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BALANCE 2022

Dos miradas a la escena: discos, shows y hechos inolvidables de la música uruguaya de 2022

Dos periodistas de El País repasan y desmenuzan todo lo que dejó la música nacional en el año que se termina.

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Público en el recital de No Te Va Gustar. Foto: Archivo El País
Público en un recital de No Te Va Gustar.
Archivo El País.

En el año en que Jorge Drexler se consagró como el artista uruguayo más internacional y en el que las salas locales estuvieron repletas de grandes visitas internacionales, el panorama de la música uruguaya estuvo cargado de novedad y de hechos.

Toda una nueva generación de talentos logró la visibilidad que tanto necesitaba, hubo grandes shows de emblemas nacionales —La Vela Puerca llegó al Estadio Centenario y luego al Velódromo, No Te Va Gustar giró por el interior y agotó el Teatro de Verano tres veces, y El Cuarteto de Nos triunfó en el Antel Arena con Lámina Once— y hasta un festival masivo como Montevideo Late, que reunió más de 100 personas en las Canteras del Parque Rodó.

El Cuarteto de Nos en el Antel Arena. Foto: Juan Manuel Ramos.
El Cuarteto de Nos en el Antel Arena. Foto: Juan Manuel Ramos

Pero también hubo claroscuros. La cultura perdió a artistas como Panchito Nolé, Eduardo “Toto” Méndez, Daniel Magnone, Bernardo Aguerre, Wilson Negreyra y Carlos Cotelo; y fue el final de dos proyectos de alto vuelo como Once Tiros y Los Buenos Modales.

El año, a pesar de las despedidas, dejó grandes discos como Lámina Once (El Cuarteto de Nos), Lazos (Estela Magnone), Mientras tanto, en Montevideo (Gonzalo Deniz), Los nuevos recuerdos vendrán (La Foca), La forma del viento (Latejapride*) y ¿Quién? (Silvia Meyer). Son solo algunos.

A continuación, dos miradas distintas, pero complementarias, a todo lo que sucedió en 2022 con la música uruguaya, una escena sumamente versátil y en constante movimiento.

"Un año de sorpresas, rescates y regresos"

Por Rodrigo Guerra

Fue un buen año para la música uruguaya. Tras la incertidumbre de la pandemia y la suspensión de espectáculos públicos, los artistas se tomaron revancha con una ola de buenos discos, grandes canciones, shows agotados, varios regresos y merecidos rescates.

Jorge Drexler llevó a Tinta y Tiempo al Antel Arena y dejó una postal imborrable: junto a Martín Buscaglia y Facundo Balta cantó una preciosa versión de “Amor al arte”, justo antes de que la cuerda de tambores La Melaza irrumpiera en escena para una hipnótica “Bailar en la cueva” que terminó con el público danzando candombe de pie. Hubo unas cuantas postales de ese estilo: Peyote Asesino venció al frío en el Teatro de Verano con Serial, y fue tanto el entusiasmo que la banda se salió del repertorio para volver al escenario y desempolvar “De pedo y de tos”; Jaime Roos lanzó la memorable arenga “No no’ morimo’ nada” en el Estadio Centenario; Chacho Ramos y Pepe Guerra emocionaron con “Nuestro camino” en el Antel Arena; y El Cuarteto de Nos, en el mismo escenario, desató la euforia intergeneracional con “Flan” y “Rorschach”.

En esa línea, la banda liderada por Roberto Musso lanzó Lámina Once, un disco filoso, crítico e inteligente sobre la vida en una sociedad polarizada; Gonzalo Deniz se despidió definitivamente de Franny Glass con Mientras tanto, en Montevideo, un álbum cálido e íntimo que funciona como puente entre su pasado y presente; y Latejapride* lanzó el esperado La forma del viento, un notable trabajo reflexivo y luminoso que dejó grandes canciones como “Corré” y “Buscaré”, grabada con Gula.

La nueva escena musical se afianzó con interesantes propuestas. Zeballos, que al inicio de la pandemia lanzó Asimetría, tuvo un gran año: fue el representante uruguayo en el festival Primavera 0 —que tuvo a Nathy Peluso y a Gorillaz en el Antel Arena—, llenó la Sala del Museo y La Trastienda, y cerró el año con un show consagratorio en el Montevideo Late. Además, Eros White, como bandera del nuevo pop local, lanzó el disco Psicosis, que hasta Lali se llevó en el avión luego de haberse presentado en el Antel Arena; mientras que jóvenes como Ona, Agustín Casulo, Chiara, Hankeliana, Rodra, Helen Olhausen, Max Tejera, Facundo Balta, Lucía Severino, Camila Ferrari y Fulana de Val le sumaron frescas y versátiles canciones al repertorio local de este año.

