Crónica de Los Fabulosos Cadillacs en Uruguay: "El león del ritmo" celebró 40 años de clásicos en el Antel Arena

Este sábado, la banda argentina liderada por Vicentico y Sr. Flavio trajo a Montevideo el "LFC Tour 2025", con el que celebra sus 40 años, y ofreció un espectáculo repleto de clásicos, pogo y disfrute.

Sr. Flavio y Vicentico en el show de Los Fabulosos Cadillacs en el Antel Arena.
Sr. Flavio y Vicentico en el show de Los Fabulosos Cadillacs en el Antel Arena.
Foto: Ignacio Sánchez.

Días atrás, en charla con El País, el bajista Sr. Flavio resumió cuatro décadas de giras, clásicos, despedidas y regresos. “Somos una banda que se quiere mucho”, dijo antes de frenar en seco. “Mirá, en una entrevista te puedo mentir, como vos a mí, en todo lo que se te ocurra. Pero, ¿sabés dónde no se puede mentir? En el escenario. Ahí se ve todo”, lanzó con una sonrisa cómplice. Y este sábado, en el Antel Arena, esas palabras se hicieron cuerpo: Los Fabulosos Cadillacs atraviesan uno de sus mejores momentos.

El disfrute se derrama desde el arranque. Vicentico agita su bastón como la batuta que marca el pulso de la fiesta y enciende los pogos. Mira a los ojos a su hijo Florian, y tan cerca están que casi comparten micrófono mientras entonan aquella máxima de “Carnaval toda la vida” (“Que se te va pasando el tiempo / Y que la vida se te va”). Parece más que un estribillo: es una lección vital entregada de padre a hijo.

Flavio baila agachado, cuelga el bajo de los hombros y apunta como si fuera un revólver. Sacude cabezazos, salta en su lugar y hasta se pone una máscara de luchador mexicano para llevar la energía al límite. Sergio Rotman celebra cada fraseo de los vientos, mientras Astor Cianciarulo —hijo de Flavio— golpea la percusión con rabia y felicidad, como quien deja todo en la cancha.

El de Los Cadillacs es un show que no admite tibiezas. O se entra en la fiesta, o se queda afuera. El público uruguayo lo sabe: ya los había visto en ese mismo escenario en 2023 y volvió a comprobarlo. Sus recitales son una sucesión de clásicos que apenas dan respiro, con frases mínimas entre tema y tema. Pero lo esencial está en otra parte: ocho músicos en perfecta sintonía, elevando y reimaginando canciones que son memoria colectiva. Es la energía de lo real, de lo que nace en el momento. Y eso, en tiempos de pistas y espectáculos que buscan ser un calco de los discos, se celebra como un regalo.

Vicentico y Sr. Flavio en el Antel Arena.
Vicentico y Sr. Flavio en el Antel Arena.
Foto: Ignacio Sánchez.

La tónica se marca desde el principio. Bañado por una luz azul que toma al Antel Arena por asalto, Flavio entra con su bajo y se coloca al costado del escenario para disparar la “Intro SRF Astral”, una pieza funky a la que se le van sumando el resto de los músicos. Hace slap, lanza notas que bailan por todo el puente de su instrumento y sacude la cabeza con una sonrisa extasiada.

La imagen tiene un peso doble. No solo por la energía que desata, sino por la historia que la antecede. En su charla con El País, contó que en 2023 sufrió un daño neurológico que le arrebató la movilidad del brazo derecho. Tenía apenas un 10% de probabilidades de recuperarlo. Pero se puso “en modo Rocky Balboa” y, con insistencia, volvió a tocar. Hoy no solo mueve la mano: vuelve a comandar el escenario. Esa primera postal se siente como un triunfo. Un recordatorio de la conquista. Un renacimiento musical.

Sr. Flavio, de Los Fabulosos Cadillacs, en el Antel Arena.
Sr. Flavio, de Los Fabulosos Cadillacs, en el Antel Arena.
Foto: Ignacio Sánchez.

De inmediato, la banda —ya con Vicentico y su bastón en escena— va por el golpe definitivo: "Manuel Santillán, el león". Custodiados por la imagen de Toto Rotblat, percusionista fallecido en 2008 y estampada en uno de los equipos, los Cadillacs se sumergen en ese riff de vientos que sube como una escalera. Cuando la tensión llega a la cima, Vicentico lanza el rugido clásico que abre el tema. Las luces tiñen de rojo el Antel Arena y en el campo se oye un suspiro: el público se dispone al baile con los vasos de cerveza en alto. Corea el riff como si estuviera en la tribuna y aquel “van al mar, van al mar” del estribillo se vuelve canto colectivo.

De ahí en más, una ráfaga de clásicos enlazados. Siempre con los riffs de vientos coreados como si fueran himnos de cancha: “Demasiada presión”, una versión más rápida y rockera de “Mi novia se cayó a un pozo ciego” y “Carmela”. Tres golpes certeros a la memoria emotiva. Afuera del Antel Arena, el viento casi invernal; adentro, la multitud en manga corta.

Vicentico, de Los Fabulosos Cadillacs, en el Antel Arena.
Vicentico, de Los Fabulosos Cadillacs, en el Antel Arena.
Foto: Ignacio Sánchez.

El recital, de casi dos horas, pasa por todos los climas. El campo se vuelve pista de baile con "Padre nuestro", y el teclado de Mario Siperman evoca las frases cumbieras y efectivas que Pablo Lescano le imprimió a la versión original. El reggae toma el protagonismo en “Calaveras y diablitos”, donde Vicentico improvisa un fragmento de “The Tide is High”, himno del rocksteady jamaiquino que luego popularizó Blondie. En “Piazzolla” se desata un sonido cercano al hardcore que da espacio a que, justamente, Astor entregue todo en su set de percusión. Y el ska se saluda con el punk en “Quinto centenario”. El show es un muestrario bien certero de estilos, una auténtica licuadora de géneros musicales.

Como forma de agradecer la entrega del público —que tras “Mal bicho” queda coreando el tema con los flashes de los celulares iluminando todo el Antel Arena—, los Cadillacs vuelven con un bis implacable: “Matador”, “Vasos vacíos” y “Yo no me sentaría en tu mesa”. Este último, con Flavio nuevamente enmascarado, cierra con el canto al máximo y un recordatorio del músico: “No olviden que estamos hermanados”.

A la salida, el público de manga corta se topa con una garúa insistente. Algunos corrieron por un taxi o a buscar lugar en el ómnibus, pero la mayoría camina bajo el efecto del show, coreando bajo la lluvia el estribillo de “Yo no me sentaría en tu mesa”. El “León del ritmo” deja su huella en la noche montevideana.

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