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Rafa Cotelo, de vuelta en el carnaval: "Ojalá la murga tuviera en su pulso al electorado"

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Rafael Cotelo. Foto: Estefanía Leal
Nota a Rafael Cotelo, periodista uruguayo y conductor de programas de radio, en las oficinas de Magnolio en Montevideo, ND 20220209, foto Estefania Leal - Archivo El Pais
Estefania Leal/Archivo El Pais

ENTREVISTA

Once años después, el comunicador regresó a Agarrate Catalina y es el cupletero de "La involución de las especies". De eso y más charló con El País

No lo pensó. Hacía tiempo, dice, que el corazón le venía pidiendo que volviera a la murga, que es el lugar donde más disfruta “en el mundo”. Y que si la murga era Agarrate Catalina, la casa de sus tres hijas, el lugar de sus amigos, mejor. Hasta ahora, la voz del “burócrata” interior le había tirado más: que no iba a poder, que no le iba a dar el tiempo, que iba a recargar a las madres de sus hijas (Clara y Ema, de 14 y 11 años, de su primera relación; Juanita de 5 con su pareja actual, Ana Laura Romano), que qué pasaba si había que viajar por alguno de sus varios trabajos.

“Pero ahora gritó más fuerte la emoción y el deseo de compartir con los amigos y la familia, y obedecí”, dice Rafael Cotelo en charla con El País. Integrante de La mesa de los galanes en Del Sol FM, coconductor de Sonríe, te estamos grabando en Canal 10 y director de Magnolio Sala, esta vez dejó aflorar al cupletero. Y en eso está.

El martes volvió a subirse al Teatro de Verano con Agarrate Catalina, murga con la que no salía en carnaval hace 11 años, y fue la gran figura de La involución de las especies, el espectáculo con el que el conjunto defenderá el primer puesto de 2020.

“Estoy contentísimo, chocho de la vida. Vengo pasando un carnaval muy feliz”, dice y resalta el hecho de poder compartir, desde otra manera, esta fiesta con sus tres hijas y con su familia toda. Enseguida reflexiona: “Esto es tan cortito y tan finito que hay que tratar de buscarle la vuelta, pasarla bien y juntarse con gente querida. Esa es la que va. Esto es tan insufrible todo (se ríe), que la única manera de sobrellevarlo es rodeado de gente crack, querida, que quieras y confíes. Si la llevás así, estás de fiesta”.

Del carnaval y más, esta charla.

—Esta semana estrenaron formalmente La involución de las especies, uno de los espectáculos más críticos y políticos de la Agarrate Catalina reciente. ¿Te sentís representado en todo lo que se dice en este texto?

—Me siento representado como parte de un colectivo. Seguro hay un montón de cosas que diría distinto, pero por suerte no escribo yo. Y la Catalina es eso: un colectivo artístico, de corazones y cabezas, que convive hace 20 años. Convive casi que de manera real y efectiva, sin despegarse, viviendo, durmiendo, viajando, sufriendo, naciendo y muriendo juntos. Y lo que lleva al escenario nos representa a todos, y si no te representa en tu individualidad, te representa en tu colectivo. Y eso es un orgullo, porque en sociedades donde estamos siempre poniendo por delante lo individual, que en un lugar, por lo menos, se le dé más peso a lo colectivo, está bueno.

A tu personaje le toca estar “del lado” del oficialismo, y entra en juego esta idea de que cambiaste y te olvidaste de tus orígenes, un discurso que ha cobrado fuerza dentro de un sector del público. ¿Cómo te llevás con esas críticas y esas miradas?

—Me parece recontra saludable, sano, lógico que aparezcan y que estén, y hay que saber aceptarlas. Lo que puedo hacer es ejercerlo con algo que observo con muchísima atención, y a veces preocupación: lo en serio que cada uno se toma a sí mismo. Me tiene alarmado lo que nos consideramos cada uno de nosotros a nosotros mismos. Entonces claro, si te considerás tan sagrado, cuando alguien dice algo de vos, te parece una ofensa horrible. ¡Lógicamente! Ahora, si te das otro lugar, eso te permite jugar con otra libertad. Y desde ese lugar me divierte reírme de mi mismo. Es un ejercicio para hacer y es bastante liberador, se lo recomiendo a mucha gente (se ríe).

—A eso se puede relacionar el hecho de que este año, en el espectáculo decidieron contestar aquellas críticas respecto a una postura “tibia” en el carnaval pasado. Cuando hay quienes terminan señalando a ese cuplé como parte responsable de la derrota de un gobierno, ¿qué pensás?

—Increíble. Ojalá la Catalina, o cualquier murga, tuviera en su pulso al electorado; estaría de más, porque si así fuese, capaz que me tiro para presidente y le pido a Yamandú (Cardozo) que me escriba un cuplé para que la gente salga a votarme. Pero por los análisis que he leído, los politólogos señalan otros factores y casi nunca ponen un cuplé de murga en los primeros lugares.