También hubo espacio para revalorizar a varias leyendas. Little Butterfly Records, por ejemplo, rescató álbumes esenciales como La Mosca (Eduardo Mateo), Segundos afuera (Jorge Galemire), The Perro Convention (Plátano Macho) y Ni un minuto más de dolor (Travesía). Además, Estuario continuó con su Colección Discos con libros dedicados a clásicos de Fernando Cabrera, La Vela Puerca, Gustavo “El Príncipe” Pena y Mateo. También destacó el homenaje a Gastón “Dino” Ciarlo en los Premios Graffiti —se llevó el aerosol al disco del año por el póstumo Dino y sus Ciarlobacterias— y la confirmación de la vuelta de Níquel con Paz y swing, su primer disco en 23 años.

Y hubo otro montón de grandes momentos y lanzamientos en 2022, el año en que la música uruguaya renació tras la pandemia.

"Un paisaje renovado y familiar"

Por Belén Fourment

La sensación que queda en el cuerpo es la de un año atípico, extraño. Un año de transición, de hallazgos, de reencuentros, pero también de distancia: de mirar todo con cierta lejanía, con los ojos entrecerrados, los oídos atentos, como se mira un paisaje que es familiar, que es propio y que, sin embargo, ahora parece distinto. ¿Será el orden de los muebles?, ¿la tonalidad de la luz?, ¿los adornos nuevos? ¿Será que cambiamos nosotros que escuchamos, que vemos? ¿Qué cambió este año en la música uruguaya?

Pasaron cosas. Emiliano Brancciari, tras casi 30 años al frente de No Te Va Gustar, lanzó su carrera solista que, avisa, en nada afectará el curso de su banda, su motor; y Gonzalo Deniz soltó a Franny Glass para abrazar su nombre propio. En enero Once Tiros, representante de la última época dorada del rock uruguayo —la del Pilsen Rock, los pogos gigantes, las radios—, cerró el telón y anunció su final. Después vino el adiós de Los Buenos Modales, el colectivo de rap que en 2016 había llegado para sacudir la escena e impulsar el entonces incipiente fenómeno urbano, como coletazo de los escraches machistas vertidos en redes sociales. El mismo modus operandi de denuncias terminó, luego, con la cancelación de los dos recitales que Javier Cardellino iba a dar en la Sala Balzo del Auditorio del Sodre. Fue inédito.

¿Qué cambió, entonces? ¿Cambió la música, cambió el paisaje, o cambiamos todos?

En una temporada envuelta en pop refrescante y producción de vanguardia, Estela Magnone, música mujer pionera, entregó uno de los mejores discos de la cosecha anual: Lazos, que abre Lucas Sugo, cierra un coro de sobremesa y en el medio sintetiza la sensibilidad, la fineza y la complejidad de toda una obra.Sylvia Meyer rompió 30 años de ostracismo discográfico con ¿Quién?, un trabajo de piano y voz que es, más bien, un poema. La banda La Foca alivió un duelo personal con Los nuevos recuerdos vendrán, un álbum de una elegancia amarga, de una luminosidad sepia, que es el clímax de sus 30 años de recorrido.

Después, la sangre nueva: el primer disco de Fulana de Val, la aparición de Facundo Balta, la figura de Matías Valdez como el conquistador absoluto de los rankings digitales, la afirmación de Luana Persíncula como un talento más allá de la realeza de la plena, el estreno de Niña Lobo fuera de fronteras y Mocchi, que desde su trinchera de la autogestión volvió a agotar entradas en el Solís, lanzó su tercer disco, tocó hasta el cansancio.

¿Qué cambió? ¿Qué se transformó que Buenos Muchachos agotó dos Sodre con un espectáculo en alianza con un instituto científico? ¿Qué pasó que el show uruguayo del año fue, quizás, el que dio Mariano Gallardo Pahlen con su colectivo arrogante y sofisticado en La Trastienda? ¿Cómo fue que un día Diciembra, el disco más icónico del indie local, le permitió a Alucinaciones en Familia, banda de rincones turbios y de sótanos, vender los casi mil tickets de esa misma sala?

Mariano Gallardo Pahlen. Foto: Majo Casacó

Fue un año atípico, extraño, que se cerró como debía. Con un diciembre partido entre otra clase magistral de Jaime Roos en el Centenario, y con “Cómo que no”, el himno de Gustavo Pena, El Príncipe, ahora en la garganta de barro del plenero Martín Quiroga, que le dio un sentido nuevo a este paisaje de mucho cielo, mucho mar, y mucha música. Este paisaje tan renovado y tan igual.

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