La música uruguaya al Estadio: cómo Drexler, Rueda de Candombe y la SUSI gestaron por teléfono un show histórico

¿Cómo se gestó el espectáculo que reunió a Jorge Drexler y una selección de músicos en el Estadio Centenario, en el entretiempo del partido entre Uruguay y Perú? El detrás de un encuentro único.

Drexler
Jorge Drexler durante el show del entretiempo de Uruguay-Perú, en el Estadio Centenario.
Foto: Mauricio Rodríguez

Ahora sabe que tenía razón. Sentado en la Platea América, mientras mira la clasificación de Uruguay al Mundial de México, Estados Unidos y Canadá, Jorge Drexler, el cuerpo envuelto en una campera de la AUF, sabe que estuvo bien en arriesgar. En no querer hacerlo solo.

Podría haber jugado al héroe de guitarra y voz en medio de la inmensidad del Estadio Centenario. Sin embargo, si el jueves hubo heroísmo, en todo caso fue coral: el de una porción de la música uruguaya que salió a jugar —y a ganar— su propio partido.

El 4 de setiembre de 2025, en una noche que se abrió y se cerró a pura cumbia, una rueda de candombe, una sección de vientos y el músico más internacional que ha dado esta tierra se juntaron para una fiesta que duró apenas 11 minutos y que fue para todos, pero más que nada, para ellos. Unos minutos antes, Nacho Algorta me había dicho: “Esta es una verdadera orquesta popular”. Después iba a decir: “Esta es una vuelta de la vida increíble. Jorge dice que nos conocimos hace dos días, pero yo ya lo conocía de toda la vida. Su música nos viene acompañando desde siempre”.

Y sin embargo, es cierto: hasta hace cuatros días, Nacho Algorta y Jorge Drexler nunca se habían visto cara a cara, nunca habían estado en la misma habitación.

¿Cómo fue que terminaron, entonces, tocando juntos en el entretiempo del partido que Uruguay le ganó 3-0 a Perú, y que dejó a la Celeste clasificada a su quinto Mundial consecutivo? ¿Cómo Drexler, la Rueda de Candombe y una porción de la Selección Uruguaya Sinfónica —16 artistas en total— terminaron dibujando una pequeña cumbre de música popular?

A Drexler, va a quedar claro, le gusta decirlo así: “Entramos al mar por la parte más honda”.

Seleccion de Peru vs Seleccion de Uruguay
Jorge Drexler, la Rueda de Candombe y la Selección Uruguaya Sinfónica en el partido Uruguay-Perú.
Foto: Darwin Borrelli / El País

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A las 20.56, cuando falta poco para tener que caminar desde la América hasta la Olímpica para prepararse, por fin, para subir al escenario, Rolo Fernández y Caleb Amado se dan un abrazo. En verdad Rolo, músico y cofundador de la Rueda de Candombe, está parado en el talud, mirando el partido en silencio pleno, cuando Caleb, su socio en esta aventura, se le acerca y lo abraza como si fuera la única forma de acreditar aunque sea algo de lo que está ocurriendo.

La Rueda de Candombe, el formato inspirado en las rodas de samba de Río de Janeiro que divulga un repertorio candombero, ni siquiera cumplió un año. Su debut fue en noviembre de 2024 en el bar Santa Catalina. Su expansión, desde diciembre en Plaza España. Su primera gran conquista, quizás, aquella hirviente noche de febrero en que recibió a Drexler frente a una multitud.

Desde entonces, el proyecto inauguró su propia fiesta, viajó a Argentina, se fue al Festival de Cine de Cannes y a Brasil, se sigue yendo. Es inevitable que ante ciertas invitaciones como esta la primera reacción sea, a veces, una risa incrédula. “Pero los músicos trabajan muy duro para llevar la bandera del candombe bien en alto, con mucha responsabilidad y compromiso”, dice Rolo Fernández. “Esta es nuestra misión”.

En la América, mientras Uruguay va camino a su tercer gol y las trompetas de la hinchada peruana no dejan de sonar, Drexler habla como si Rolo no estuviera a cinco centímetros: “Yo nunca elijo los instrumentos: elijo a las personas, siempre. Si un cuarteto de guitarras me hubiera roto la cabeza, estaría tocando con ellos. Si hubiera sido un grupo electrónico que me hubiera vuelto loco, hoy estaría con ellos. Pero a la Rueda le eché el ojo desde que apareció, porque me parece un fenómeno destinado a abrirse caminos”.

