El abogado español que se convirtió en un escritor best seller en todo el mundo y trae una novela premiada

El País charló con Manel Loureiro, quien estuvo en Uruguay presentando "Cuando la tormenta pase", su novela ganadora del presetigioso premio Fernando Lara y habla de cómo escribe un éxito

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El escritor español, Manel Loureiro
Foto: Leonardo Mainé

Nacido en Pontevedra en 1975, Manel (sí, así) Loureiro fue por la abogacía pero terminó escritor. No solo ha sido un éxito de ventas, sino que recibió —por la novela que es la excusa de esta charla con El País, Cuando la tormenta pase— el premio Fernando Lara de novela, que es muy prestigioso y le aportó 120.000 euros.

Loureiro, quien sí se recibió de abogado, publicó su primera novela, Apocalipsis Zeta, en 2007. La empezó como un blog y pronto será una película de Prime Video. De su vasta producción, en librerías locales se consigue La ladrona de huesos (Planeta, 1.200 pesos).

En Cuando la tormenta pase , Roberto Lobeira -un escritor que, confesará Loureiro, se le parece aunque sea un poco- llega en invierno a la isla de Ons, un paraje aislado en la costa gallega, casi deshabitado y a merced del mar. Allí se meterá en problemas, por algo entrometido, y se chocará con cierta intolerancia local a la hora de insmicuirse en sus asuntos. Está contado a ritmo de thriller.

Sobre alguna de esas cosas, Loureiro, charló con El País.

-¿Cómo es su proceso de trabajo para un libro?

-Empieza con la fase de documentación sobre escenarios, personajes, tramas y materias. Es una parte agradecidísima porque te pasas tres meses leyendo, viajando y viendo sitios y cosas que en ese momento te obsesionan porque vas a contar una historia de eso y es maravilloso. Después la planificación: montas estructuras de cómo vas a escribir y por último la escritura, que pueden ser seis, siete, ocho meses dependiendo de la complejidad. Cuando terminas ese manuscrito, lo descansas un par de semanas para desintoxicarte un poco y empieza la fase de edición y reescritura, la más complicada, porque siempre hay cosas a ajustar. Todo para que quede una historia lo más redonda posible, que tome al lector de la mano y lo invite a pasar un buen rato.

-¿Qué surge primero, la idea o el personaje?

-Las ideas abundan. Son gratis y todos tenemos un montón todos los días. Lo que no abunda tanto son las historias. ¿Qué es un historia? Es cuando tomas una idea, la interpelas, le haces preguntas que te dan respuestas que generan nuevas preguntas y así empieza a crearse un árbol narrativo, ahí tienes una historia. Y ahí encajan los personajes, porque te das cuenta que eso lo va a vivir alguien y ya casi de manera instintiva van surgiendo al mismo tiempo el personaje y la historia. Pero primero, siempre es qué es lo que va a suceder. Porque una historia tiene varias capas. Está la peripecia del evento, lo que cuentas; está el arco de desarrollo de los personajes, y por último, en un nivel mucho más profundo, está el leitmotiv de la historia, el motor que la hace funcionar y que la hace avanzar. Cuando tienes esas capas montadas, la historia está lista para empezar a ser escrita.

-¿Cuál es el leitmotiv en Cuando la tormenta pase?

-El peso de las decisiones y sus consecuencias. Cómo a veces tomar decisiones correctas tienen consecuencias catastróficas y aún así tienes que tomarlas porque si no te traicionas a ti mismo.

-El libro incluye grandes escenas. Una: la llegada a la isla, ese planeta aislado que parece habitado por fantasmas. ¿Cómo pensó ese escenario?

-Me vino dado prácticamente porque la isla de Ons, existe. La conocía en verano como paraíso turístico, pero en invierno es un sitio prácticamente deshabitado -30 personas como mucho- y que muchas veces, se queda incomunicada con el continente por las tempestades. Un entorno tan salvaje, remoto y aislado frente a una costa europea turística, masificada y ultramoderna era un contraste brutal. Y tener ese espacio real era el lugar perfecto para contar un drama rural en un sitio tan cerrado donde no pueden ayudarte las autoridades, ni puedes huir. Si a eso le añades un ser misterioso que va asesinando animales, un fardo enigmático que arrastra las olas, unos fareros con agenda propia, una anciana convencida de que todas las tradiciones y leyendas locales son reales, tienes una amalgama perfecta para contar un thriller que arranca y empieza a girar solo.

-Su héroe es un escritor, aventurero. ¿Quién lo inspiró? ¿Está basado en usted?

-Dicen que los escritores escribimos de lo que conocemos. Mi primera novela la protagonizaba un abogado, como era yo en aquel momento y esta novela la protagoniza un escritor. Con Roberto Lobeira, los dos somos escritores, nuestros apellidos se parecen, tenemos una antigua profesión que dejamos atrás, los dos creemos que hay que tomar las decisiones correctas sin importar cuáles sean las consecuencias, y también somos muy obsesivos cuando escribimos nuestras novelas. Allí acaban los parecidos. El es casi un sabueso. Es un periodista y los periodistas tenéis la manía de hacer preguntas y repreguntar. Claro, hacerlas en un entorno que está a punto de explotar a lo mejor no es la estrategia más indicada. Y aparte de eso, tiene un montón de matices de gente que conozco, periodistas, algún periodista de guerra, gente que en definitiva podía encajar en ese perfil de personaje.

-Otra escena es cuando descubre el fardo, qué tiene algo de cinematográfica. ¿Qué papel juega lo visual en su literatura?

-Somos todos hijos de la generación audiovisual, crecimos merendando delante de la televisión, los más mayores viendo la sesión doble de cine o los más jóvenes, series en plataformas. Todas esas piezas ya están en nuestra cabeza. Si ahora se cuentan las historias de una manera tan visual es que somos hijos de esa manera de contar las cosas. Cuando hace 100 años Pérez Galdós escribió “Trafalgar”, necesitó un montón de páginas para describir una batalla naval porque ninguno de sus lectores, por suerte para ellos, había estado a bordo de un buque de madera mientras le lanzaban bolas de hierro desde otro buque de madera. Pero nosotros tenemos Piratas del Caribe y Master and commander. Se está produciendo una especie de fusión a nivel narrativo: la literatura y el guion se están acercando muchísimo porque ha cambiado la manera de contar las cosas. No significa que tengan más o menos calidad, significa que se cuentan de una forma diferente. Cada época tiene una manera propia de contar sus cosas.

-Y ya vendrán otras maneras...

-No sé cómo van a ser las novelas y los libros dentro de 50 años. De lo que sí estoy seguro es que va a responder a la realidad narrativa que exista en ese momento. Cuando Cortázar escribía Rayuela hace 50 años, lo hacía entendiendo el mundo en el que estaba. Así que es normal que ahora utilicemos, en general, un lenguaje más rápido, más audiovisual, más dinámico, porque encaja muy bien en la manera que tenemos de percibir las cosas.

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