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Mau y Ricky, los encargados de devolverle el baile a Montevideo: así fue su show en vivo

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Mau y Ricky en el Antel Arena. Foto: Antel Arena
Raúl

EN EL ANTEL ARENA

Los hermanos Montaner se presentaron por primera vez en Montevideo, este martes en el Antel Arena con entradas agotadas y muchos hits

Pasaban apenas 20 minutos de show y Mau y Ricky ya parecían haberlo dado todo. En su primera presentación en vivo en Montevideo, esta ciudad a la que, dijeron luego, están ligados directamente, pisaron fuerte dispuestos a cumplir con esa promesa que le hicieron días atrás a El País: la de dar el mejor recital de su carrera hasta ahora.

Después de su actuación en el America Rockstars de Punta del Este, un evento que no le fue ajeno a la controversia por los aforos y la aglomeración en tiempos pandémicos, los hijos de Ricardo Montaner llegaron a la capital para confirmar que ese buen momento que viven en la música latinoamericana también tiene su réplica por aquí.

Mau y Ricky en el Antel Arena. Foto: Antel Arena
Mau y Ricky en el Antel Arena. Foto: Antel Arena

Lo lograron con dos horas de éxitos, un montón de visuales y un Antel Arena repleto, que bailó y coreó cada una de las canciones y respondió con entusiasmo a las dinámicas planteadas. Fanáticas y fanáticos gritaron cuando hubo que gritar, susurraron cuando la dupla lo pidió, se entusiasmaron con cada declaración de amor que escucharon o con cada gesto de sensualidad, y reaccionaron con un silencioso respeto cuando ya sobre el final, llegó la hora de hacer una oración a Dios.

En alguna emisión de la última temporada de La Voz Argentina, el programa que los tuvo de coaches, Mau y Ricky dijeron que no serían los mejores cantantes del mundo, pero que a la hora del show en vivo era difícil ganarles. En Montevideo dejaron en claro que algo de razón tenían: el repertorio tocado fue prácticamente un greatest hits de la movida urbana, y la energía —esa que a los 20 minutos de iniciada la fiesta hacía parecer que ya habían dado todo— se mantuvo en lo alto por dos horas.

Mau y Ricky en el Antel Arena. Foto: Antel Arena
Mau y Ricky en el Antel Arena. Foto: Antel Arena

El concierto de los venezolanos empezó poco después de las 21.30, cuando las largas filas que ocupaban el exterior del Antel Arena se haban disipado y cada uno estaba en su lugar. Antes había pasado Fede D'Angelo con un set pop que amenizó la espera de una velada que respetó protocolos: el uso de barbijo fue obligatorio y el aforo fue reducido, con una serie de asientos vacíos e intercalados en cada fila. Esta vez, eso sí, se permitió bailar en el lugar y eso le dio a la noche de martes un ansiado espíritu de fiesta.

Tras unos minutos de expectativa en los que no faltaron palmas a destiempo y gritos de ansiedad, un audiovisual sirvió de antesala para que Mau y Ricky salieran a escena al ritmo de "La boca". Fue el primero de una veintena de temas que hicieron mientras bailaban y corrían de una punta a la otra del escenario, que para la ocasión lució dos niveles hechos de pantallas led y en los que se distribuyeron los cuatro músicos que acompañaron al dúo (teclado y batería en la planta superior, guitarra y bajo en la planta inferior).

"¿Vinieron o no vinieron esta noche?", preguntaron al cabo de dos canciones, y recibieron de vuelta un aplauso largo y una ovación que se correspondió con la alegría de la propuesta. "La grosera", "Me enamora", "Tres de la mañana", "Bota fuego", "Recuerdo", "Mi mala", "Mal acostumbrao", "Papás", "Sin querer queriendo", "Ya no tiene novio" y "Fresh", dedicada a los niños en sala, fueron parte de los hits que hicieron mover a la multitud. Las voces de Tini, Lali o María Becerra sonaron desde la pista en los featurings correspondientes, pero el dúo nunca paró de cantar para cubrir cualquier espacio posible.

La noche tuvo tiempo para un fragmento a capella de "Hoy", tema del proyecto previo a Mau y Ricky, MR. Lo hicieron para complacer un pedido del público y aprovecharon para contar que esa letra, justo, la escribieron años atrás en Montevideo.

El recital también incluyó un set acústico, para el que subieron al escenario a tres chicas del público, aparentemente elegidas en el momento. Una estaba en su despedida de soltera —de esa situación sí se habían enterado de antemano, vía redes sociales— y otra, Guadalupe, resultó ser cantante y se sumó a la versión de "Dolería". "Esto podría parecer planeado, pero te juro que no", prometió Ricky Montaner; el lector decidirá si elige creer en las casualidades.

Ese set fue el quiebre que dividió la estética de dos bloques bien definidos: si la primera fue puro pop reflejado en los colores vibrantes y en los dibujos que tiñeron la escenografía, la segunda fue rockera. Eso se hizo notar en un cambio de vestuario, en la propuesta escénica, pero también en un largo juego que permitió que Mau y Ricky se lucieran en sus instrumentos: el primero en la batería, el segundo en la guitarra. La demostración de los solos se intercaló con una suerte de rutina de comedia con una enérgica versión de "De música ligera" de Soda Stereo, el toque distinto en una velada de sonido urbano.

El otro pasaje que marcó la diferencia fue el que hicieron ya sobre el cierre. Sentados al borde del escenario y envueltos en un Pabellón Nacional, entonaron una parte de"Amén", ese cántico que grabaron junto a su padre Ricardo, su hermana Evaluna y el esposo de esta, Camilo. El tema fue el corolario de un largo agradecimiento a Dios por el presente que atraviesan y por cada una de las personas que, en pandemia, decidieron ir a verlos. 

En esa instancia, Mau recordó que sus padres lo llamaron Mauricio por un niño que Montaner conoció en Uruguay, y dijo: "Yo tengo algo en el corazón que está hilado directamente a ustedes, y estoy seguro que mi hermano también". Fue un momento emocional que dio un pequeño respiro de cara al cierre, a todo color y confeti con "Desconocidos".

A la salida del Antel Arena, con la energía del baile todavía en el aire, lo que quedó fue una sensación de colmada expectativa. Mau y Ricky demostraron, a puro profesionalismo y actitud, que el vivo es su fuerte, y pusieron el carisma y el oficio sobre el escenario en un show prolijo y compacto que entre hits y barbijos, trajo de vuelta esa sensación de añorada normalidad. Eso, hoy, ya es bastante.

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