Cuando lo contactaron de la AUF, apenas dos semanas atrás, y después de que la productora Piano Piano (a cargo del show y de la Fan Zone) pusiera su nombre sobre la mesa, Drexler pensó en una propuesta que, fuera “fina”, “sofisticada” y “festiva”.

Entonces citó a la Rueda, para vestir de tambores y coros a sus propias canciones. Después quiso una sección de metales y su hermano, Daniel Drexler, también médico, también músico y —dice Jorge— una de sus principales influencias, le habló de Nacho.

“Y ahí me acordé que hace un tiempo tenía visto a un tipo que hacía cosas muy interesantes en Punta del Diablo, con unos cuartetos de cuerdas. Pero no había unido que era él”, dice a dos butacas de Nacho Algorta, que lo mira y sonríe. Debajo de la camisa blanca y el chaleco negro que lo hace lucir como director de orquesta Nacho tiene, contra la piel, la camiseta de Uruguay.

Pianista, acordeonista y arreglador que se mueve justo en la intersección de la música clásica y la popular, Algorta lideró la Orquesta Participativa de Soriano y recientemente fundó la Selección Uruguaya Sinfónica, la SUSI, un conjunto que ya tocó con Ciro y Los Persas, Julieta Venegas, Américo Young y No Te Va Gustar en sus recientes (y próximos) shows filarmónicos. De la SUSI, el jueves estuvieron Wilson de Cuadro, Germán Crovetto, Oscar “Manduco” Pereyra, Mario Vega, Damián Barrera, Martín Morón, Camilo Briz, Belén Algorta y el maestro. Tuba, cornos, trombones y trompetas.

Drexler dice que lo suyo fue “amor a primera escucha”: la primera vez que hablaron estuvieron una hora y 45 minutos al teléfono. Cantaron canciones enteras. A Nacho se le ocurrió recuperar las melodías que Uruguay le ha dedicado a su selección, una particularidad que, Jorge está convencido, casi no pasa en otro lugar del mundo. Con eso, hilvanaron las composiciones de Drexler en un set de 11 minutos sin respiro.

Desde que “Al otro lado del río” empezó a sonar a capella, sobre la Olímpica, y hasta que terminó esa canción que insiste con alegría en que sea lo que sea, un puñado de músicos que apenas tuvieron dos ensayos grupales jugaron otro juego y cumplieron, a su manera, el sueño del pibe de conquistar el Estadio.

Drexler con la Rueda de Candombe
Jorge Drexler canta con la Rueda de Candombe en el Estadio Centenario.
Foto: Mauricio Rodríguez

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El día en que la Rueda de Candombe ensayó por primera vez, Nacho estaba en Barrio Sur. Los vio de casualidad: los músicos —son Diego Paredes, Darío Terán, Claudio Martínez, Hernán Peyrou, Rolo y Alejandro Luzardo— hacían un asado, tenían una mesa en la calle, preparaban eso que ahora convoca tanta gente. Dice que fue como ver la película Oppenheimer, como contemplar la creación de una bomba.

Nunca imaginó en qué iba a derivar esa sincronía.

Ahora, la película es otra. Uruguay se está clasificando al Mundial y en la platea América no hay nadie, absolutamente nadie, salvo Jorge Drexler, Rolo Fernández y Nacho Algorta, sentados en fila contando esta historia, y yo, que los escucho mientras la voz del Estadio anuncia amarilla para Rodrigo Bentancur y luego el ingreso de Manuel Ugarte.

Drexler está a punto de destacar el trabajo del equipo técnico local y de Juanjo Palacios, que insistió para que todos los músicos utilizaran in-ears (algo que habitualmente no hacen la Rueda ni el propio Jorge), cuando llega el gol de Federico Viñas. Los tres se paran, gritan, llevan los brazos al cielo.

Un minuto después les pregunto qué es, para ellos, haber tocado en el Centenario. Qué le pasa al niño interior, cómo se explica.

Rolo y Nacho no articulan palabra.

Drexler me lo va a decir con una canción: “Gracias, gracias, gracias / Quiero agradecer a quien corresponda / Y a nosotros tres el premio a la audacia / por entrar al mar por la parte más honda”.

Lo último que se escucha antes de que apague el grabador es la risa de los tres, el ruido de los abrazos, la voz de Drexler: “¡Entrar al mar por la parte más honda, muchachos!”.

Drexler con Nacho
Jorge Drexler se abraza con Nacho Algorta tras tocar en el Estadio.
Foto: Mauricio Rodríguez

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