La historia de "Gusano Loco", el disco de Níquel que nació de la urgencia y cierra su círculo en el Parque Rodó

Jorge Nasser repasa la historia del disco de 1989 que con el que siente que encontró su voz como autor, y que tocará este domingo por completo en Plaza Mateo. La apertura estará a cargo de Algodón.

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Claudio Cabral, Pablo Faragó y Jorge Nasser en 1989.
Foto: Archivo El País.

Cuando a Jorge Nasser le llegó la propuesta del equipo de Plaza Mateo, no lo dudó. “Es un tema de proximidad”, asegura recostado en el sillón de su living mientras esquiva, como puede, los rayos de sol que se cuelan por la ventana y le bañan la cara. “No vamos a tener otra chance en nuestras vidas de estar tan cerca del Gusano Loco tocando el Gusano Loco... Había que hacerlo”, dice antes de pararse a buscar su guitarra. “Así que estamos ensayando las canciones como eran, buceando en esa sonoridad y dispuestos a tocar el disco entero. Es toda una aventura y una inmersión, porque hay que meterse en la poética de ese momento tan especial para Níquel y para mi carrera”.

Cuando vuelve al sillón, con el instrumento en mano, su perro lo sigue al costado, como si supiera de memoria que la música está por venir. Nasser se ceba un mate y, antes del primer sorbo, ya está rasgueando un ritmo tenue. Balbucea algunas frases de “No estoy muerto”, reconstruye la intrincada progresión de acordes, se detiene y vuelve a empezar. “Hubo que hacer un recall”, dice, entre risas. Luego se lanza sobre “Doña Teresa”, que define como un “blues cósmico con armonía bastante soul”. La voz le sale medio hablada, como si más que una melodía, estuviera tanteando un recuerdo.

Ese gesto —entre la evocación sonora y la revisión atenta— es también el que atraviesa esta charla con El País: un diálogo que revisita Gusano Loco desde la memoria, sí, pero también desde el análisis en presente. La excusa es el show que Níquel ofrecerá este domingo en Plaza Mateo, donde no solo interpretará por completo aquel disco de 1989, sino que también incluirá las infaltables “Lluvia de amor”, “Nancy & Sid”, “Amo este lugar” y “Candombe de la Aduana”. Será un recital compartido con Algodón, la banda que lidera Paul Higgs, a quien Nasser define como un continuador de la tradición del rock uruguayo.

El concierto comenzará a las 20.00. Las entradas se venden por RedTickets y hay una promoción de 2x1 a 800 pesos. Un gran plan de domingo en el Parque Rodó.

En lo primero que piensa Nasser cuando habla de Gusano Loco es que fue allí, en ese trabajo, donde finamente encontró su voz. Así lo comenta, en tercera persona, como si aquel treintañero de pelo teñido y estilo punky fuera otro. “Fue ahí cuando el autor empezó a hacer canciones que le gustaban y que tenían la pilcha musical para lo que el tipo realmente era. Porque, de repente, en los primeros discos, la cosa era más tambaleante y balbuceante”, admite.

Es que Nasser, hoy hoy vicepresidente de River Plate, tuvo que atravesar varias metamorfosis antes de llegar a las radios uruguayas. Se había radicado en Buenos Aires en 1977, y se repartía entre periodista para la revista musical Expreso Imaginario e ilustrador para proyectos como el disco Mercedes Sosa en Argentina (1982). Iba y venía, y en esos viajes conoció a Jaime Roos, quien no solo le produjo su debut Era el mismo (1984), donde ya asomaba su interés por el candombe y el folclore, sino que luego lo invitaría a sumarse a la banda que grabó la aventura bien ochentera de 7 y 3 (1986).

Ese mismo año le dio forma a Níquel, que nació como trío con el argentino Pablo Faragó en guitarras y la uruguaya Estela Magnone en teclados; los tres habían tocado en el disco de Jaime. La influencia, dice Nasser, era clara: The Police, B-52’s, Talking Heads. Sus primeras dos canciones, “Héroes porteños” y “Milonga del paranoico”, grabadas para el compilado Rock 3 (1987) que salió por Orfeo, lo reflejan.

