Le robaron la guitarra y su comunidad la recuperó: Mocchi llena dos Solís con autogestión y canciones cómplices

Este sábado y domingo, Mocchi presentará dos shows de tres horas con invitados sorpresa en el Teatro Solís. En charla con El País, el artista reflexiona sobre sus canciones como punto de encuentro.

mocchi.jpg
Mocchi llenará dos funciones en el Teatro Solís.
Foto: Difusión.

Este sábado y domingo, Mocchi volverá al Teatro Solís con uno de los conciertos más ambiciosos de su carrera: un espectáculo de tres horas con invitados sorpresa. Prefiere no dar nombres, pero sí cuenta que recibirá a colegas argentinos y uruguayos, y que además de interpretar canciones de sus cinco discos, presentará temas inéditos. Aunque el repertorio será el mismo en ambas fechas, cada concierto será distinto. “Van a estar intervenidos de manera distinta por todo el equipo, desde la técnica hasta la banda”, promete.

La primera función está agotada hace semanas y quedan las últimas entradas para la segunda. Cuestan 1500 pesos y se consiguen en Tickantel. La apuesta reafirma el gran momento artístico de Mocchi y marca un nuevo hito en su camino de autogestión: volverá a llenar dos funciones en el Solís, como en 2021.

Esos logros, dice, no serían posibles sin una comunidad que va mucho más allá de lo musical. Para él, es tener un grupo de WhatsApp por cada ciudad donde toca, o saber el nombre y apellido de quienes están en la platea. Es la dinámica del “amigo invisible” que el público organiza en la previa de sus shows. Es la solidaridad cuando el momento lo exige. Y no se trata solo de lo económico, sino de otro tipo de sostén: la contención de saberse comprendido, de tener —aunque sea a la distancia— un cómplice, un oído.

Ayer mismo, tras ser víctima del robo de su guitarra, fue uno de esos grupos el que activó la búsqueda y logró localizarla en tiempo récord: un integrante dio con ella, la Policía intervino y, hasta el cierre de esta edición, estaban a punto de devolvérsela. Si todo sale bien, esa misma guitarra volverá a sonar en el escenario del Solís.

Ese tipo de respaldo también estuvo presente en setiembre pasado, cuando Mocchi vivió un momento de confirmación. Estaba sobre el escenario de la sala Eduardo Fabini del Auditorio Nacional del Sodre, presentando El frío que nos convoca, su último disco, cuando algo se encendió. En medio de “Menos mal que estamos juntes”, que condensa el espíritu del álbum, sintió algo así como una descarga. Un fervor.

Frente al público que había colmado la sala, rodeado por una banda de músicos argentinos y uruguayos, la canción —que habla de cómo las heridas duelen menos cuando hay alguien al lado— se acercaba a su fin. Pero algo lo hizo cambiar de idea. Quería prolongar ese instante de plenitud. Miró a su grupo, les pidió que siguieran, y entonces pasó. “Terminé tirado en el escenario, cantando frente a la gente”, cuenta, vía telefónica, con el entusiasmo intacto. “Fue un momento de éxtasis muy grande”.

La escena resume buena parte del camino que Mocchi construyó en estos años. No solo porque agotó la sala de teatro más grande de Uruguay con la autogestión como bandera, sino porque encarna lo impredecible de sus shows. “Toco con músicos que son unas bestias y que tienen la capacidad de seguirme en cualquier locura”, asegura. “Además de ensayar las canciones, nos preparamos para dejar las cosas abiertas por si surgen cosas que nos hacen corrernos de ese lugar. Esto no es ir a reproducir lo que está en los discos; es otra cosa: son intervenciones que surgen de forma espontánea”.

Además, Mocchi anuncia que el lunes 11 será anfitrión del festival Por un mundo mejor, en la Sala Camacuá, con la participación de cuatro de los artistas invitados a sus shows en el Solís. Quienes tengan entrada para alguno de esos conciertos accederán a un 50% de descuento.

En la previa, esta entrevista.

—En “Intro”, de 2022, cantabas: “Puse la canción en el cielo y ella me sacó a pasear”. En “Carmen”, de 2023, decías: “Canto porque me enseñaste que hay mucha gente que quiere y no puede cantar”. Entonces, en 2025, ¿qué lugar tiene hoy el canto en tu vida?

—Es una forma de encontrarme con la gente y de ponerle cuerpo y voz a lo que me emociona, me duele o me parece injusto. Cantar me permite llegar a los demás, exorcizar lo malo y liberar emociones hermosas. Con el canto como hilo conductor, me encuentro con personas y confirmo algo: no soy tan original (se ríe), siento lo mismo que cualquiera. Por eso intento comunicarme con claridad, para que lo que digo pueda llegar. Si le sirve a alguien, genial; y si no, igual me sirve a mí. Cantar me ha abierto muchas más puertas de las que imaginaba. Es una llave: abre puertas... y también mi propia jaula.

1990 también marcó un quiebre en tu forma de escribir: aparece la vulnerabilidad. ¿Qué significó ese disco?

—Mucho. Hacía años que no sacaba discos, y la pandemia me había dejado triste y sin laburo, porque vivo de tocar. Empecé a hacer vivos de Instagram para sostenerme y para no sentirme solo. Eso me conectó con la gente, y la audiencia creció. Cuando volvimos a tocar, hicimos dos Solís en 2021 y no lo podía creer: había mucha más gente. Cuando volví a Argentina, me bajé del barco y sentí que la gente me conocía. Todo eso me hizo valorar mucho más la comunidad. Confirmé que lo que quiero es estar cerca de la gente. Eso es lo más lindo que me dio el canto, y 1990 fue clave: se empezó a acercar más gente y también nacieron los grupos de WhatsApp por cada ciudad donde toco, y hoy son un cable a tierra para mí.

—¿En qué momento notaste que tu música era lugar para generar una comunidad?

—Creo que antes de 1990. En “Intro” hablo de un quiebre, de una sensación rara: que no vino nadie, pero igual es mucha gente. ¿Cuánto es “mucha” o “poca” gente? Si hay dos personas que te están escuchando, valoralo, ¡no seas sorete! (se ríe). Yo estuve mucho tiempo pensando en cómo hacer para que la gente se entere de que existo, y al final la comunidad se armó sola. No la generé yo: la generó la gente. Sí me di cuenta de que quería construir caminos alternativos para comunicar, y los grupos fueron eso. Pero se armó todo a partir del vínculo, del ida y vuelta. Y le debo muchísimo a eso.

—Dijiste que no sos “tan original” porque decís “lo que todos sienten”. ¿Por qué creés que tus canciones generan esa conexión tan fuerte?

—Creo que es mitad canciones, mitad comunidad. Las canciones son el hilo conductor, el punto de encuentro. Pero lo más valioso no es lo que digo: es el espacio que se arma. Estamos todos muy solos, todo pasa por el teléfono, y hay gente que viene más por eso que por las canciones. Les gusta crear comunidad. Pienso en mí cuando era adolescente y fumaba porro en la esquina con otra gente. Lo importante no era si me pegaba bien, era que tenía una comunidad. Con las canciones pasa lo mismo: nos conectan, y es hermoso llegar a un show y ver que la gente se conoce. Que se organice un amigo invisible se volvió un evento previo, y alguien se lleva un regalo de un desconocido. Eso es más valioso que las canciones: construye un espacio que trasciende a Mocchi. Y eso me llena el alma.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar