La que le gana al tiempo: cómo Lali, sin concesiones, construyó uno de los shows más contundentes de la región

El 6 de diciembre se presenta en la Rambla con su nuevo disco, "No vayas a atender cuando el demonio llama", como bandera. ¿Qué convirtió a Lali en una de las artistas claves de su época?

Lali en Vélez
Lali en vivo durante su concierto del 7 de setiembre en Vélez Sarsfield.
Foto: Marian Landet

Desde Buenos Aires
En 2017, Bruno Gelber le dijo a Leila Guerriero, para su libro Opus Gelber, lo que había dicho otras veces: “Lo que sentís tenés que pasárselo a los demás. Es lo mismo que si hacés el amor con alguien. Tenés que pensar que la otra persona siente. No solamente morirte de placer vos. Hacer vibrar a los demás es una misión”. El brillante pianista argentino le hablaba del oficio de tocar, de cómo se interpreta una pieza clásica para el mundo.

Es domingo 7 de setiembre y mientras veo a Lali en el estadio de Vélez Sarsfield, solo puedo pensar en eso.

Una hora antes de que comience el show, cuando las luces del estadio todavía dejan en evidencia las placas de plástico blanco que cubren el campo de juego y el color negro como un denominador común de vestuarios que, cada tanto, le hacen lugar a una estrella rosada, una peluca celeste o un abanico multicolor, una mujer sonríe. Posa. Tiene una cartulina blanca, escrita a mano en trazo fino, sencilla. Dice: “Lala, estoy acá en representación de mi hija que vive en Berlín”.

En dos años, desde aquel primer Vélez solitario que hizo en 2023 hasta ahora, el público de Lali (33) ha tenido una profunda mutación. Su ejército ya no es de mujeres y disidencias millennials que crecieron junto a ella con Casi Ángeles o Floricienta o Rincón de Luz. Ahora, su ejército es un campo amplio sembrado de parejas heterosexuales, representantes de la comunidad queer, madres y padres con hijas e hijos de todas las edades y procedencias, abuelas que se terminan haciendo virales en TikTok.

¿Qué tienen en común todos ellos? ¿Qué cosa ve toda esa multitud en alguien como Lali?

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“Hacer vibrar a los demás es una misión”.

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Durante el último show en Vélez, el mismo show que llegará a la Rambla de Punta Carretas el próximo 6 de diciembre, Lali es presentada de varias formas: “tu popstar favorita”, como en la introducción de su último disco No vayas a atender cuando el demonio llama; “nuestra gladiadora del pop”, en la lengua karateca de Moria Casán; y también “la guerrera más brava”, “la villana de Parque Patricios”, “un metro y medio de pura potencia”, como la describe un locutor con voz de televisión.

En el escenario, exhibe esas y otras personalidades en función de lo que la música demande. Cowboy combativa, princesa de un mundo en pedazos, rebelde con causa, jefa, femme fatale, heroína y pueblo, cuando baja del escenario y se entrega al público separada apenas por una valla, las manos se estiran como para quedarse con algún pedazo suyo y Lali abre los ojos y se ríe, como si hubiera placer en la lava del volcán.

Su nuevo espectáculo, la presentación de No vayas a atender cuando el demonio llama, se ha refinado con las semanas y luce mucho más imponente que cuando estuvo en junio en el Antel Arena, con entradas agotadas. Arreglos que revitalizan las canciones, interludios instrumentales de un swing arrebatado, el ingreso de dos temas (“Payaso”, “Vencedores vencidos”) y un fulgurante body argentino donde antes había microshort y remera le aportan lo suyo al que hoy es uno de los mejores shows de la región. Un espectáculo integral, que tiene al mismo nivel la música, el baile, la interpretación, la puesta en escena y el oficio, junto con todo aquello que no se entrena —el carisma, el encanto, el magnetismo—. Y también con el contenido.

Vuelve a Montevideo

Los detalles del show que dará Lali en la Rambla

Tras agotar entradas para el show que dio en junio en el Antel Arena, donde presentó su nuevo disco, Lali anunció su regreso a Montevideo. El sábado 6 de diciembre actuará en la Rambla de Punta Carretas, un predio que no le es ajeno, pero en el que por primera vez estará por cuenta propia.

