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ENTREVISTA

De Paysandú al fenómeno de Netflix: era bailarín del Sodre y hoy canta como Fito Páez en su serie

Agustín Britos es uruguayo y fue elegido para cantar las canciones de Fito en la serie "El amor después del amor". De eso y su historia charló con El País.

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Agustín Britos con Fito Páez.
Foto: Gentileza Agustín Britos

Por Belén Fourment
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Fue durante el final del cuarto capítulo de El amor después del amor. Fito Páez, el Fito que interpreta el delgado Iván Hochman, está inclinado sobre su padre que yace en coma en un hospital de Rosario, y sobre el compás folclórico que sugiere una máquina médica, suena “D.L.G.”. Es una voz que avanza suave y comprometida. Dice: “Y se abrirá todo el cielo, no será un día normal. Después de todo, todo llega siempre de algún modo. Las profecías se dan”.

Entonces Agustín Britos sintió que se le partía el corazón. Frenó la continuidad de la serie, que tras su estreno está en el Top 10 global de Netflix, respiró, lloró y esperó. Esperó que la información se procesara, que la emoción se calmara: no es lo mismo grabar en la soledad de un estudio que luego ver y escuchar a su voz, su propia voz, en la escena más dramáticas de la vida de un ídolo.

Britos, que nació hace 33 años en Paysandú y tiene, también, su historia de película, es quien canta todas y cada una de las canciones de Fito Páez en El amor después del amor, la serie biográfica producida por el mismísimo rosarino. Logra un parecido tan exacto que, hasta hace algunos días, los espectadores estaban convencidos de que Páez había regrabado una treintena de temas para esta nueva aventura.

Es el mismo parecido que, hace nueve años, lo ubicó como finalista en la primera edición de la versión local de Yo me llamo, donde su Fito Páez deslumbró.

Cuando la hermana de Agustín Britos le avisó, en 2014, que en la tele había un casting abierto para imitadores y que mejor no hiciera de Gustavo Cerati, que fuera por Fito, nadie podía imaginar a dónde iba a ir a parar ese juego.

Nadie, mucho menos el chico que a los 8 años quiso bailar ballet y que terminó dirigido por Julio Bocca.

El bailarín del Sodre que se volvió Fito

Su vida de niño sanducero era de escuela y de gimnasia artística. Sin embargo, Agustín Britos quería otra cosa: no los puntajes fríos que un jurado le daba después de la competencia, sí los aplausos calientes que su hermana recibía cada vez que bailaba ballet.

Tenía ocho años cuando le dijo a su madre que él también iba a bailar, y lo demás fue así: la formación en el Teatro Florencio Sánchez de Paysandú, las burlas por ser uno de los primeros varones locales —sino el primero— que elegía la danza clásica, la mudanza con 15 años a Montevideo, la Escuela Nacional de Danza y, un día de 2009, su ingreso al Ballet Nacional del Sodre. De 2010 a 2012 fue parte del staff dirigido por Julio Bocca, la eminencia mundial del ballet que revitalizó a la compañía uruguaya. Britos estuvo hasta que tuvo que irse: dos operaciones de rodilla y el dolor físico lo llevaron a un retiro temprano, que lo llevó a la música.

Se dio cuenta, dice, que en “el canto y la guitarrita” podía haber otro sueño.

Desde entonces, el chico que también fue parte del Ballet de Salta y bailarín de Valeria Lynch, se dedica a actuar en vivo, a dar clases y a danzar en propuestas de menor exigencia. Está por grabar sus propias canciones y tiene, claro, un tributo a Fito Páez: este jueves 11 de mayo tocará en Jackson Bar y el 28 en Undermovie. Va por más.

Espera, ahora, que haya más camino por construir. Espera, sobre todo, una llamada que prefiere guardar para lo más íntimo. “Ya va a llegar”, confía.

Trabajar en "El amor después del amor"

“Estoy honrado”, dice a El País ahora que los medios hablan de su aporte clave para la serie del momento. “Y feliz, esa es la palabra”.

El tiempo es un efecto fugaz. Britos sabe que fue alguna tardecita de 2022, que volvía a su casa luego de haber dado clases, que primero recibió un mensaje y enseguida una llamada. Que atendió a Carlos Vandera, el cantante y compositor y productor rosarino compinche de Fito Páez, y que escuchó cómo este le pedía que, con la mayor urgencia posible, le mandara una versión bien grabada de “El amor después del amor”. Vandera le dijo, más o menos, que estaba involucrado en un proyecto y que no podía contarle nada. Que había un casting y que otras dos personas se disputaban un mismo lugar.

Que esperara, que al final, la decisión era “del jefe”.

Britos salió a buscar el micrófono indicado, grabó todo hasta los agudos imposibles, mandó la pieza y dos días después, otra vez el teléfono. Viajó a Buenos Aires el fin de semana inmediato a esa llamada y se internó en un estudio del barrio Palermo, mano a mano con Vandera, para empezar la maratón de grabaciones.

Se sometió a más de 10 jornadas de siete horas de canto cada una e interpretó, completas o en fragmentos, unas 30 canciones de Fito Páez que fueron utilizadas en la serie. En algunos casos, lo hizo frente a una pantalla para respetar hasta las respiraciones del actor Iván Hochman, para lograr la sincronización perfecta. En otros casos tuvo libertad. En uno, “Ciudad de pobres corazones”, tuvo que correr en el lugar hasta llegar al estado que semejante obra requería.

“Fue muy exigente y era un trabajo muy difícil, pero a la misma vez Carlos fue amoroso. Y así salió también. Después me di cuenta de por qué quería que haga todo eso”, dice ahora Britos, satisfecho.

Aún no ha tenido contacto con Fito, pero guarda la foto que se tomó hace algunos años, en un encuentro casual en Paullier y Guaná, durante una jornada de Martes on Fire, la jam musical que lideraba Francisco Fattoruso y a la que llegó por convite de Camila Sapin, cantante de la jam y también parte de Yo me llamo.

Todo cuajaba: Sapin lo llamó para hacer temas de Fito, Britos estaba de cumpleaños —era 3 de febrero— y no había mejor forma de celebrar que arriba de un escenario. Nadie contaba con que esa noche, en ese bar, en una mesa apartada, iba a estar el propio Páez.

“¿Así que vos sos el que me imitás?”, le dijo Fito. No sabía que un día iba a convertirlo en su misma voz.

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