Se conocieron en un casting, son parte de la renovación del folclore argentino y ahora debutan en Uruguay

El dúo Campedrinos, que grabó "La taleñita" junto a Milo J, se presenta por primera vez en Uruguay. Antes, Sergio y Agustín charlaron con El País sobre su transformación y las "locuras" que han vivido.

Campedrinos
Sergio y Agustín son Campedrinos.
Foto: Difusión

Se conocieron mientras hacían la fila para el casting del programa de televisión Talento Argentino. Sergio había llegado a la audición para tocar la armónica; Agustín, para cantar “Sin testigos” de Luciano Pereyra. Vivían relativamente cerca: uno en San Pedro, el otro en Campana, en la provincia de Buenos Aires, cerca del río Paraná. Tenían apenas 15 años y el corazón aferrado a la misma música. Hoy, 15 años después, son Campedrinos, parte de la camada que está renovando el folclore argentino: graban con Milo J, suenan en dos telenovelas de Telefe y están a punto de debutar en Uruguay.

Una tarde de setiembre, mientras recorran los medios de Montevideo para hablar del show que darán el domingo 5 de octubre en la Sala Camacuá, la expresión que más repetirán a El País será “una locura”.

Que la primera vez que tocaron juntos —en setiembre de 2009, en un festival en Ramallo— haya sido, ya, la primera vez que les pagaron. Que, sin siquiera proponérselo, el público haya elegido sus zambas festivas y sus zambas románticas con el mismo entusiasmo. Que Telefe haya querido sus baladas para musicalizar dos telenovelas turcas en un mismo año. Que Milo J los haya invitado a colaborar. Que, después de eso, pibes de 16 años hayan gritado a todo pulmón el clásico “La taleñita” en el fragor del vivo en el Movistar Arena. Que sea la música la que los traiga por primera vez a Uruguay.

Para los Campedrinos, todo es —todo ha sido— una locura.

Cantantes, compositores y sobre todo mejores amigos, Sergio Prada y Agustín Fantili militaban la causa del folclore festivo, las zambas bailables y el sapucai cuando, sin buscarlo, un video les cambió el rumbo. Estaban en una radio en Tucumán, esperando para hacer una entrevista, cuando la acústica de un pasillo les llamó la atención. Sacaron una guitarra y cantaron una versión de “Jazmín de luna”. Se grabaron, lo subieron a redes, lo de siempre. Y el video, dicen, “se recontra viralizó”.

Desde entonces, sus oyentes empezaron a demandar zambas románticas, de amor y desamor, y ellos empezaron a reconstruir su estilo que ahora se reparte —a grandes rasgos— entre dos vertientes, la más alegre y ágil y la más edulcorada y lenta. El enganchado “Zambas románticas” que incluye “Mujer, niña y amiga”, “Gustito a mistol”, “Gallitos de aire” y la propia “Jazmín de luna”, es lo más escuchado que tienen: casi 13 millones en Spotify, 19 millones en YouTube. Lo segundo es “Zambas carperas”, que hilvana “La taleñita” con “De Alberdi”, “Solo por verte bailar” y “Del chúcaro”. Es la dualidad que bautiza a su nuevo disco, el que presentarán el 5 de octubre en Montevideo: Bipolar.

El recital, que tiene entradas en venta en Passline, dura dos horas e incluye, además de los temas de Bipolar —un álbum que se cierra con una versión personal de “Te quiero”, de José Luis Perales—, baladas como “Dueña del alma”, hits como “La revancha” y emblemas del repertorio folclórico (cada tanto hacen alguna de Zitarrosa). Tocan con banda, aunque se reservan un momento más íntimo para volver, descalzos, al formato con el que empezaron y, mano a mano, cumplir los deseos de la audiencia. “Nos gusta que sientan que también es un show de todos, que estamos compartiendo en una mesa enorme, como una familia”, dicen a El País. “Nosotros la estamos pasando muy bien en los shows”.

Campedrinos, entre Jorge Méndez y Milo J

Los Campedrinos —que han grabado con la sanducera Catherine Vergnes y compuesto con el montevideano Diego Matturro— llegaron al folclore por caminos distintos. Sergio se enamoró de esta música a los 12, cuando empezó clases de guitarra: el primer día ya sabía cómo hacer sonar “Zamba de mi esperanza”. Agustín se acuerda de los días de verano en que su madre preparaba una picada y se sentaban en la vereda a ver, por la tele, los festivales folclóricos del país. Su primer deslumbramiento fue con Horacio Guarany. El primer CD que le trajo Papá Noel, dice, uno de Luciano Pereyra.

Un par de semanas después de cruzarse en Talento Argentino, se juntaron a guitarrear. La primera canción que tocaron juntos fue “Puentecito de la Picada”, un rasguido doble de Jorge Méndez. Después hicieron “Déjame que me vaya”, que resiste en su repertorio hasta hoy.

Se apropiaron de un cancionero y empezaron a tocar en peñas y restaurantes, y aunque Sergio escribía desde hacía rato (“hacía canciones para cualquier cosa, una vez mi viejo se quebró y le hice una que se llamaba ‘La pata dura’, o nos robaron e hice una canción”), tuvieron que pasar años para que se animaran, juntos, a la composición. “Lo más lindo que nos ha dado la carrera es ir a un festival y un teatro y que te canten un tema creado por nosotros”, dice Agustín. “No se compara con nada”.

Campedrinos
El dúo folclórico argentino Campedrinos.
Foto: Difusión

Esa experiencia también es vivida como “una locura”. Sin embargo, de todas, la más grande es con Milo.

“Estábamos en Salta grabando con Los Nocheros, lo que para nosotros ya era algo remil flashero. Y de repente una noche vemos, en Instagram, un mensaje de Milo J: ‘Che, me encantaría cantar ‘La Taleñita’ con ustedes en ¡FAlklore!’”, recuerdan de la invitación para estar en el encuentro creado por Mex Urtizberea y el propio Milo, un cantante de apenas 18 años, ya consolidado como una sensación de la música argentina. “Cantar folclore con alguien de otro género, ver qué sucedía, era algo que anhelábamos un montón. No hubiésemos pensado nunca que Milo nos iba a invitar a cantar con él, y encima después hacerlo juntos en el Movistar Arena. Eso es lo más loco que nos ha pasado”.

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