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Níquel en la época en que Estela Magnone era tecladista del grupo.
Foto: Archivo El País.

En 1988, con el ingreso del baterista argentino Claudio Cabral y luego de que les devolvieran su contrato con el sello, llegarían a otro llamado Discovery, con el que lanzarían Níquel, un disco inconseguible del que Nasser llegó a renegar durante años. La banda se reformuló tras la salida de Magnone y se convirtió en un power-trío dispuesto a renacer.

“Me acuerdo de haber escuchado el primer álbum de Níquel en la sesión de master que se hizo en Buenos Aires, y decir: ‘Qué raro que está esto’. Algo parecido me había pasado con Era el mismo, pero con Gusano Loco fue diferente: lo sentí como una especie de final feliz de aquella primera etapa”, asegura.

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Níquel junto al Gusano Loco.
Foto: Archivo El País.

Define ese disco como un “chau Níquel; hola, Níquel”, una bisagra. “Hasta ese momento yo era casi un imitador de Sting: tenía el pelo pintado, tocaba el bajo y componía en esa línea. Pero me reencontré con el rock suburbano que me había marcado de pibe y que en esa época estaba un poco sepultado”, dice. Nombra a Manal, Vox Dei, Pappo’s Blues, Días de Blues. “El ingrediente secreto fue traer ese sonido de raíz y combinarlo con la actitud rebelde y confrontativa que se vivía entonces. En el fondo, era un power trío como The Police, pero que se acordaba del sonido fundacional”.

Ese equilibrio fluye y atrapa. El costado blusero —una rareza en aquel contexto musical— atraviesa canciones como “Por qué no puedo amarte”, “Tan callada” y “Doña Teresa”. A la vez, el pulso new-wave marca temas como “Detrás de una cortina”, “Hasta mañana” y “Sin mí”, con guitarras rabiosas pero contenidas, líneas de bajo rítmicas y batería bien al frente. La síntesis de ambas búsquedas se da en la versión de “Con esa voz”, el clásico que Los Delfines lanzaron en 1972 y que Níquel revitaliza en un tema con gancho radial y digno de desatar pogos.

El abordaje musical y letrístico de Gusano Loco —que no solo parte de la obstinación, sino que se carga de la ironía más filosa de Nasser— refleja la urgencia con la que se gestó. El disco se grabó y mezcló en apenas 70 horas. “Era un momento muy intenso: había que hacer canciones y chau, no había lugar para el análisis”, dice. Tal vez por eso ni siquiera recuerda qué lo llevó a escribir la canción que le da nombre. “No sé por qué mi atención se fijó en ese juego”, admite. “Debo haber llevado a mi hijo Francisco al Parque Rodó, y de ahí surgió esa poesía que está apoltronada en el sillón de la ironía... y es un poco kitsch”.

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Níquel en el Parque Rodó.
Foto: Archivo El País.

Se entusiasmó tanto con la idea que mandó a hacer remeras y, “en pleno frenesí en el estudio”, quiso cambiarle el nombre a la banda. Propuso que Níquel pasara a llamarse Gusano Loco. No prosperó.

De lo que también se acuerda es de otra inspiración insoslayable: los delirantes parlamentos del bandoneonista Walter Bonfiglio en su programa de CX 46. De ahí salió “Hay una falla en tu mente”, con aquel mítico “¿Por qué no dicen que hay una falla en la gente?”. En Gargoland, el siguiente disco, repetirían la experiencia con “Amigo Mix”, musicalizando frases como “Sésamo ábrete” y “Abrí que me estoy mojando”.

Son esos destellos —la urgencia creativa, la ironía como escudo y las buenas canciones como motor— los que Niquel promete revivir este domingo. Porque Gusano Loco volverá a sonar donde todo empezó: justo a metros del juego más uruguayo de todo el Parque Rodó. Es un círculo que se cierra.

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