Al rescate de las cosas que no sirven para nada: Mariana Lucía y un disco que dice mucho en apenas 22 minutos

La cantante Mariana Lucía presenta en vivo su nuevo disco, "Sirve para nada, não", este sábado en la Zavala Muniz. Antes charló con El País sobre sus gestos políticos y la importancia de la comunidad.

Mariana Lucía - Sirve
Mariana Lucía junto a Lucas Vidal (izquierda) y Nico Constantin.
Foto: JuanDi Duarte

Cinco años después, los primeros versos del último disco que había editado Mariana Lucía hasta ahora, La eternidad y sus tantos sentidos, se leen como una profecía. Dicen: “Despierto a tiempo en el Sur / Qué privilegio es este cielo azul / Soledad, no tengo más miedo de ti, / sé que tenés que repartir el mazo de tus cartas”. Salieron en el mismo mes en que explotó la pandemia del covid y, con ella, el confinamiento, la soledad más profunda, la conciencia plena de aquellas cosas —como el cielo— que en cierta forma se daban por sentado.

Ahora, cinco años más tarde, su nuevo álbum no es consecuencia directa de la pandemia. Sin embargo, procesa algunas cuestiones del nuevo mundo y, frente al advenimiento de la inteligencia artificial, reniega del aislamiento y reivindica la comunidad. Sirve para nada, não tiene una carga política que se despliega en varios niveles —explícitos e implícitos, íntimos y expansivos— y que también tiene que ver con salir del encierro. De otro tipo de encierro.

O como ella misma dice: “Estaba en un mundo doméstico, muy indoor, y el año pasado hubo algo que irrumpió”.

Cantante, compositora y docente brasileño-uruguaya, Mariana Lucía —una de las voces más singulares de la escena y con un proyecto, reconoce ahora, más bien indie— venía trabajando mucho desde su hogar. Daba clases, hacía casi todo desde su propia guarida y, además, atravesaba la maternidad. Pero en 2024, con su hijo ya más grande, hizo movimientos. Terminó la carrera de Lingüística, empezó a dar clases en la Facultad de Comunicación y, al mismo tiempo, aceptó que había que hacer algo con ese teléfono celular atiborrado de ideas: “divagues, versos sueltos, protocanciones”.

Fue un momento, dice, de materializar, de concretar aquello que estaba en el aire. Entonces nació un disco.

Sirve para nada, não, que salió a comienzos de julio y se presenta en vivo este sábado en la Sala Zavala Muniz del Teatro Solís, tiene dos guardianes: Lucas Vidal, músico y productor del álbum, además de pareja de la cantante, y el baterista Nico Constantin, su amigo, como un tío para su hijo.

“Esto es una gran familia”, dice Mariana Lucía y se ríe como si esa fuera la frase más descabellada del mundo.

“Me di cuenta de que yo puedo hacer las cosas en comunidad”, dice después. “No tengo la energía de estar sola remándola. Es una concepción y hasta un posicionamiento medio político: tiene que haber comunidad. Y cuando además criás un hijo, necesitás hacer comunidad. Y para mí, que siempre hice lo que se me cantó, que siempre tuve esa cosa medio salvaje, ermitaña, fue tremendo aprendizaje”.

Eso, lo que descubrió en el proceso, es parte de esta mirada política que atraviesa el disco. Otra es el anclaje binacional. La docencia en un curso de comprensión lectora del portugués y su acercamiento a la poesía que escribió, a fines de los setenta, un grupo de personas en situación de calle en San Pablo, convergieron en un acercamiento a su memoria emotiva del portugués (Mariana nació en San Pablo y creció en Río de Janeiro; su madre es de Tomás Gomensoro, Artigas, y su familia habla en portuñol).

Mariana Lucía
Mariana Lucía para el arte de su nuevo disco, "Sirve para nada, não".
Foto: JuanDi Duarte

Al final Uruguay, dice, es un país bilingüe. Su nuevo disco también: cuatro temas en español (incluyendo uno, "Inocente", con Fede Morosini de Julen y la Gente Sola) y cuatro en portugués completan un trabajo al que no le interesa en lo más mínimo la pulcritud de la belleza. Propone canciones electrónicas y acústicas de estructuras rarísimas, que a veces se sienten como estar descalza en la mitad del bosque, y otras, como si hubiera que romperlo todo.

Hoy que la perfección es posible —se afina con autotune, se limpia con tecnología cualquier tipo de falla—, entonces lo áspero, respetar el error, será lo que nos recuerde que seguimos siendo humanos. "Esa cosa que empieza a pasar de estar cada uno en su mundo, aislado, con la atención muy tomada por el celular, te empieza a hacer sentir desvinculado", reflexiona. "Y a mí esto me tiene que rendir en el alma. No tengo ganas de hacer música para las redes".

Sirve para nada, não, como concepto, es otro gesto político. “Yo necesito tener cierto interés para estar erguida, con ganas, porque si no, la vida es una putada”, dice. “Y ahí me di cuenta de que la fuente a la que voy a beber está recontra ninguneada: la poesía, la sensibilidad, el cariño. Todo el tiempo se está hablando de resultados, de medidas, de un éxito cuantitativo. Entonces el título es recontra político en ese sentido. No me da plata, pero me mantiene despierta. Y ese es el motor”.

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