Redacción El País
Nacho Álvarez volvió a La Pecera (Azul FM) el miércoles y llevó anécdotas que mezclaron romanticismo, turismo y una pequeña ilegalidad internacional. El periodista disfrutó de unas vacaciones por Europa junto a su pareja, Melissa de León, en las que recorrieron París, Roma y Cerdeña, y se dio el gusto de “timonear” una lancha por aguas italianas. Lo deseaba tanto que hasta "truchó" un documento para poder hacerlo.
Así lo confesó al aire: no contaba con el permiso que, según le habían informado, se requería para manejar una embarcación en el lugar. Y como para la moto de agua que tiene en Uruguay no se necesita brevet (permiso de conducir), decidió recurrir a la falsificación.
“Cualquiera anda en moto, no hay una prueba de manejo. Ahora, para una lancha, precisás brevet. Dije: ‘No lo voy a sacar ahora, no voy a hacer una prueba con el frío que hace'”, relató.
Acto seguido, confesó entre risas que fue su compañero de radio César Giacosa quien se lo plastificó, y reveló que lo llevó listo para simular ser un experimentado navegante frente a los italianos. “Questo marino, tutta la vita navigando”, pensaba decirles. Sin embargo, no hizo falta: nadie le pidió el papel. “Para una lanchita de 40 caballos no te piden nada”, aseguró, por lo que no fue necesario ir romper las reglas.
Incluso le recomendó a todo aquel que esté en un destino con costa alquilar una pequeña lancha o gomón, como él hizo, para disfrutar de los paisajes desde el agua.
“Es otro viaje, un placer. En una heladerita poníamos unos refuerzos, alfajores, birra y Aperol. Te zambullís cuando querés. Hay unos acantilados impresionantes por el mar Tirreno. Los lugares costeros, recorrelos por el agua. No vale nada: son solo 120 euros y la nafta 20”, resumió.
El aplauso a Nacho Álvarez en la Fontana di Trevi
Pero no todo fue trampa y travesura. También tuvo su momento de gloria pública cuando, en plena ola de calor romana, decidió meter la cabeza en una de las canillas que brotan de la Fontana di Trevi.
“Eran la una de la tarde, un calor de morirse. Los niños tomaban un poquito de agua de la canilla que salía de la fuente. Entonces yo fui, metí toda la cabeza y me quedé 30 segundos”, relató.
El gesto, llamativo para los estándares turísticos, fue aplaudido por los propios italianos. “Salgo de ahí y me empiezan a aplaudir. ‘¡Bien!’, me gritaban. Era como una osadía, se pasan de educados”, contó, orgulloso.
Los mitos derribados sobre los parisinos
En otro tramo de la charla, el periodista se encargó de tirar por tierra un par de mitos sobre Francia: aseguró que París es limpia y que los franceses son simpáticos.
“No me vengan con que son sucios. Salí acá a la esquina para ver lo que es mugre. Carolina —en referencia a la exintendenta de Montevideo—, una papelera cada 10 metros tenés en París y Roma. Mirá el Sena y mirá el Miguelete, a ver quién es el sucio”, lanzó, con su clásico picante.
También derribó el mito de que los franceses son antipáticos: “Una dulzura. Son tipos muy educados, cultos”, cerró.
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