Pedro Mairal habla de Uruguay y su nueva novela: "En Montevideo siento que el tiempo me dura más"

El escritor argentino radicado en nuestro país y autor de "La uruguaya", acaba de publicar "Los nuevos", su primera novela en nueve años y una de las mejores de 2025, sobre tres adolescentes en estado de soledad y crecimiento

Pedro Mairal
Nota a Pedro Mairal, escritor y musico argentino.
Foto: Estefanía Leal / El País

Pasaron nueves años entre La uruguaya, la elogiadísima novela de Pedro Mairal que también fue una película, y Los nuevos (Emecé, 890 pesos), su nueva novela y que acaba de editarse en Uruguay y en la que con otra extensión y otra clase de anécdota, Mairal vuelve a demostrar su capacidad para contar historias.

Ahora es la de tres muchachos sorteando como pueden y con lo que tienen ese asunto de dejar la adolescencia y hacerse grandes. Thiago, Bruno y Pilar son tres grandes personajes a los que se ubica en paisajes subyugantes, opresivos y algo tenebrosos.

Radicado en Uruguay, el argentino Mairal le cuenta a El País, el proceso de Los nuevos y en qué se empieza a sentir uruguayo.

—¿Qué es lo más lindo de estrenar un libro?

—Después de dos años de trabajar solo, me fascina que los personajes estén paseando por la imaginación de los lectores. Eso me resulta muy curioso y gratificante.

—¿Cómo es su vínculo con sus personajes?

—Con estos me pasó algo que nunca me había pasado: me encariñé mucho. Para que haya historia a los personajes hay que maltratarlos aí que Bruno se enamora hasta el tuétano y había que romperle el corazón porque si no, no hay cuento. Pero yo decía: “¿Cómo le voy a lastimar así a este chico?”. Me sentí un Dios cruel.

—¿Cómo surgieron Bruno, Thiago y Pilar?

—De manera muy extraña. Primero apareció la voz de Thiago, un chico en carne viva: se le murió la madre hace poco, lo mandan a esa felicidad obligatoria del verano, lo agarra una institución psiquiátrica, está con una bronca tremenda. No tenía planeada otra cosa que su voz pero Thiago empezó a hablar de su amigo Bruno en Wisconsin con la nieve hasta el cuello, y entró Pilar de una patada a asustarlo. Thiago me presentó a sus amigos y por contraste con la playa y el calor, funciona bien lo de Bruno con el hielo y esa soledad en el lago congelado. Y pensé que estaba bueno que Pilar terminase la historia.

—Eso que decía un dios cruel pero también tiene un lado compasivo...

—Uno está inventando destinos y esta vez me salió un costado paternal. Yo tengo 54, los personajes 19. Fue curioso cómo se manifestaron. No quiero decir que fui un médium, porque uno digita, pero sí reclamaron su voz, su historia, su espacio. Y cuando quería intervenir el escritor cincuentón decían: “Eso no va”.

—¿Es como que se fue haciendo sola la novela?

—Al principio era Thiago, luego Bruno, luego Pilar, pero quedaba medio cuadrado y previsible. Me gustó romper la novela ahí porque cuando rompés dejas que entre algo distinto, pasa algo. Este libro fue provocando su propio plan. La última parte con Pilar me dio mucho trabajo hasta que descubrí que era una chica expulsada de un lugar y otro y en situación vulnerable. Escribí tres o cuatro versiones de la última parte.Eso me llevó tiempo de mucha incertidumbre.

—¿Cómo fue el proceso de reescritura?

—Difícil, porque no podés hacerlo rápido. Cuando algo no funciona hay que dinamitar. En un momento, había un cuarto personaje en un momento: lo volé. Hasta que te das cuenta de eso, tenés que atravesar la frustración, dejar pasar el tiempo, que se te pase el enamoramiento con lo escrito y rehacer.

—Me interesó mucho la voz de los chiquilines. ¿Cómo logró que no sonaran a escritor cincuentón?

—Un libro que me gusta mucho y hace eso es El cazador oculto de Salinger. Esa voz de un chico enojado que ve al mundo adulto como una gran farsa en la que todos están actuando, todos son caretas. La voz de Thiago es la de HoldenCaufield, pero más en carne viva. Pensé no tanto en los jóvenes de hoy, sino en la mirada de la primera juventud, cuando salen solos al mundo. Solísimos.

