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Bob Dylan sigue a la venta: los detalles de la compra de Sony de todas sus grabaciones

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Bob Dylan

La compañía se hizo de todo el catálogo de música grabada por el premio Nobel que en diciembre vendió todas sus composiciones a Sony

Bob Dylan vendió todo su catálogo de música grabada así como “los derechos de múltiples nuevos futuros lanzamientos” a Sony Music Entertainment, anunció ayer la compañía, que no reveló el monto del acuerdo.

A fines de 2020, el icónico artista de 80 años ya había vendido los derechos de autor de sus composiciones musicales —distintos de los derechos de grabación, que rigen la reproducción y distribución— a Universal, en un acuerdo estimado en más de 300 millones de dólares.

Según informaciones de la industria, entre ellas las de Billboard y Variety, este último acuerdo se elevaría a más de 200 millones de dólares.

Sony dijo que firmó el acuerdo sobre los derechos de grabación en julio de 2021, lo que estrecha aún más la relación de seis décadas con la compañía.

Dylan firmó su primer contrato con Columbia Records, propiedad de Sony, en 1961, y ese mismo año publicó su primer álbum.

Tras destacar el “genio sin igual” de Dylan, Rob Stringer, presidente de Sony Music Group, subrayó la “relación especial” que ha mantenido Columbia Records con el artista desde el principio de su carrera.

“Estamos sumamente orgullosos de seguir creciendo y desarrollando nuestra relación de 60 años” con Dylan, que fue premio Nobel de Literatura en 2016, sostuvo.

Para Dylan, la larga relación con Columbia Records y Rob Stringer “no han sido nada más que buenos para mí durante muchos muchos años y para el buen puñado de discos” que ha publicado con su sello.

“Estoy contento de que todas mis grabaciones se puedan quedar ahí donde pertenecen”, agregó.

El acuerdo de Dylan con Sony es diferente del que firmó con Universal.

Las grabaciones de las canciones (los masters) y los derechos editoriales de los temas son dos cosas distintas. Los masters no suelen pertenecer a los artistas, que sí podrían vender las futuras regalías de sus discos. Es más frecuente que los artistas se hagan con el control del grueso de su repertorio, lo que se denomina publishing.

Así que puede ocurrir que Bruce Springsteen venda a Sony conjuntamente su discografía y su publishing por 550 millones de dólares pero que los herederos de David Bowie se desprendan solo de los derechos de su cancionero (por 250 millones de dólares pagados por Warner Chappell) mientras se guardan la propiedad de sus discos, que se reeditan metódicamente desde hace décadas.

Los dueños de los derechos de grabación pueden decidir hacer futuras ediciones, mientras que los derechos de autor reciben royalties por sus reproducciones en radio y streaming, venta de álbumes y uso en publicidad y en películas.

La composición de canciones cubre las letras y las melodías subyacentes a cualquier interpretación o grabación de la canción.

El acuerdo de Dylan con Universal fue uno de los mayores que precedieron a una serie de transaccionesde catálogos de música en el pasado año, donde los mercados financieros se interesan cada vez más en este tipo de activos.

Esta con Sony es la última de una de esas  transacciones por derechos musicales, impulsadas por el creciente valor de la música en la era del streaming y el creciente interésde Wall Street en la música como una “inversión alternativa”.

Dylan es autor de composiciones clásicas de la historia de la música contemporánea como “The Times They Are a-Changin” y “Like A Rolling Stone”, entre otros, y en 2016 fue galardonado con el premio Nobel de Literatura por “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de las canciones de Estados Unidos”.

Durante el último año más o menos, otras ventas importantes han incluido el trabajo de Paul Simon, Tina Turner, Mötley Crüe, ZZ Top, Red Hot Chili Peppers. Stevie Nicks y Shakira.

La rentabilidad del negocio está por descubrirse, como con cualquier inversión. Todo indica que sí, si se mantiene la deriva hacia el consumo universal de plataformas de streaming o el boom de las series televisivas, que recurren ?igual que la publicidad, los videojuegos y muchas películas? a la inserción de resonantes canciones “de catálogo” (en la jerga de la industria, las que tienen más de 18 meses de vida).

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