El salto internacional de Tamara Silva Bernaschina, la uruguaya que publica en el exterior y girará por España

La autora de 24 años que ganó el Bartolomé Hidalgo, el Premio Onetti y el Premio Nacional de Literatura acaba de publicar "Larvas", su tercer libro, a través de la editorial española Páginas de Espuma.

Compartir esta noticia
tamara silva bernaschina.jpg
Tamara Silva Bernaschina en Amazonia/Macoco Café.
Foto: Francisco Flores.

Muchas cosas cambiaron en la vida de Tamara Silva Bernaschina desde la última vez que conversó con El País. En aquella entrevista, publicada a fines de noviembre, la autora de 24 años hablaba sobre Temporada de ballenas, la novela en la que el agua funcionaba como hilo conductor entre un pasado y un presente de bordes difusos. El libro, que había sido distinguido con una mención de honor en los Premios Onetti como obra inédita, la llevaría poco después a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la más importante de Latinoamérica.

Responsable de Desastres naturales (2023), debut que le valió dos premios Bartolomé Hidalgo —en narrativa y como autora revelación— y un Premio Nacional de Literatura, la escritora nacida en Minas sumó un nuevo hito a su vertiginosa trayectoria: la editorial española Páginas de Espuma acaba de publicar Larvas, su tercer libro. El sello, que incluye en su catálogo a joyas de autoras como Mariana Enríquez y Samanta Schweblin, le asegura presencia en librerías de toda Hispanoamérica.

Tras presentarlo en Buenos Aires, a fines de mayo iniciará una gira por España, con escalas en ferias, clubes de lectura y residencias en ciudades como Madrid y Barcelona. Incluso la revista cultural Babelia de El País de Madrid lo destacó como uno de los libros más esperados del mes. Ese salto internacional confirma su lugar como una de las voces más prometedoras de la literatura uruguaya contemporánea.

“Fue reloco”, dice ahora Silva Bernaschina a El País, durante su encuentro en una librería de Palermo. Según relata, la invitación a publicar en Páginas de Espuma llegó a fines del año pasado, cuando el editor Juan Casamayor le escribió luego de leer Desastres naturales para proponerle que le enviara un libro de cuentos inédito. “En ese momento no tenía nada”, recuerda. “Estaba trabajando en Temporada de ballenas y sabía que no iba a ser un libro de cuentos. Le dije que cuando tuviera algo se lo mandaba, aceptó y quedamos en ese pacto”.

tamara silva bernaschina.jpg
Tamara Silva Bernaschina en Amazonia/Macoco Café.
Foto: Francisco Flores.

Por primera vez, empezó a escribir con la certeza de que los relatos terminarían en una editorial leída en todo el continente. Pero esa perspectiva, lejos de imponerle presión, la acompañó con calma. “Escribí muy a mi ritmo, y fue un proceso de mucha lentitud”, cuenta. “Me tomé el tiempo para que se sintiera que formaban parte del mismo universo, que estaban encadenados. No quería que se me escaparan cosas por tener que cumplir con un deadline. Eso me gustó y me tranquilizó”.

Y Larvas no solo reafirma las virtudes narrativas de Temporada de ballenas —las imágenes precisas que se vuelven indelebles, la inspiración en la naturaleza, la constante sensación de que algo amenaza—, sino que además le permitió expandir su paleta narrativa. En los nueve cuentos se anima a explorar lo fantástico, el erotismo, el terror, el valor del silencio para hablar de lo prohibido y el poder expresivo de lo sonoro.

Sobre eso va esta entrevista con la autora.

—Con todo lo que está pasando con tu obra, ¿sentís que vivís una confirmación del camino que elegiste? Debe ser fuerte pasar del acto solitario de escribir a viajar a la Feria del Libro de Guadalajara.

