"El Seba es un hermano”, comenta Raly Barrionuevo sobre el final de su entrevista telefónica con El País. Se refiere a Sebastián Teysera y aprovecha para agradecer a “los amigos” de La Vela Puerca por haberlo invitado a su reciente show en la Plaza de la Música de Córdoba. “Estuvo hermoso”, dice sobre ese reencuentro, en el que fue invitado a interpretar “¿Ves?” y “Para no verme más”. Ya había compartido escenario y estudio con el grupo uruguayo: en 2018 participó en “La luna de Neuquén”, incluida en Destilar, el disco que La Vela publicó ese año.
Barrionuevo, referente del folclore argentino con 15 discos publicados, mantiene desde hace años un vínculo estrecho con Uruguay. Su obra está atravesada por la influencia de Alfredo Zitarrosa y José Carbajal “El Sabalero”, y su camino incluyó cruces musicales con figuras locales como Jorge Drexler, Jorge Nasser y, claro, La Vela. El año pasado sumó una nueva colaboración a la lista al grabar “El pozo”, una de las canciones más destacadas de Fe, el disco de Florencia Núñez, a quien luego invitó a participar en Mujeres caminantes, su flamante álbum de colaboraciones.
Este viernes, Barrionuevo volverá a Montevideo para presentar A solas y sin libreto, un espectáculo unipersonal que no requiere mucha más explicación que la que adelanta el título. La cita será en la Sala Zitarrosa; las entradas están a la venta en Tickantel, con precios que van de 1000 a 1200 pesos.
“Yo le mando, mínimo, dos horas... después vemos si puede ser más; canciones tengo, y ganas de cantar, también”, dice entre risas al hablar del recital. El autor de clásicos del folclore contemporáneo como “Zamba y acuarela” y “Zamba de abril” adelanta que no solo no tendrá lista de canciones, sino que aceptará pedidos del público. “Es como una obra de teatro espontáneo: el tema surge en el momento, y al estar solo en el escenario se genera una adrenalina única. Es como hacer trapecio sin red”, define.
Además de elegir el repertorio en el momento, Barrionuevo también decide su abordaje musical en función de la intuición. “Llevo un montón de guitarras con diferentes afinaciones. A veces estoy cantando, miro para atrás y digo: ‘Ah, bueno. Voy con esta’”, comenta. También tendrá un bombo legüero, una loopera que le permitirá grabar en tiempo real varias capas de instrumentos, y contará con el piano de cola de la sala. “Eso está bueno, porque varias de mis canciones las compuse con ese instrumento”, adelanta.
Algunas de esas canciones, justamente, acaban de cobrar nueva vida en Mujeres caminantes, el álbum que publicó en abril. Allí, 19 artistas mujeres reimaginan su repertorio y lo llevan a sus propios universos musicales, en un proyecto que tiene a Barrionuevo como anfitrión y sostén, más que como protagonista.
La idea surgió con la misma naturalidad con la que elige una guitarra en pleno show. En plena pandemia, cuando los escenarios estaban vacíos y la música viajaba de casa en casa, recibió un mensaje que le dio sentido a esos días. Era la cantante brasileña Thamires Tannous, que le contaba cuánto escuchaba su obra. En medio de la conversación virtual, él le propuso grabar a dúo una versión íntima de “Eva Luna”, canción publicada originalmente en Ey paisano (2004).
Algo similar ocurrió con “Niña fuego de la América sangrada”, incluida en Rodar (2012), que adquirió una nueva dimensión en la voz de Micaela Chauque. Además de cantar, la artista aportó instrumentos como el sikus y la quena. La canción se completó con un poema recitado por María Elena, tía de Barrionuevo. Ese cruce reforzó la intención del proyecto naciente, y cuando el músico llegó a seis intercambios de este tipo notó que estaba frente a un disco. Tenía, frente a sus ojos, un camino a explorar.
Así que siguió. La idea era simple: grabar un proyecto en el que él oficiara de instrumentista y productor, y sus colegas pusieran la voz. Cuando quiso darse cuenta, ya tenía 19 canciones. “Tuve que pisar el freno, porque si no iba a ser un disco de 50 temas”, comenta. Eso sí: ya piensa en un volumen dos. “Cuando hablo con mis amigos bromeo diciendo que este es un autotributo que me hago, antes de que me muera y lo haga otro”.
Mujeres caminantes no solo es una puerta de entrada perfecta a la obra de Barrionuevo; también es una excusa para descubrir a artistas como Luna Sujatovich, Paz Carrara, Maggie Cullen y Nadia Larcher. “Este disco es una celebración”, asegura. “Además, si bien todos los días me llegan versiones caseras de gente que canta mis canciones en fogones o en reuniones familiares, no es frecuente que artistas las graben en sus discos. Entonces es hermoso escucharlas cantándolas, porque le ponen su experiencia, sus luchas y sus viajes internos a cada letra”.
—Al trabajar alrededor de tus canciones, esta vez como instrumentista y productor, el proceso te llevó a ver tu trabajo como letrista desde afuera. ¿Qué reflexión te dejó ?
—Lo más positivo es que no he hipotecado mi mirada artística en ningún momento. Pude haber metido la pata muchas veces, como nos pasa a todos, pero me dio alegría saber que las canciones que he escrito han respetado las cosas que me pasaban. Hay cosas, lógicamente, que hoy escribiría distinto pero es así la vida. Me veo muy niño en algunas canciones...
—¿Por ejemplo?
—“La casa de mi madre”, que la escribí cuando era un adolescente. Al escucharla cantada por Mery Munúa me dio alegría haber escrito esa letra, que siento que va a vivir mucho más que yo. Tiene que ver con dejar un registro de mi historia porque, además, yo no tengo hijos pero sí dejo canciones. No es que me esté despidiendo, porque tengo mucho camino por delante, pero me emociona saber que estoy dejando canciones que en algún momento podrán ser escuchadas o cantadas. En Mujeres caminantes yo he elegido algunas, pero quién sabe... en el futuro alguien puede hacer una canción mía porque le toca algo de su vida, así como hoy cualquiera puede cantar una canción antigua.
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