Es productor, director, guionista, profesor de libretistas y uno de los responsables del surgimiento de las coproducciones entre España y América Latina. Con una carrera de varias décadas que incluye títulos como El corredor nocturno, Territorio Comanche y Los aires difíciles, Gerardo Herrero ha participado en más de 180 películas, varias con presencia en festivales y premios importantes, incluido el Oscar por El secreto de sus ojos de Juan José Campanella, donde fue productor.
En la cartelera uruguaya se encuentra una de sus últimas películas en su faceta de director, Bajo terapia, que toma la exitosa obra de Matías del Federico, que ya tuvo presencia en las tablas locales. El film se proyectó en el último Monfic, luego se estrenó en cines comerciales y recientemente llegó a la Sala B del Auditorio Nelly Goitiño, donde tendrá una función el próximo sábado. Es además una producción de Tornasol, la empresa cinematográfica que comparte con su pareja, la uruguaya Mariela Besuievsky.
La trama, desarrollada en un único escenario, sigue a tres parejas que asisten a una sesión de terapia y, a través de distintas consignas, comienzan a revelar secretos de sus vidas. El elenco lo conforman Eva Ugarte, Alexandra Jiménez, Malena Alterio, Fele Martínez, Antonio Pagudo y Juan Carlos Vellido.
Sobre la película, el proceso de encontrarle el tono, la relación con el cine de América Latina y el presente del cine español, es esta charla de El País con Herrero.
—¿Cómo surge la idea de hacer Bajo terapia? ¿Qué le incentivó a hacer esta película?
—La motivación viene de ver la obra teatral en el Teatro de Madrid. Fui a verla de casualidad, me entusiasmó y empecé a buscar los derechos. Los conseguí un año más tarde; me costó bastante trabajo, y la motivación venía del hecho de que había una película en la obra. Había cosas que tenía que cambiar según mis gustos, otras que debía modificar, pero había una profundidad en el texto, que juega con el humor para hablar de muchos temas sociales.
—Toda la película se desarrolla en un mismo lugar, lo que la acerca a una obra de teatro.
—Sí, tuvimos la oportunidad de rodar en un solo decorado y también de filmarla en orden, para poder ir construyéndola casi capítulo a capítulo, carta a carta. Hicimos muchos ensayos en Madrid y después fuimos a filmarla a Pamplona porque había un decorado que había visto, una galería de arte que me pareció un buen lugar para rodar y ensayar. Estar en una ciudad distinta a la que vivimos y compartir tiempo juntos nos unió como grupo para filmar con mucha armonía, y eso se nota en el resultado.
—También hay un gran trabajo de cámaras, como si fuera una sola toma.
—Pensaba intentar un plano secuencia cuando empecé a trabajar, pero me di cuenta de que quedaba mucho sin mostrar de la reacción de los actores. A veces, no es solo lo que dicen, sino las reacciones ante los diálogos. Entonces, decidí hacerlo con largos planos que casi duraban lo que cada carta, desde distintos sitios y puntos de vista, porque está rodada con una sola cámara, apenas modificando los ángulos de los actores.
—¿Cuánto llevó la filmación?
—Filmamos la película en tres semanas y esa química, esa relación entre actores y personajes, nos llevó a encontrar el equilibrio en cada secuencia y escena para que funcionaran bien.
—En relación con la obra de teatro, la película es más seria. ¿A qué se debe?
—No sé si le quité humor, pero la obra de teatro buscaba más la comedia, tal como se entiende la comedia, y la comedia que a mí me gusta se hace en serio. Entonces, quería que tuviera humor, pero que no fuera solo eso. Todo el tiempo estamos jugando con el humor y la sonrisa para que se produzca un producto con sensibilidad. Creo que la mayoría de las comedias, en mi opinión, están muy sobreactuadas. Los actores quieren exagerar lo gracioso y yo no quería que eso pasara en Bajo terapia. Quería que el humor funcionara no solo por lo que dicen los personajes, sino por cómo lo dicen. Entonces, esa manera de trabajar la interpretación es diferente.
—Es una comedia que juega con temas que no son nada graciosos.
—Exactamente. Por eso la película es más dramática que la función, porque en la función sí buscaban todo el tiempo la risa permanente, que yo no he buscado.
—Además de ser un reconocido director, ha sido presidente de la Academia de Cine de España y es uno de los pioneros en fomentar las colaboraciones con América Latina para potenciar las industrias de ambos continentes. ¿Cómo surge ese pensamiento?
—Bueno, tiene un poco que ver con mi relación con América Latina, por haber viajado mucho por allí, tener muchos amigos cineastas y escritores, y el instinto de pensar que se podía mejorar mucho esa relación. Al tener el mismo idioma, había una posibilidad de comunicarnos y entendernos. Al principio de mi carrera, me sorprendió que, habiendo talento en ambos lados, no existiera esa relación profesional. Entonces, una parte de mi trabajo fue construir eso, o al menos ayudar a construirlo. Porque cuando empecé en el cine, hace ya más de 30 años, no había coproducciones de España con países de América Latina. Se hacían con México y Argentina, pero no era muy común. Entonces, ayudar a formar eso es una de las grandes satisfacciones de mi carrera profesional.
—¿Cómo ve la actualidad del cine en España?
—El cine en España está en un buen momento creativo. La gente no asiste mucho al cine, como en la mayoría de los países, pero en cambio sí hay una industria bastante pujante. Se producen muchas películas, funcionan mucho las series para plataformas, se está produciendo mucho, así que es una industria bastante viva y en desarrollo. Nuestra única preocupación es la falta de asistencia a las salas. La gente ha cambiado sus hábitos, y el visionado se da mucho en los hogares y poco en los cines. El cine dejó de ser una experiencia colectiva para convertirse en una experiencia hogareña. Eso es una pena, porque realmente la mejor forma de ver una película es concentrado en una sala de cine, sin teléfonos sonando, sin luces, sin niños tirándote de la chaqueta, pudiendo enfocarte solo en la película.
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