La primera vez que tocó en el Antel Arena fue con Julieta Rada, antes de un show de Carlos Vives, el músico colombiano al que tiene incorporado en su repertorio. En el cumpleaños de algún amigo, con el acordeón colgado, Nacho Algorta puede ejecutar vallenatos, hace bailar a la gente. Después se transforma: se viste de camisa blanca y saco negro, toma su batuta y dirige a la orquesta con la que tiende puentes entre dos mundos, el de la música académica y la música popular, detrás de esa convicción a la que se aferra desde la niñez.
“Yo recibí otra cosa de chico, otra información sobre cómo uno tiene que hacerse el juicio de las cosas, y que todas las personas son personas y que todas las músicas son música. Y que la música no es para separar, sino para unir”, dice en el patio de la casa de sus padres, en una esquina del barrio Malvín, una tarde insólitamente calurosa en la que el sol pega en la cara como si quisiera enceguecernos o iluminarnos, y a punto de regresar al Antel Arena, pero esta vez con No Te Va Gustar, como capitán de su propio barco.
El 1° y 7 de octubre, No Te Va Gustar presentará su show filarmónico en el Antel Arena. Tras haber llenado tres veces el Auditorio del Sodre y con las entradas agotadas para el 1° —quedan las últimas para el 7, en venta en Tickantel—, la banda sigue adelante con este cruce tímbrico que nació con la Filarmónica de Medellín, se vio en Colombia y Argentina y finalmente recaló en Montevideo, con músicos locales.
Aquí, en esta tierra, No Te Va Gustar se acompaña de la Selección Uruguaya Sinfónica, la SUSI, la orquesta que Algorta fue encontrando en el camino y que terminó de nacer el día que un referente del rock argentino se aventuró a nombrarla.
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Empezó a estudiar piano a la edad en que los niños recién hablan con fluidez. Tocó con bandas y artistas como Abuela Coca, Los Terapeutas, Hereford, Once Tiros, Osvaldo Fattoruso. En algún momento creyó que iba a ser concertista. Se formó en composición y dirección orquestal y a fines de 2016, con la Orquesta Participativa de Soriano, encontró la forma de cruzar todos sus caminos, todas las partes de la música que venía recorriendo.
Con ese proyecto —una orquesta regional que convocaba a talentos de distintos territorios, desde músicos profesionales a enfermeras y obreros de la construcción—, Algorta aprendió. “Tuve mucha libertad para llevar adelante experimentos con músicos que estaban muy dispuestos y tocaban muy bien, y eso te da experiencia en escribir. Fueron muchas, muchas horas de escritura”, dice ahora a El País. “Y eso te da horas de vuelo”.
Exactamente, siete años de horas de vuelo. Un buen equipaje para aterrizar en la SUSI, cuyo primer antecedente podría ser, quizás, aquella Orquesta en las Sombras que tocó en 2021 con Eté & Los Problems.
“El proceso de la Participativa se fue terminando y, de la misma manera, la SUSI fue apareciendo. Primero fue haciendo pequeños grupos para grabaciones puntuales, después para algunos eventos, y después para cosas cada vez más grandes, y las selecciones de músicos empezaron a ser parecidas, por afinidad musical y afinidad personal”, dice. “Pero se consolidó, como todas las cosas, cuando fue bautizada: en el momento en que Andrés Ciro, al costado del escenario, me preguntó qué nombre tenía la orquesta y yo le dije ‘ninguno’”.
Fue en setiembre de 2024.
Ciro y Los Persas presentaba en el Sodre su recital sinfónico, justo antes de que Andrés Ciro Martínez se entregara al regreso de Los Piojos. Convocado por la productora Piano Piano, Algorta le había armado un “dream team” para acompañarlo en los conciertos, pero era algo ocasional, de una vez. Nunca pensó en eso que para Ciro era tan evidente: darle un nombre. Enunciarla.
Así que, al costado del escenario y después de decir “¿cómo que no tiene nombre? ¡Tiene que tener nombre!”, Ciro cerró los ojos, como si estuviera invocando la inspiración divina, y de pronto dijo: “Se llama SUSI. Selección Uruguaya de Sinfónicas”.
Minutos después salió al escenario y se lo anunció al público. Así, los propios músicos se enteraron de que ahora eran eso: una selección, un equipo, pero también un grupo con el humor como estandarte.
“Creo que habilitar la alegría es algo necesario para hacer buena música”, dice Algorta en esta charla, un año después. “Si no, es imposible”.
Desde entonces, la SUSI ha ido creciendo. Acompañó a la mexicana Julieta Venegas en dos Sodres repletos —y después en una esquina de la ciudad— e hizo otros tres con No Te Va Gustar. La sección de vientos —en la que conviven, por ejemplo, Martín Morón de Abuela Coca con Oscar “Manduco” Pereyra, cuyo nombre figura en éxitos del rock y de la música tropical local—, pasó de la sala a la cancha y tocó con Jorge Drexler y la Rueda de Candombe en el Estadio Centenario. Ahora va rumbo a los Antel Arena y tiene, por delante, otra apuesta innovadora: un show de plena sinfónica junto al cantante Américo Young.
“Creo que una condición para estar en cualquiera de estos grupos es estar entregado a lo que suceda artísticamente”, dice Algorta. “Porque si venís con un prejuicio de lo que hay que tocar, no podés generar un sonido nuevo. No podés abordar ningún tipo de música pensando que ya sabés todo, porque te va a sorprender. Y si no estás preparado para la sorpresa… Los músicos, los mejores músicos, son los que manejan eso, esa cuestión, esa chispa del momento, eso de estar tocando y no pensar que porque es una canción popular no es compleja y no tengo que prestarle la misma atención, ni la misma disciplina ni la misma rigurosidad. Eso no puede suceder: tiene que ser todo lo contrario. La música es música, no importa de dónde venga”.
Algorta, que escribió los arreglos sinfónicos para los recientes recitales de Hereford con la Filarmónica, dice que no se proyecta como director de una orquesta estadual.
Él, que da clases en el Conservatorio Sur, formó parte del regreso de Abuela Coca en el Cosquín Rock, toca junto al escritor argentino Pedro Mairal y pasa los veranos frente al bar que tiene con sus amigos en Punta del Diablo, tiene clara la próxima meta: grabar, de una vez, un disco de canciones propias.
“La canción popular es todo”, dice, “y es un espacio que espero no perder nunca, porque a través de eso fue que entré a la música. Y que eso exista en mí es lo que hace que tenga tanto cariño al trabajar con las canciones de otros, porque sé lo que vale, sé lo que significa”.
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