—En la novela hay grandes escenas. ¿Cómo las integró?

—La chispa inicial de la novela se me ocurrió en Punta del Diablo, un verano muy seco. Algo me pasó ahí. Vi cómo temblaban los pastos en el viento y pensé en un chico que no quiere contar algo, un chico amordazado por sí mismo. Me pareció una idea fuerte porque la literatura es buena para lo no dicho. Después soñé con que quemaba un pueblo sin querer y eso quedó. Por contraste, apareció Bruno en la nieve, en Wisconsin, un lugar donde estuve en el invierno de 2007 y me pareció el lugar más lejos de mi casa en el que podía estar antes de volver. Y está Pilar en un escenografía que se achica: del apartamento de su abuela a pensiones cada vez más precarias. Me gusta pensar visualmente y que las escenas sean como el corazón de cada parte del libro.

—El balneario que inventó es muy Cabo Polonio..

—Sí, pero necesitaba que fuera argentino, católico, opresivo, con un costado siniestro, como esas películas nórdicas de terror que son de día. Thiago percibe algo como un lugar donde hubo muchas matanzas de animales como toda lobería y a la vez siente que hay algo raro con la gente que vivió antes. Ese lugar es el comienzo de lo que antes se llamaba el desierto, en el límite sur de la provincia Buenos Aires, el antiguo “país del diablo”, territorio mapuche. Entonces hay algo de espíritus enojados.

—La lobería, el balneario, es un gran paisaje de novela. ¿Le quedaron allí historias por contar?

—Es curioso porque tengo desprendimientos de esta novela. No sé bien si lo voy a hacer o no pero algunas cosas me gustaría. No sé si ese momento en el que transcurre Los nuevos, si no más adelante. Pero también pensé spin off de La uruguaya y nunca los escribí.

—Pasaron nueve años entre novelas. ¿Por qué tanto?

—Escribo otras cosas. Hasta que no me aparece una idea muy fuerte para una novela no escribo novelas. No tengo un método para escribirlas cada una pide el suyo. Ni tampoco un motor. Es todo a tracción a sangre. siempre estoy escibiendo cosas: artículos, columnas, canciones, cuentos, poemas, incluso libros para chicos. Estoy en trabajo permanente y a veces eso es una novela. Ya me había pasado con Una noche con Sabrina Love: se ve que cuando un libro hace ruido, necesito un tiempo de silencio. Y con La uruguaya que también tuvo película, me tomé nueve años en volver a escribir una novela. Hay algo con mi silencio y mi necesidad de recuperarlo.

—¿Y cómo influye su vida en Uruguay en su literatura?

—Mucho. En Montevideo siento que el tiempo me dura más. El tiempo es uno de los temas de los que escribo y acá lo siento de otra manera: no me gasta sino que lo voy habitando. Con todo lo que amo Buenos Aires me dejaba con la lengua afuera. Y para escribir tenés que defender tu tiempo, no dejarte invadir por los compromisos. La novela es argentina, pero hay algo del que vive afuera, y quizás en Bruno hay algo mío de extrañar. Pero cruzo bastante seguido y me gusta caminar por la Buenos Aires que no es noticia, la que está lejos de los problemas que me llegan por la televisión.

—¿Y Montevideo también la camina?

—Acá todo me resulta fascinante, en el sentido que sigo sintiendo la cercanía, la familiaridad y la diferencia. Y voy descubiendo barrios. Tomaba clases de música en elPrado y de ahí vi como enganchaba hasta Capurro y cómo de ahí llegaba hasta el río. Y había una Montevideo distinta. Es una ciudad cifrada, reservada, no evidente. Y eso lo siento con la propia personalidad montevideana.Cuando alguien me reconoce en la calle.En Buenos Aires en 20 segundos estoy grabándole un video a la cuñada que es mi fan.El montevideano me saluda muy tímidamente, mucho más precavido.

—¿Y usted se volvió más montevideano?

—Algo. El tono se me pega y aunque me encanta ir a Buenos Aires, a la semana quiero volver a este tiempo.

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