ESTRENO

Conviene avisar que Spencer no es una biopic de esas que se acostumbran. Para eso está Diana, aquella con Naomi Watts que no estaba buena y era más una acumulación de lugares comunes para contar la historia de Lady Di, la princesa que quería vivir y murió en un accidente de tránsito perseguida por los paparazzi.

Spencer es otra cosa. De hecho es un montón de cosas: una película de terror sobre una princesa encerrada en un castillo, una historia de amor maternal, un relato sobrenatural, una película morosa y otra crónica sobre la realeza británica.

Pero no es The Crown y el chileno Pablo Larraín (como ya hizo en Jackie con Natalie Portman sobre los primeros días de viudez de Jackie Kennedy) se limita a contar un par de días en la vida de su heroína que para el caso es Diana Spencer, la princesa de Gales interpretada porKristen Stewart. El compromiso de la actriz con el papel le valió una nominación al Oscar. Ojalá lo gane: al igual que en Jackie, Larraín privilegia la subjetividad y eso obliga a Stewart a estar todo el tiempo y a decir con silencios lo que precisaría mil palabras.

Spencer sigue a Diana durante tres días de la Navidad de lo que sería 1991 (la película no está datada) en los que la familia real se reúne en Sandringham, que acá es una presencia inquietante de pasillos, paredes que escuchan y rutinas reales. Ese clima opresivo está apoyado por la fotografía de la francesa Claire Mathin (Retrato de una mujer en llamas).

Diana está perdida, como queda explícito en la primera escena. No está bien y la displicencia agresiva de su esposo Carlos (Jack Farthing) y la reina (Stella Gonet) y esa opresión que no consigue calmar, no la ayudan mucho.

Apenas el placebo de sus hijos y la complicidad y el afecto de una empleada (Sally Hawkins) parecen aliviar en algo todo ese pesar. El fantasma de Ana Bolena también aporta poco.

Parece claro que Diana es una mujer buscando un paraíso perdido en la casa de su infancia de la que rescata una campera de su padre. Ese Spencer del título habla de una identidad que cedió al integrarse a la familia real.

Una escena final recuerda un famoso momento de La regla del juego de Renoir que también hablaban de la opresión de una clase social.

Larraín anuncia su película como una “fábula sobre una tragedia real”, lo que funciona como un aviso a aquellos que buscan la Diana de postal.

Spencer es, en realidad, un trance. Y ya se sabe que en esos casos uno se deja hipnotizar o no. Si se deja se encontrará con una película peculiar para mostrar una partecita de una vida peculiar.