HISTORIA
El pogo más grande de la historia, besos robados y un camarógrafo inesperado: cuatro testigos recuerdan el show del 14 de noviembre de 1994.
Cuerpos que se lanzaban de la tribuna a la cancha, butacas que llovían sobre la multitud, un sonido indescifrable y el pogo más grande que se había visto hasta en la música nacional. Treinta canciones en una hora y una transmisión de radio que se convirtió en disco pirata. Besos robados, represión, corridas y, por encima de todo, la visita de los mayores héroes del punk rock. Los Ramones tocaron en Uruguay y, 26 años después, aquella noche todavía es un recuerdo vivo.
La historia dice que los Ramones estaban encendidos. Acababan de lanzar Acid Eaters y llevaban 20 años en la carretera con la agilidad y la energía de siempre. Joey y Johnny Ramone defendían su legado con C.J. en el bajo y Marky en la batería. Eran sólidos y efervescentes, y estaban en un momento altísimo. El final —temprano, abrupto, posiblemente inevitable— llegaría dos años después.
Entonces vinieron a Uruguay. Habían tocado en Buenos Aires para más de 40 mil personas, y no tenían idea de que acá generaban un fervor como el que experimentaron aquella noche en el Palacio Peñarol, donde el número de apertura fue una jovencísima Trotsky Vengarán.
El show, de hecho, iba a ser en el Teatro de Verano, pero dirigentes del Partido Demócrata Cristiano pidieron cambio en el entendido de que habría "posibles altercados" entre jóvenes y policías, recogió luego El País. La locación se alteró a último momento —entradas y afiches nombran al Ramón Collazo— y los desmanes, aún así, no fueron evitados.
“En el pogo más grande de la historia de la música nacional estaban todos los jóvenes ahora denominados ‘descreídos’ (sic) cada vez que asoman su cabeza rapada o los pelos demasiado largos. Por lo menos esa noche, no pareció que descreyeran de todo”, resume la crónica de El País. “Aparentemente creían en algo cuando saltaban enceguecidos unos sobre los otros, cuando alguno era llevado por decenas de manos, flotando horizontal sobre la gente hasta el foso de seguridad, cuando intentaban subir al escenario de todas las formas posibles, cuando saltaban metros desde las gradas a las canchas a riesgo de quebrarse las piernas”.
Marco Moscardi estaba ahí. Tenía 16 años, la rebeldía típica de la adolescencia, y lo que recuerda de aquel día es algo así: que le dijo a su madre que iba a lo de unos amigos, que salió del Prado hacia el centro, que cuando llegó al ingreso de la calle La Paz había un vallado lleno de policías a caballo. Que el ambiente estaba “muy pesado”.
Recuerda, también, estar en la tribuna y ser, desde el campo del Palacio, “agitado” para saltar hacia el pogo. No se animó, pero logró persuadir a un guardia para que le permitieran bajar y encontrarse finalmente con sus amigos. “Y tengo la imagen clarita de un pibe al lado mío, agitando, y que le caiga un banco arriba en la cabeza, porque los que quedaron arriba arrancaban las butacas y caían sobre el pogo”.
Aquel, que terminó con corridas de las que fue apenas testigo, fue el primer recital de una vida que estaría marcada por la música y el rock: hoy es productor y fue manager de Boomerang, la banda que abrió para los Rolling Stones en el Centenario.

