te quiere la gente? ¿Sentís el cariño?
—Muchísimo. Si el cariño que recibo fuera más o menos equitativo con lo económico, no laburaba más. Me saludan, me gritan desde los autos, me piden personajes. Me gusta que me paren y me digan que les gusta lo que hago. Soy un privilegiado por haber podido sacar a mi familia adelante gracias a que soy comediante.

—¿Necesitas sentirte querido?
—¿Quién no? Soy perseguido porque quiero que me adoren. La gente vive de amor. Es fundamental.

—¿Cuánto del payaso triste hay en vos?
—En todos los seres humanos hay algo que te duele, te molesta, o alguna herida. El payaso triste no está tan presente en mí, pero después de hacer muchas fiestas privadas y eventos de puro humor, hace una década que también quiero emocionar.

—Has dicho que actuaste en estados completamente antagónicos, ¿de qué te salvó el escenario?
—El escenario salva vidas, es sagrado. Si estás mal, después de una función, siempre vas a estar mejor. Y es lo que pretendo que le suceda al espectador también.

—¿Por qué te seguís subiendo al escenario?
—Porque me encanta. Me hace vibrar, llorar, emocionar. Me siento un mago o un cirujano: no operas, pero le cambias el cuerpo y el espíritu a la persona. También por la plata. Soy jubilado, pero vivo mejor si trabajo. A veces le digo a mi señora que me voy a mudar a Piriápolis y me responde: "Es imposible, te vas a seguir subiendo al escenario con 90 años, porque naciste para eso".

—Ya hay un libro sobre tu vida titulado El peor de mis personajes, ¿el Subterráneo Magallanes se merece otro?
—El Subterráneo me ayudó muchísimo a nivel económico. Nació en un viaje a Río de Janeiro con mi esposa. La pareja brasileña de un amigo me dijo: "Los lugares de stripper masculino agotan entradas". Me costó un año porque acá no existía el oficio de stripper. Se merecería al menos un capítulo porque hay mil historias. De hecho, me ofrecieron hacer una obra de teatro sobre una noche en el Subterráneo.

Un grupo de mujeres en el Subterráneo Magallanes, durante el show de strippers.
Un grupo de mujeres en el Subterráneo Magallanes, durante el show de strippers.
Foto: Archivo El País

—¿La vas a hacer?
—No sé, es muy difícil porque se precisa un despliegue impresionante. Pero ya me imaginé una mesa con cuatro chicas y los bailarines.

—¿Hiciste plata con ese negocio?
—Sí. Gané más plata que en la tele. En Decalegrón fue la primera vez que cobré un sueldo, con más de 30 años; antes era independiente. Toda la vida me dediqué a hacer plata, primero fui tapicero y luego actor (risas).

—¿Extrañas las épocas del Subterráneo?
—Lo quería cerrar antes de la pandemia, vendí todo lo que estaba adentro, porque me complicaba a nivel físico. Eran noches muy largas, aunque divertidas. No extraño, estoy haciendo cosas que me encantan, como Días de barrio, fiestas privadas y teatro en el interior.

—¿Actuaste para alguna celebridad?
—Actué para muchos políticos y una vez me contrató Pipo Mancera para una fiesta privada en Punta del Este. Él se reía sin parar y los demás con cara de aburridos. Me acerqué y le dije, "che, no pasó nada, ¿no?" "Están enloquecidos. Varios me pidieron tu teléfono". No me enteré que estaban disfrutando.

—¿Con quién te gustaría compartir escenario?
—Me encantaría pasar un día en un rodaje de Woody Allen, aunque no hace más películas. Verlo con ese gorrito famoso. También con varios cómicos uruguayos que admiro, pero no voy a dar nombres. Este país está lleno de talentos.

—¿Qué ves cuando te miras en el espejo hoy?
—Lo primero que digo es "qué viejo estoy". Y por otro lado, pienso: ya está, hice lo que tenía que hacer: me conoce la gente, viví de lo que me gusta, tuve una familia increíble. No tengo la tranquilidad económica que debería tener, pero no le tengo miedo a morirme porque siento que ya estoy cumplido.

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