El estallido social que dejó a un actor uruguayo como presidente de Argentina en una miniserie

Star+ estrena "Diciembre 2001", una serie de suspenso político de seis episodios sobre la crisis durante el gobierno de Fernando De la Rúa.

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César Troncoso en la serie "Diciembre 2001".
Foto: Star+

Es, como muchas, una historia sin héroes y con muchos daños colaterales. Es la crónica de una crisis que fue política, económica y moral. Es la caída de un gobierno y el precio que hay que pagar ante la combinación de negligencia, prepotencia y villanía. Es Argentina estallando por un cóctel así de explosivo.

Eso es lo que cuenta Diciembre 2001, la serie de seis episodios que relatan los hechos que llevaron a uno de los momentos más complicados de los vecinos. Se recrean las intrigas de palacio que llevaron a la gente a la calle, a un jefe de Estado a huir en un helicóptero y a una inédita sucesión de presidentes.

Se estrena hoy en Star+ y El País accedió por adelantado a los primeros tres episodios.

El presidente era Fernando De la Rúa (interpretado por Jean Pierre Noher, quien dijo haberse inspirado en el protagonista de Desde el jardín), quien llegó al gobierno al frente de una alianza que, ya en el primer episodio, empieza a fracturarse.

La renuncia del vicepresidente Chacho Álvarez (Fernán Mirás) evidencia un sin rumbo y un desamparo que será aprovechado por la oposición identificada con el intrigante jefe peronista, Eduardo Duhalde (muy bien el uruguayo César Troncoso con un aplique capilar importante).

De la Rúa tiene todas las fichas jugadas a Domingo Cavallo (Luis Machín), el economista que, durante el gobierno de Menem, equiparó al peso argentino con el dólar, un modelo que se empecina en mantener aunque sus consecuencias empiezan a sentirse en los nervios de los ahorristas. Esperan un dinero del FMI que demora en llegar.

No todos tienen el temple o la inconsciencia del presidente y el estallido social es fogoneado por una oposición que espera sacar algo de tanta inquietud. A la mitad de los seos episodios los ánimos están caldeándose a niveles del descontrol. Todos sabemos cómo termina esa historia.

Basada en el libro El palacio y la calle de Miguel Bonasso, la ficción traza una crónica de ese país al borde del abismo. Lo hace con detalle y precisión de un thriller político y hay un interesante in crescendo de un suspenso que se hace agobiante. Hay una cosa mafiosa en todo el asunto que le funciona muy bien y que algunos creerán identificar como un rasgo de la clase política de la época.

Diciembre 2001 no hace nada por defenderlos. La serie hace una suerte de listado de los principales protagonistas reales de los sucesos. Y de algunos secundarios de temer.

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Jean Pierre Noher como Fernando de la Rúa en "Diciembre 2001"

La adaptación es de Mario Segade (El puntero, Farsantes), la dirección de Benjamín Ávila (Infancia clandestina, aquella sobre niños desaparecidos en la dictadura, con Natalia Oreiro) y la producción es de Kapow, la misma de, por ejemplo, El presidente.

La serie incorpora dos personajes ficticios: Javier Cach (Diego Cremonesi) y Franco Muschiari (otro uruguayo, Nicolás Furtado), un militante del oficialista Partido Radical y asesor presidencial y un asesor del peronista Duhalde, respectivamente.

“A lo largo de la historia, las convicciones y deseos de Cach deben dar paso a los sinsabores permanentes a los que lo expone la práctica de gobierno”, dice el resumen oficial de la serie, dándole a Cach el papel de balance moral en un ambiente profundamente amoral.

Su madre (Cecilia Rossetto) es una ahorrista a punto de perderlo todo, una médica de Emergencias que recibe a los heridos tras la represión durante el alzamiento popular. Murieron decenas de manifestantes.

“Para mí es muy importante que los sub-30 vean esta serie, que los padres la vean con sus hijos, porque hoy por hoy se sigue escuchando de dolarización”, dijo Noher a la agencia Telam. “Ojalá que impacte, que sea polémico. Ojalá que se hable mucho. La polémica no me molesta en absoluto. Me parece bueno y necesario que se hable”.

En ese sentido, Diciembre 2001 podría funcionar como Argentina, 1985, de recordatorio un colapso, aunque -se sabe- hay lecciones que nunca se terminan de aprender.

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