Rossanna Piedra vivía en Euskalerría y en 1994 no escuchaba otra cosa que no fueran los Ramones. Tenía 15 años y le había pedido a sus familiares que le regalaran, para ese aniversario especial, la entrada para ver a la icónica banda: costaba 90 pesos (unos $ 1.700 de hoy) y era un lujo.
Rossanna, que durante años se dedicó al periodismo musical y hoy es productora en Canal 10, fue tras el show al Victoria Plaza Hotel, donde un puñado de fans aguardaba a aquellos ídolos flacos. A Joey y Johnny los vio de lejos, pero de Marky y C. J. consiguió autógrafos y al último, confiesa, le robó un beso. Alguien le sacó una foto que nunca llegó a ver.
“La emoción era de que en aquel momento, eso no pasaba”, dice a El País. “Años después entrevisté a Marky Ramone para (el sitio) Yamp! y fue como un sueño cumplido”.
Rossana, hoy, guarda todo. Guarda el afiche y la entrada autografiada. La remera que pintó a mano, vieja, también firmada. El diario íntimo en el que escribió aquella aventura, y también el casete en el que grabó, cuando ya de adulta trabajaba en la X FM, la transmisión que la 100.3 había hecho de aquella noche histórica. La grabación que ahora está en Spotify, con protagonista uruguayo.

Andrés Sanabria tenía 26 años, trabajaba para el sello Orfeo y de lunes a viernes, durante su hora libre en la oficina, se iba a conducir Rock Show en la radio 100.3, donde los fines de semana era parte de Ruta 66, el para ese entonces clásico programa de Alfonso Carbone.
Hoy, desde la oficina de Bizarro Records, el sello que fundó y dirige, confiesa que le tocó ser el comentarista de la transmisión radial del recital de los Ramones en Montevideo porque era el menos “famoso” del plantel. Dice que no se frustró, pero la noche del 14 de noviembre la pasó en el estudio, mano a mano con el operador, e hizo todo el relato sin poder ver el recital. Son suyos los comentarios que hoy están en Spotify bajo el título Twilight Zone, y que intervienen apenas los 31 temas.
Su mayor satisfacción es haber cumplido con su tarea sin haber pisado una sola canción. “Porque en aquella época Berch Rupenian hablaba más que lo que cantaban los artistas, algo que odiábamos”, dice de uno de los que más shows transmitía en su tiempo. “Entonces el día que te toca hacer algo parecido decís: no voy a estar hablando arriba de Ramones ni de nadie mientras se está transmitiendo un recital. Era una cosa que mi generación, vinculada a la música y el rock de esa época, odiaba: que en los recitales que te transmitía cualquiera que no fuera Carbone, te pisaba todos los temas y te hablaba arriba de cualquiera, de Mick Jagger para abajo”.
La historia del propio Carbone fue otra. Fue uno de los uruguayos que más cerca estuvo de Joey, a quien incluso asesoró con el repertorio, y de Johnny, a quien le sirvió de camarógrafo. “Me dio su cámara y me pidió que le filmara el concierto de arriba del escenario, o sea que me tuve que comer todo el show ahí”, relata desde Chile a El País.

Carbone, productor y responsable del extinto sello Orfeo, publicaba los discos de Ramones en Uruguay y fue una suerte de anfitrión en aquella histórica visita. Los recuerda extrañados por el fervor que generaban aquí, y los define como “muy buena gente”, “superbien dispuestos” y sencillos: “De lo más normal que he visto”.
Al show también lo recuerda así, como un típico recital de los Ramones, con una energía arrolladora que bajaba del escenario al público y volvía por todo lo alto. “Era tal la fiesta que la gente lo demostraba como podía. Fue un pogo gigantesco”, dice, y un eco de aquel hecho rockero e histórico todavía reverbera y se escucha.
Corridas y versiones de una noche alborotada
El otro recuerdo del paso de los Ramones por Uruguay está asociado a una violencia policial desproporcional a los desmanes ocurridos aquel 14 de noviembre de 1994 en las inmediaciones del Palacio.
Un diario habló de “represión sangrienta”, y aunque hubo corridas y enfrentamientos entre algunos jóvenes y algunos policías, aseguran la cobertura mediática fue más escandalosa que la propia realidad.
“En particular, este cronista entró y salió caminando hasta 18 de Julio junto a una multitud sin ningún tipo de problema”, aclaraba en su crónica de El País el periodista Leandro Delgado.