—Es reloco. Hace dos años, si me decías que iba a ir a México, te contestaba que no tenía plata, ni pasaporte. Me parecía muy lejano. Y ahora viajo específicamente para presentar un libro allá. Lo mismo con España, que ni siquiera lo consideraba. Hoy ya está cerca, no solo como posibilidad, sino también por todo lo que voy a hacer allá. Voy a participar en una residencia literaria, por ejemplo. Dos años es nada. Y todo esto que sucede a través de los libros es buenísimo: las redes, gente que llega... y yo llegando a gente. Se generan vínculos que sin los libros no existirían. Ese movimiento me sorprende mucho. No sé si lo siento como una “confirmación”, me parece raro pensarlo así, pero sí como una sorpresa constante que, por ejemplo, alguien me diga que leyó uno de mis libros y se lo regaló a un amigo en Japón.

—Y ahora te vas de gira literaria por España…

—Sí, voy a estar en la Feria del Libro de Madrid, en el Festival KmAmèrica de Barcelona, y luego hago presentaciones en librerías y clubes de lectura que están muy activos. Después voy a hacer dos residencias literarias, ambas en Barcelona: una se llama Villa Joana y la otra es Finestres. Justo cuadraron las fechas, y es genial porque es un tiempo dedicado solo a escribir, algo que hasta ahora no había tenido.

larvas.jpg
"Larvas", el tercer libro de Tamara Silva Bernaschina.
Foto: Difusión.

Larvas abre con un epígrafe de “Cirugía”, una canción de Dillom que captura muy bien la atmósfera de los cuentos: encontrar la belleza dentro de lo más terrorífico. ¿Sentís que es la intención del libro?

—Me lo pregunté mucho antes de poner esa cita. Capaz que alguien podría pensar que está alejado de la literatura, pero el álbum Por cesárea me gustó mucho y acompañó el proceso de escritura, y sobre todo el pensamiento detrás del libro. Y sí, creo que hay algo de eso: de la belleza, y también de la esperanza. Hasta ahora conversé con varias personas sobre Larvas, y muchas veces aparece la idea de que la oscuridad se lo come todo. Pero para mí es al revés, o por lo menos así lo sentí mientras lo escribía: hay algo que sobrevive, que es la belleza y esos pequeños momentos luminosos que tiene el libro. No me parece que nada muera del todo. Capaz que incluso todo lo contrario. No lo pienso como universo de horror, aunque sí pasan cosas que no están buenas, pero veo una cosa más luminosa en eso.

—Lo pienso en el cuento “Jauría”: hay belleza en el acto de entregarse a esa jauría de perros...

—Es cierto. De repente lo sangriento lo tiñe todo, pero yo creo que es todo lo contrario: generar un vínculo con algo que va mucho más allá de lo que se puede entender.

—En este libro cobra más fuerza lo sensorial. ¿Qué tan importante es tenerlo en cuenta para que el lector se sumerja en el universo que proponés?

—Es un ejercicio privado que me planteo. Cuando empezás a percibir un mundo ficcional a través de los sentidos de un personaje, todo adquiere un peso y una materialidad distinta. No es lo mismo si fuera un personaje que solo huele u oye. Hay algo de meterse en ese cuerpo, al menos como ejercicio; no digo que todo el cuento tenga que depender de eso. Pero sí hay algo que empieza a existir en ese momento. No sé si es solo el mundo del personaje o el mundo entero del cuento, pero algo se enciende.

—Lo pienso en la imagen de las gotitas en el oído en el inicio de uno de los cuentos...

—Sí, es una gota que se escurre por el agujero. Es como si estuviera todo en negro, hubiese un foquito de luz en el canal auditivo, y la gota del medicamento entrando. Algo muy chiquito que se va haciendo más grande. Tiene que ver con hacer foco en ciertas cosas.

—También está presente en “Mi piojito lindo”: por el pelo largo, uno no sabe que el personaje es un niño hasta que se lo menciona directamente. Es como si el foco se fuera abriendo de a poco.