—El cambio de gobierno y la campaña por el referéndum le han dado un matiz partidizado a este carnaval, y eso repica en redes sociales donde, por ejemplo, Orlando Petinatti recuerda en sus redes aquel viejo cuplé de la Catalina sobre los menores de edad. ¿Cómo crees que le afectan las redes a una expresión popular como esta?

—Creo que la pueden condicionar como cualquier opinión, lo que pasa es que en las redes queda estampada, impresa, y muchas veces se cobra al grito y siguiendo la influencia de algunos con megáfono. Son las reglas y hay que aceptarlas y entender cuál es su rol y su juego. Y después cada uno encuentra pomo se siente más cómodo con ese juego. Yo hace un año sentí que me estaba haciendo mal, ya no publicar en Twitter, porque ni escribía, sino leer, y lo desinstalé. Me hacía mal. Y te sentís por fuera, pero después te das cuenta de que las cosas de las que estás por fuera no son las realmente relevantes. Yo no dejo de enterarme lo que pasa en el país o el mundo por no leer Twitter.

—En La involución de las especies hacés varias alusiones al presidente Luis Lacalle Pou, con quien tenés un vínculo por lo menos cordial. ¿Has hablado con él sobre el carnaval?

—No, porque tampoco los encuentros que he tenido son tantos y tan extensos como para hablar de eso. Pero sí tengo un vínculo supercordial, como con muchísima gente, y utilizamos ambos el humor para vincularnos en esos encuentros que han sido contados con los dedos de la mano. Y muy breves, no es que como un asado una vez por semana con él. ¡Es el presidente de la República! Pero algunas veces ha sabido de alguna referencia humorística que he hecho yo, y me la hace saber con el mejor sentido del humor. Porque si un presidente no aprende que tiene que aguantar lo que dicen de él, ¡se vuelve loco! Y me parece que él eso lo tiene clarísimo.

Rafael Cotelo. Foto: Estefanía Leal
Rafael Cotelo. Foto: Estefanía Leal

—A la Catalina le tocó compartir noche en el concurso con Cayó la Cabra, una murga que estuvo en la mira por la discusión sobre los límites del humor, discusión que personalmente te tocó vivir a través de tu personaje, Edison Campiglia, y aquel cuplé dedicado a Rivera. ¿Estos hechos te hicieron cambiar tu forma de pensar respecto al humor?

—Me hicieron cambiar la forma de pensar sobre todos los temas, pero no respecto a los límites del humor. Porque no es importante lo que yo cambie o no. Considero que el humor es un juego que se practica entre dos partes y que cualquiera se puede bajar en el momento que quiera. Cayó la Cabra puede hacer lo que quiera como quiera, y si a mí no me gusta, no me agrada o me resulta ofensivo, tengo derecho a manifestarlo y no hay más vuelta. Pero cuando te encontrás en el ojo de la tormenta, o en realidad en la nubecita que está arriba tuyo, eso te hace reflexionar, valorar pila de cosas, ver la gente que tenés al lado y te apoya, la gente que te pega en el piso, la que hace leña del árbol caído. Ves, evaluás, medís y te abrazás al que te abraza.

—En otro ámbito laboral, llevás dos años como director de Magnolio Sala. ¿Cuál es el mayor aprendizaje que has tenido desde ese rol?

—(Piensa) La confirmación del mayor aprendizaje que he tenido en la Catalina y en la radio: tenés que rodearte de buena gente, que meta para adelante, con valores, ética, cariño, ganas de laburar y amor por lo que hace. Porque una sala de dos años, con más de un año cerrada o funcionando a medias, solo sobrevive con eso. De otra manera es imposible: la cerrás y ponés un cyber.

—Como hombre de radio pero también como autoridad dentro del Grupo Magnolio, ¿cómo viste todo lo que ocurrió en relación a Ignacio Álvarez y la difusión de los audios sobre el caso de violación grupal?

—Suscribo todas y cada una de las palabras del editorial de Joel (Rosenberg, en el matutino “No toquen nada”) de hace un par de días.

—¿Te limitás a eso?

—Es que lo dijo tan bien, que para qué voy a agregar algo yo.

—“Afortunado en los grandes temas de la vida, flor de desgraciado en la cortita”, es la biografía que te presenta en redes sociales. ¿Por qué?

—Es un chiste, y es porque de verdad en los temas importantes de la vida tengo muchísima suerte. Soy flor de desgraciado en la cortita: piso caca, me caigo, elijo la caja lenta en el supermercado. Esas bobadas que son las que te sacan el fastidio diario pero que en definitiva, no tienen importancia ninguna. Pero tengo una familia hermosa, tres hijas alucinantes con dos madres increíbles; mis padres están vivos, sanos y fuertes y son los mejores abuelos del mundo; mis amigos son los hermanos que no tuve porque soy hijo único. Admiro a mis compañeros de trabajo, trabajo de lo que me gusta, ¿qué te parece?

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