En la casa de Gustavo Antúnez no se respiraba arte, salvo por algún disco de Serrat o los Beatles. Aun así, de niño disfrutaba dibujar, jugar con las cortinas como si fueran un telón y emocionar a su familia con cartas y poemas en Navidad. El flechazo llegó a los 10 años, cuando su madrina lo llevó al Teatro El Galpón a ver una obra cuyo nombre no recuerda, pero que lo marcó para siempre: “Quedé subyugado por las emociones”, dice a El País el hoy actor y director.
Con poco contacto con el mundo cultural, se anotó en Facultad de Medicina, y en esas aulas, casi por accidente, encontró su vocación: un taller de teatro universitario lo conquistó al punto de abandonar el bisturí antes de rendir su primer examen.
“Di la prueba de ingreso a la EMAD sin saber qué era, y entré. Ese mismo año, con 21, me recomendaron para Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina”, recuerda sobre su debut, donde movía un candelabro y compartía escena con jóvenes talentos como Gabriela Iribarren, Juan Antonio Saraví y Marina Barrandeguy.
Desde entonces, su vida quedó atravesada por el arte. En ese camino conoció a su esposa y madre de sus hijos, la actriz Vicky Rodríguez. Juntos fundaron su propia escuela de actuación, que lleva el nombre de ambos y funciona en su casa desde hace 18 años; de allí egresaron artistas como José Fabini, Ana Laura Romano y La Diega.
Su presente lo encuentra frente a un nuevo desafío: este viernes estrena La piedad en el Teatro Metro, una obra dirigida por Adriana Da Silva, con un elenco taquillero que completan Victoria Rodríguez, Gastón "Rusito" González, Luciana Acuña y Félix Correa.
Es su primera vez trabajando en un proyecto de Diego Sorondo, y está entusiasmado: “La apuesta de Diego siempre es un montón, la producción está regrosa y es lindo laburar así”, comenta sobre esta pieza con texto de Matías Del Federico, Fernán Mirás y Daniel Veronese.
Las entradas están disponibles en Redtickets y quienes las adquieran participan en el sorteo de dos pasajes al destino europeo que elijan.
Director exigente y galán de telenovelas

Él, que tuvo el privilegio de trabajar con figuras como Jorge Denevi, Levon, Imilce Viñas y Elena Zuasti, se define como un director perfeccionista, que mezcla precisión y técnica con emoción y compromiso. “No sé si sería el director con el que quisiera trabajar”, bromea, aunque se jacta de ser atento al sentir de los actores.
Brilló en las recordadas telenovelas Mañana será otro día, Constructores, Uruguayos campeones y Charly en el aire, cuando Canal 4 apostaba fuerte a la ficción nacional. La experiencia, dice, fue fascinante y de gran aprendizaje: “La primera escena de tres minutos nos llevó todo el día”.
La exposición era brutal, y hasta le gritaban en los ómnibus. Por ese entonces, participaba de la experiencia de Teatro en el Aula en distintos liceos, y recuerda aquel trajín como caótico: “A veces no se podía hacer nada porque venían en avalancha los chiquilines a pedir autógrafos. Recuerdo escuchar que dijeran: '¿Quién es?'. 'No sé, pero sale en la tele'. Era una linda lección de qué busca la gente", reflexiona.
Cuando terminó esa seguidilla de tiras, Antúnez no extrañó la pantalla. Es que, si bien disfruta los rodajes, prefiere la experiencia "inigualable" del teatro. De hecho, le pidieron un video para un casting de La sociedad de la nieve y nunca lo mandó. “Cuando me enteré de quién era el director (Juan Antonio Bayona), me arrepentí, porque me hubiera gustado experimentar eso”, reconoce.
Presente y anhelos de Gustavo Antúnez
A lo largo de su carrera, transitó por diversos géneros y formatos —incluso incursionó en Carnaval, en la revista Carambola—, siempre con el teatro como su refugio. Se sumó a La piedad, una obra que profundiza en el metateatro, motivado porque lo hizo cuestionarse su propio vínculo con el arte.
En esta pieza, Antúnez interpreta a un actor famoso con un pasado amoroso ligado al personaje de Victoria Rodríguez, con quien se reencuentra, sin saberlo, para volver a trabajar con el director que fue su maestro, interpretado por Félix Correa.
“El director interpela a los actores, los lleva al límite y los confronta con quiénes fueron al principio de sus carreras. Es fácil caer en la seducción de esa situación”, comenta sobre lo que lo atrajo de La piedad.
A pesar de su vasta trayectoria, Antúnez siempre busca nuevos retos. Recuerda con cariño su trabajo con Levón, con quien compartió una inolvidable experiencia en la Comedia Nacional, y anhela repetirla algún día. “Hicimos una dupla cómica en Cuento de invierno, de Shakespeare, y fue fascinante. Siempre hablamos de hacer algo juntos, pero nunca se concreta”, cierra, sin perder la esperanza.
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