—Sí. Es una forma de llevar la atención hacia ciertos lugares. Todo esto lo pienso como lectora: me gusta cuando algo hace foco en algo mínimo, y eso después se agranda. Me interesa la atención a la singularidad, a esa cosita mínima que de repente se vuelve el motor del relato, o lo que lo mantiene casi que vivo. A veces es como un rasgo, como un niño que tiene el pelo largo y no sabemos por qué. Es algo chiquitísimo, pero en ese cuento mantuvo mi atención mientras lo escribía. El resto de las cosas no me importaban tanto como ese dato. Al final no se resuelve, pero sí otras cosas alrededor. Eso es lo que me parece excitante de escribir.

—Hay un aspecto clave en tu obra, y es la aparición de los personajes no humanos, en este caso desde las larvas hasta los perros. Creo que es completa la idea de lo indescifrable, de lo no dicho. ¿Qué te interesa de la naturaleza?

—Habría que escribir un libro sin gente, a ver qué pasa. Sería un buen experimento, y me gustaría hacerlo. Creo que hay formas de existir, de relacionarse, de sentir y de expresar lo que se siente o se piensa que a veces resultan más interesantes cuando el foco está puesto en otras cosas: en el movimiento de unas larvas en un cuerpo muerto, en la posible organización de unos perros en el patio de una casa, o en una yegua que parece seguirte a todos lados y vuelve de un lugar misterioso. Cuando el foco se corre y en la misma escena aparece una mitad humana y otra mitad que no lo es, todo se potencia: las formas de ver, de sentir y de que haya un conflicto. Eso me interesa. Me parece que puede teñir de otro significado lo que pasa. Es un terreno que estoy explorando, y en el que voy y vengo, preguntándome hasta dónde puedo hacer que un animal hable y una persona deje de hacerlo.

Tamara Silva Bernaschina.
Tamara Silva Bernaschina.
Foto: Leonardo Mainé.

—¿De qué búsqueda literaria te sentís más sorprendida?

—Me sorprendí mucho con “Arena, arena, arena”. Cuando lo terminé, lo dejé. Y cuando lo leí, me lo creí; dije que no es disparatado, porque la yegua existe dentro de su propio contexto. No es un invento ni una alucinación: está ahí. Me interesó que los personajes digan “Está acá” y que el relato acompañe ese pacto. Es algo que no había hecho antes. Lo mismo en “Mi piojito lindo”, porque quería escribir sobre ovnis sin hablar directamente de eso. Entonces pensé que había que hablar de luces y de la montaña, y de repente apareció el piojo en el medio. Y la conexión de ambas cosas me entusiasmó mucho. Estoy contenta con el proceso del libro porque fue algo que disfruté mucho. Y, por primera vez, esto de saber que estoy escribiendo un libro de cuentos, y no escribiendo algo que capaz termina siendo un libro de cuentos. Hay algo en esa seguridad final que me emociona.

—¿Con qué te gustaría encontrarte cuando vuelvas a Larvas en unos años, como para sentir orgullo al releerlo?

—Algo que me pasa cuando tengo que leer un fragmento de Desastres naturales en algún festival, que para mí ya quedó viejísimo aunque fue hace nada, es que todavía me sigo encontrando ahí. Puedo decir: “Lo hice yo, no una extraña”. Eso me gustaría que pase con todos mis libros, sobre todo con Larvas. Sentir que nada se perdió ni se traicionó.

—¿Y cómo definirías eso que te hace sentir que estás presente en el texto?

—Yo creo que hay algo que es muy sutil y que no lo puedo llevar a palabras, pero es una sensación de leer y decir: “Es por acá”. Tiene que ver con escribir algo y sentir que está vivo, que no es un texto al que le metés palabras solo para extenderlo y agrandarlo, sino que hay algo que está creciendo y descubriéndose. Eso me hace sentir que hay algo que va en buen camino cuando empiezo un texto, y, después, cuando lo leo, me reencuentro con esa excitación que me dio escribirlo, pensarlo y estar todo el día con eso en la cabeza.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar