Cuarenta años para un cantor popular es un montón, reconoce Chaqueño Palavecino, el músico argentino que viene a Uruguay a, justamente a festejar esa cantidad de años de cariño de la gente. “Nunca pensé que iba a ser tanto”, le dice el cantor con la elegancia de su tierra, de sombrero y poncho infaltables.
El festejo será el miércoles 30 de julio a las 21.00 en la sala principal del Auditorio Adela Reta. Las entradas están en Tickantel y hay varios sectores agotados. “Sé que van a venir de todo el Uruguay”, dice y seguro tiene razón. “Siempre me han recibido muy bien”.
“Venimos con unas 30 personas entre bailarines y músicos”, le conto Palavecino a El País. “Me gusta que haya un enlace entre música y danza. Que se exprese el cuerpo con lo que expresa un intérprete. Es una conjunción muy bonita porque en tres minutos de canción pueden pasar cosas increíbles”.
Palavecino es uno de los grandes folkloristas argentinos en actividad. Heredero de varias tradiciones de su pago allá en el Norte, surgió en la década de 1990 como parte de esa renovcación del género que vino conSoledad y Los Nocheros y desde entonces, su éxito se ha mantenido inalterable. Es un referente en lo suyo.
Sobre sus orígenes, Palavecino charló con El País.
—Cuénteme de su pago.
—Vengo de un punto tripartito entre Bolivia, Paraguay y Argentina, en el noroeste. Esa zona se empezó a poblar cuando aún éramos territorio nacional, no provincia. Fue Perón quien convirtió en provincias a Misiones, Chaco, Formosa en 1952. Nuestros mayores fueron únicos: mujeres y hombres en medio del monte duro, con escasez de todo. Pero la naturaleza les daba lo suyo también. Soy cuarta generación de aquellos que fueron mandados por Roca a poblar la frontera.
—¿Y cuál era la música allá en el norte?
—El violín, las coplas sin duda heredadas de los españoles, las cuartetas. Y cuando no había instrumentos, se silbaba, o se tocaba una armónica porque no había en la familia nadie que tocara algún instrumento.EnSalta capital, sobraban los músicos pero donde vivía yo no sobraba nada. Pero entendimos que la música es parte de la vida y yo vengo de ahí, de cantar coplas. El sonido del violín se te mete en el alma. Esos violineros aprendían de oído, y se armaban reuniones cuando alguien organizaba una fiesta. El grande y el joven se preparaban porque sabían que iba a haber gente.
—¿Cómo era la vida?
—Se casaba joven y como se decía “el que se casa, casa quiere”. Tres horcones, un quinchado, el nuevo ser, y dos animalitos que le daban sus padres, y así se comenzaba.
—Y mucha música...
—Podía faltar todo, menos la música. La música te hace olvidar todo. Era una música de nuestros mayores que ellos mismos fueron armando esas melodías que uno se pregunta de dónde salieron.
—Y se fue para el pueblo.
—Sí, por enfermedad de mi madre porque no había médico, ni enfermero. Llegamos al pueblo a buscar el pan nuestro de cada día. Trabajaba en un aserradero, ayudaba a mi hermano mayor haciendo postes. Llegué al pueblo a los 12 años, y a generar el mango cada día. Y otra vez la música nos hacía olvidar de lo triste. Y en la escuela, apareció una maestra de música y más adelante fue juntarse con un amigo, un pariente. No había muchos lugares ni músicos para nuestra música. Y así me fui buscando la vida.Fui desde lustrabotas hasta colectivero llegando a Buenos Aires desde el Norte. Pero nunca dejé de lado lo mío. Me gustaba manejar el colectivo, también era parte del arte, aprendí a tener ese código, a conocer a la gente.
—¿Y cuándo se dio cuenta de que podía ganar dinero con la música y dejar lo otro?
— Cuando los aplausos empezaron a ser diferentes, favorables hacia mi. Tenía 24 años y si alguien me decía que había una guitarreada, me bajaba del colectivo como estaba, con el uniforme de camisa celeste y pantalón azul, me iba a las peñas. Un muchacho del barrio me invitó a cantar dos temas que había aprendido con él. Me presentó como “un muchacho que anda en los ómnibus”. Y ahí vi que los aplausos eran distintos y decidí armar mi grupo. Pero no había con quién, no había músicos de oficio y mi estilo era diferente, al venir de esa zona del Chaco. Pero Dios quiso que yo fuera un pregonero de lo nuestro. Y un día enTucumán, alguien me dice porque no grababa y yo no tenía un mango pero dije que si me cruzaba conFernandoMato, un productor muy conocido, lo hacía.Yestaba ahí. Lo que me cobraba era tres sueldos míos pero sin dudar le dije que sí. Y ahí grabé mi primer cassette y el segundo que entró más en Bolivia que en Argentina. Con el tiempo fuimos a Cosquín.
—¿Y cuánto demora en llegar a Buenos Aires?
—Bastante. Cuando ya era Consagración, cuando sale “Amor Salvaje”. que ya tiene 28 años. Ya tenía otros éxitos pero “Amor Salvaje” salió a nivel nacional. Fue fuerte porque era la época de Soledad, que era imparable. Le dio mucho al folclore, igual que Los Nocheros. Fue un auge: Los Carabajal, Mercedes Sosa, Horacio Guarany, todos. Y ahí nos sumamos nosotros que éramos como agüita fresca. Hasta ahí, yo seguía trabajando en los ómnibus, no quería largar. Tenía cuatro músicos que era como alimentar burros a bombones y no quería perder ese sonido. A veces me salía un trabajo, y me bajaba del colectivo para cantar. Teníamos pocos días de descanso y los usaba para la música. Hasta que Dios me puso varias señales y tomé la decisión de dedicarme por completo.
—Y el folklore y su música no han parado de conquistar espacios...
—Yo a veces pienso que canto para los que toman vino y sale un chico a vestirse como yo. O gente grande.Una vez en un teatro se hizo como una competencia sobre quién era el más grande entre el público. Y una mujer esbelta se para y dice “yo tengo 93 años y lo vengo a ver”.Se me corrió una lágrima porque no sé si yo iría a ver a alguien a esa edad. El ser popular tiene cosas así de lindas. Soy un agradecido de la vida.