Ahí Estuve
Reseña de uno de los conciertos que la cantante pop dio en Estados Unidos, en el marco de su gira Reputation
La experiencia de ir a ver a Taylor Swift comenzó en diciembre. Las ganas venían desde 2015, cuando el disco 1989 había despertado en mí un fanatismo insospechado por esta artista. Así que cuando las entradas del Reputation Stadium Tour se pusieron a la venta, primero las saqué y después resolví cómo llegar a Nueva York.
Una artista como ella no llega a estos lados.
Conseguí la entrada el 7 de diciembre del año pasado, y pasaron más de ocho meses hasta la tarde del 20 de julio, cuando me tomé el tren en la Penn Station neoyorquina, para conectar en Seacacus al transfer del MetLife Stadium de New Jersey.
No lo podía creer: iba a ver a Taylor Swift y había viajado miles de kilómetros solo para hacerlo.
Llegamos a las 17.30 al MetLife Stadium casi sin filas, sin cartera —no estaban permitidas salvo que fueran transparentes—, y nos dieron unas pulseras blancas que más tarde darían una sorpresa. Adentro esperaban la comida, el merchandising, los recuerdos inolvidables, y un escenario que desde el primer momento nos puso en modo Taylor, con imágenes de sus sesiones secretas con fanáticos y su rostro enorme en pantalla.
Pero Taylor no estuvo sola en este tour. Charli XCX —la cantante conocida por sus temas “I Love It” con Icona Pop, “Fancy” con Iggy Azalea o “Boom Clap”— saltó al escenario cerca de las 19:00, y más tarde haría lo mismo una de las artistas revelación de 2017, Camila Cabello, que con su ritmo latino dejó al estadio encendido al ritmo de su hit “Havana”, para que apenas minutos después Taylor hiciera su aparición entre tinieblas.
Taylor Swift es un ícono joven de la reinvención. Ha tomado como propia la serpiente —imagen que surgió de un enfrentamiento con las Kardashian, pero que también tiene que ver con su signo en el horóscopo chino— y ha cambiado su piel. Reputation y el show basado en el disco tienen que ver con todo ese cambio que ha tenido a lo largo de este año.
No sólo con su cambio de piel como artista, sino también con la mutación que ha tenido en la música, territorio en el que pasó de ser una chica country a una verdadera reina del pop. Este es su renacer mediático y es la limpieza de su imagen, lejos de la mirada de las revistas del corazón.
Taylor Swift apareció entre las tinieblas, encapuchada: se abrieron las pantallas y ahí estaba, recreando su reputación y tomando el control de su propia historia.
El MetLife Stadium se vino abajo y entonces las más de 55.000 pulseras en las muñecas de los asistentes se encendieron al ritmo “Are You Ready For It?”, y el estadio coreó cada palabra como respondiendo que sí, que estábamos listos. Los hits del álbum Reputation se sucedieron arrolladores, y también hubo lugar para algo del empoderamiento femenino, cuando bailarinas y coristas fueron destacadas.
Y aunque la vieja Taylor se ha declarado muerta, aún vive y eso quedó claro en un medley de “Style”, “Love Story” y “You Belong With Me”, que me hizo derramar algunas lágrimas.
Los cambios de vestuario fueron casi imperceptibles y, como una hipnotizadora de serpientes, Taylor fue y vino sobre el escenario haciendo sonar su repertorio con fuerza. Sus serpientes me hicieron reflexionar que en realidad, su nueva imagen podría haber sido la de un ave fénix, porque su aterrizaje mediático la ha hecho renacer de sus cenizas todavía con más esplendor que antes.
El despliegue de “Look What You Made Me Do” la convirtió en una verdadera reina, especialmente cuando una espectacular cobra de cuatro metros y ojos brillantes apareció en medio del escenario, otra vez reafirmando la metáfora de sí misma.
La reputación volvió a ser el tema central de conversación cuando llegó el turno de “End Game”. Y es cierto, esperé que Ed Sheeran apareciera de sorpresa y no pasó, así que debo decir que aunque la canción me encanta, la viví con algo de decepción.
Después vino mi parte favorita de la noche. Desde el momento glorioso en que Apple Music me avisó que Reputation estaba disponible para descargar (lo había comprado semanas antes), “Delicate” se convirtió en mi canción preferida. La escuché en loop por semanas, hice lo mismo cuando salió el video, y verla y escucharla en vivo fue un momento emocionante. En el concierto, durante el tema, Taylor voló, literal, dentro de una estructura luminosa que la trasladó hacia otro escenario, que justo estaba enfrente mío, para cantar una serie de temas. Fue el mejor momento.
En ese otro escenario, a escasos metros de mí y tras finalizar “Delicate”, cantó su éxito “Shake It Off” en una explosión de color y alegría, con Charli XCX y Camila Cabello y sus bailarines, y sin dudas fue otro momento impresionante, con las pulseras iluminadas y la multitud cantando.
Luego, el momento íntimo desde esa otra escenografía fue con “Welcome to New York”, la canción que abría el disco 1989 y que, según contó, tuvo un significado especial para ella esa noche, por tratarse del show apertura del tour tan cerca de la ciudad que la enamoró. De mi lado se sintió igual: había recorrido todos esos miles de kilómetros para verla, y no había parado de cantar la canción desde que había llegado a la Gran Manzana.
El concierto siguió con hitazos como “Blank Space” y “Bad Blood”, que volvieron a hacer referencia a la vieja Taylor. Hubo un pasaje íntimo en el piano, una nota errada, un volver a empezar, y la evidente complicidad en las miradas y en las pantallas. Es difícil explicar cómo un show tan estructurado e imponente es capaz de lograr tanta proximidad con tantos miles de personas al mismo tiempo.
El final, que mezcló uno de sus himnos, “We’re Never Getting Back Together” con la tenaz y dirigida a Kim Kardashian y Kanye West “This Is Why We Can’t Have Nice Things”, terminó con una fiesta de fuego, color y agua, con una casa incendiándose literalmente en las pantallas.