Si ayerse explicaba que la categoría de actrices principales estaba limitada a dos contendientes —Lily Gladstone y Emma Stone—, en la de actores principales la cosa está más o menos igual.
Cillian Murphy, uno de los dos favoritos, viene aupado por la avalancha (el facilismo indicaría “explosión”) de Oppenheimer, la película que llega con 13 nominaciones a la ceremonia de entrega de los Oscarde este domingo 10.
El otro,Paul Giamatti, se la pelea con uno de los grandes personajes del año en Los que se quedan y con la cuenta a saldar de a deuda de no habérselo dado por su Miles de Entre copas, una actuación brillante por la que ni estuvo nominado. La justicia compensatoria, empero, no es un atributo de la Academia, por eso de que los olvidados de hoy tendrán su premio honorífico en unos años.
Murphy ganó en los BAFTA y los premios del Sindicato de actores, lo que le da cierta ventaja. Ambos ganaron en los Globo de Oro.
Por ahí debería quedar la categoría que se completa con Bradley Cooper por Maestro (está muy bien y hace todo el esfuerzo necesario para ganar el premio); Colman Domingo por otro héroe de la vida real en Rustin, y Jeffrey Wright como un escritor al borde de un ataque de nervios en American Fiction. Los tres están muy bien pero eso no alcanza.
Al igual que se hablaba ayer sobre lo diferente de las actuaciones de Gladstone en Los asesinos de la luna y Stone en Pobres criaturas, Murphy y Giamatti trabajan en dos cuerdas totalmente diferentes.
El irlandés construye al padre de la bomba atómica, desde cierta incomodidad acrecentada por los primeros planos de escasa profundidad de campo que sacan un conflictuado interior. La belleza hegémonica y a la vez exótica de Murphy ayuda un montón.
Giamatti -que es americano y se parece al vecino del 903 de tan común, su apariencia-, trabaja en otra cuerda porque Los que se quedan (que es su reencuentro con el director Alexander Payne, el de Entre copas) tiene un tono de comedia sentimental navideña. Su profesor Paul Huhman es una composición soberbia e incluye un ojo postizo y una presencia de la que hasta se siente su olor.
Viejo colaborador de Christopher Nolan, aún antes de ser famoso por la serie Peaky Blinders, Murphy, por su parte se beneficia por ese bulldozer que viene siendo Oppenheimer desde sus casi mil millones de dólares de recaudación y unanimidad crítica.
El actor que tiene 47 años y nació en Douglas, un suburbio de la irlandesa ciudad de Cork, ha estado cumpliendo con todas las citas promocionales, incluyendo esta última ronda para convencer a los votantes de la Academia. Hizo acto de presencia en todos los late night shows, por ejemplo, escala crucial en las campañas de marketing para conseguir un Oscar.
Más allá de los rubros técnicos que están resueltos con el lujo en cada disciplina todo indica que la película, Nolan, Murphy y Robert Downey Jr. (en la categoría de actor secundario) tendrían asegurada su estatuilla.
En ese mismo sentido el aparente perfil de bajo de Los que se quedan podría jugarle en contra: es demasiado arty en un tiempo que se premia la espectacularidad seria. Tiene la apariencia de una película independiente, con sus referencias cinéfilas (a Hal Ashby y el cine americano de los 70) y personajes que hay quienes podrían hallar rebuscados.
Giamatti -un egresado de la escuela de artes dramáticas de Yale, la universidadde la que su padre era presidente- es uno de los grandes actores de su generación. Tiene 57 años y una larga carrera en cine y en televisión donde desde 2016 es parte del elenco de la serie Billions y la otra vez que estuvo nominado al Oscar fue por El luchador, aquella con Russell Crowe.
Esa condición indie, la deja en la competencia como una sorpresa, que es más una esperanza personal que una posibilidad.
Es que ante Oppenheimer todo parece poco. Y eso, increíblemente también mella las posibilidades de Wright, otro de los grandes actores actuales, que es por lejos lo mejor de American Fiction, una sátira ocurrente pero menor sobre cuestiones de cultura y raza. Es la primera nominación de Wright y su Thelonious “Monk” Ellison es otro de los grandes personajes del año.
Otra buen reconocimiento sería para el compromiso de Cooper para interpretar al Maestro Leonard Bernstein. El actor -que además produjo, dirigió y escribió- fue por una inmersión completa en el personaje al que compone durante 40 años de su vida. La transformación incluye lo prostético, sí, pero también un importante trabajo vocal.
La Academia ha premiado compromisos y transformaciones así de grandes pero no parecería que vaya a pasar esta vez.
Más lejos parecen estar las posibilidades reales de Colman Domingo protagonista de la poca vista (aunque esté en Netflix) Rustin, en la que interpreta a Bayard Rustin, activista político vinculado a la lucha por los derechos civiles estadounidenses en la década de 1960. Es una buena actuación y una interesante reivindicación histórica. Pero tampoco estaría alcanzando.