Será su recital individual más convocante en el país y la preventa de entradas comenzará mañana lunes a las 12.00 en Redtickets, exclusiva para BBVA y con dos precios: $ 1.900 las generales y $ 3.500 las preferenciales. La venta general se habilitará el martes a mediodía. Produce Gaucho.

Su anterior paso por la Rambla fue en 2023, en el marco del festival municipal Acá Estamos del que también participaron Daniela Mercury y Laura Canoura, entre otras artistas, y que desató polémica por los cachets pagos.

Aquella visita se correspondió a otra era musical y esta, la actual, está surcada por el rock. El recital dura dos horas, supera los 30 temas y se concentra en el repertorio de No vayas a atender cuando el demonio llama y Lali, recuperando clásicos de A bailar y Soy. La acompañan una contundente banda con especial destaque para sus guitarristas mujeres, y un cuerpo de baile capitaneado por Denise de la Roche que es parte esencial de la impactante puesta.

Diez días después de la Rambla, Lali volverá a hacer otro Vélez agotado.

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“Lo que sentís tenés que pasárselo a los demás”.

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En una entrevista reciente con SoundExchange, la cantante argentina Marilina Bertoldi dijo: “Este es el momento de las mujeres. El rock es sobre rebeldía, sobre hablar de las cosas más incómodas, sobre alumbrar aquello que no está iluminado. Y no hay nada rebelde que un hombre pueda decir ahora”.

Blanco de crítica favorito del presidente argentino Javier Milei y los libertarios desde que, en 2023, reaccionó al resultado de las elecciones (“Qué peligroso, qué triste”), Lali ha respondido a los embates con música, su campo de batalla.

Los ejemplos más claros están en “Fanático” y en la flamante “Payaso”, un tema que guardó durante dos años, lanzó en fin de semana de elecciones y dice cosas como “te queda grande el disfraz”.

Y otra vez en los últimos Vélez, donde arriesgó al meterse con uno de los patrimonios musicales más sagrados del argentino: Los Redondos. Sacando a relucir sus graves, y en plena veda electoral, versionó “Vencedores vencidos” y se sumergió en la espesura de la farsa actual, el teatro antidisturbio y el valor de lo colectivo, una filosofía que atraviesa su nuevo disco.

Lali
Lali en vivo en Vélez.
Foto: Marian Landet

Lejos de ceñirse a la coyuntura y al discurso —en los Vélez convocó a sus seguidores a colaborar para la campaña “Ningún pibe con hambre”: se recolectaron dos toneladas de alimentos—, el gesto político de Lali es un músculo en entrenamiento hace largo tiempo.

De hecho, uno de los momentos más especiales del show ocurre alrededor de un hit de 2016: “Soy”, un canto a la libertad que se volvió himno LGBTQ y que fue copando espacio en vivo hasta volverse clave. Ahora, cuando “Soy” suena, Lali cede el protagonismo a un plantel de drag queens y “mostras” que salen con hambre a devorar el mundo, un torbellino multicolor que toma el escenario y, en Vélez, contrasta con los datos crudos que las pantallas exhiben en blanco y negro: en Argentina se cometieron 102 crímenes de odio en 2025.

Tras el show del domingo, un usuario de X llamado @estebanscu tuiteó: “En los 90s, la música con mensaje político era rock. Hoy, la artista más política es una mina de metro sesenta que canta pop rodeada de gays que voguean. A este país lo vamos a sacar adelante las minas y The Gays”.

Y quizás ahí se esboce una respuesta. En un tiempo de ferocidad industrial, donde lo único que parece decirnos algo es la posición en la lista de Spotify, la cantidad de escuchas, Lali ha construido un imperio pop sin concesiones. Una propuesta que hace evidente que no hay que reprimir el baile, ni censurar la sensualidad, ni ensombrecer el brillo para ser una fuerza bruta capaz de sacudir cimientos. Y que prueba que la solemnidad no es el único camino hacia la trascendencia, ni la fórmula el único atajo a la popularidad.

Esa idea baila alrededor de “33”, cuando Lali canta “Y ahora soy yo la que le gana al tiempo”, y las 45.000 personas que llenan Vélez se entregan al pogo y se encuentran, todas, en un mismo sentimiento, una mezcla de convicción y nostalgia de ese instante que está a punto de desvanecerse.

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