El arte siempre estuvo ahí: como una herencia silenciosa y una carta de presentación en la familia. Desde niño, Renzo Orpi sintió fascinación por el cine, la música, y hasta fue vocalista de un par de bandas de rock en el liceo que no prosperaron. Era el payaso de la clase —y no por azar—: lo suyo es genética pura. Le debe la simpatía y el desparpajo a su padre, el actor y humorista Luis Orpi, a quien solía acompañar en las largas jornadas de rodajes en Canal 10, durante la época dorada de Decalegrón, donde se deleitaba con el detrás de cámaras.
Primero lo conquistó Descartes y sus meditaciones metafísicas. Se enamoró de la Filosofía, se licenció en 2024 y hoy, con 24 años, cursa la maestría. En paralelo, prueba algunas materias de Ingeniería en Comunicación, buscando una posible salida laboral.
Mientras tanto, despunta el vicio artístico pintando retratos de ídolos que marcaron su camino y lo ayudaron a transitar momentos difíciles: “Siento una gran deuda con ellos”, dice a Sábado Show sobre figuras como Mozart, Cortázar, Picasso, Paul McCartney, Charly García, Cacho de la Cruz… y su propio padre.
Varios de esos trabajos pueden verse en el Teatro del Notariado, donde expone Contracara, su primera muestra de retratos, que comparte con Aníbal Lattanzio, su maestro. Estará disponible lo que resta de julio y todo agosto, de martes a sábados de 15:00 a 20:00. La entrada es gratuita.
Un giro inesperado que lo llevó al pincel
En la escuela se le daba bien el teatro y, una vez, en una muestra, maravilló a todos con su capacidad para convertir cierto personaje en un rol cómico. "La gente me felicitaba y mi padre estaba ilusionado con que fuera actor", revela. No sucedió. La vida lo llevó por otros carriles. Le gustaba cantar y tocar la guitarra, pero no tenía disciplina y abandonó antes de hacer siquiera un intento formal.
De pequeño, siempre tuvo mucha manualidad: dibujaba, andaba cortando papeles y hasta hacía esculturas. Sin embargo, no profundizó en la pintura hasta quinto de Bachillerato Artístico, cuando su profesora Alicia le encomendó hacer un cuadro. Renzo, que no tenía noción de ese universo, hizo lo que todos en esta época cuando ignoramos un tema: googlear.
En esa búsqueda dio con Kandinsky y se entusiasmó con el estilo de este referente del arte abstracto. El cuadro lo hizo con la ayuda e impulso de su profesora particular de dibujo —iba a clases particulares de todas las materias porque era pésimo estudiante— y, durante el proceso, sintió algo especial.
Decidió seguir la corazonada y, en 2019, se anotó en el taller Caballo Azul, de Aníbal Lattanzio, su mentor. "Me metí de casualidad, porque quedaba a una cuadra de casa. Entré sin saber nada y me enseñó todo lo que sé", dice.
El arte, asegura, ha sido la mejor medicina para sacarlo a flote en momentos de oscuridad, y estos retratos le han servido para conectar con esos ídolos que lo ayudaron en horas difíciles. Esa gente a la que le debe mucho sin conocerla.
—Entre tantos retratos hay uno de tu papá en la exposición del Notariado, ¿fue el más difícil?
—El más difícil y emotivo. Es un desafío pintar a tu padre por lo que representa, pero además es famoso. Lo hice de una manera bastante ingenua. Mi idea era regalárselo por el Día del Padre, nunca pensé que lo iba a exponer. Lo pinté sobre cartón porque era más barato que el lienzo, no por elección artística. Fue en 2019, cuando arranqué, y me llevó un par de meses.
Fue, además, el primer cuadro que tuvo en mente para la exposición: “Tenía que estar, y en un lugar especial”, asegura sobre este retrato, que es lo primero que se ve al ingresar al subsuelo del Notariado.
"Fue el que más gustó y el que tuvo más repercusión; todo el mundo lo elogia", destaca. Y está convencido de que no será la última vez que pinte a su padre.
Un cuadro en la casa de Cacho de la Cruz
Cada pintura esconde una historia y Renzo admite que algunos retratos los ha trabajado por meses o años. “De repente hay 30 cuadros abajo, porque lo voy cambiando constantemente”, confiesa. Uno de esos casos fue el retrato de Charly García: originalmente, ese lienzo era para pintar a Cacho de la Cruz. “Pinté tres de Cacho hasta que me gustó uno y se lo regalé, pero abajo de Charly está Cacho", cuenta.
Cacho, que es padre de su hermano del alma (el músico Santiago de la Cruz), le agradeció y lo tiene colgado en su living: "Es un doble regalo que él lo reciba y lo tenga en su casa", indica.
Ahora, su objetivo es rendir homenaje a personas vivas para poder entregarles el retrato en mano: "Mi sueño es poder llegar a Charly García", dice. Y agrega que quiere pintar a la cineasta argentina Lucía Seles: “Estuvo en el Festival de Cinemateca y me hubiera encantado regalárselo para tener un feedback y para inspirar a otros artistas”.
De Uruguay, sueña con pintar a Rubén Rada, Jaime Roos y al músico Gustavo Pena, conocido como El Príncipe.
El legado y el cumple en el Subterráneo
Luis Orpi fue durante años el dueño del Subterráneo Magallanes, el mítico boliche de strippers que marcó época en la noche montevideana. “Fue un lugar muy peculiar en mi vida. Incluso festejé un cumpleaños infantil ahí, pero sin strippers”, recuerda entre risas.
"Fue una linda época pero para mi padre era muy arduo. Me acuerdo que yo llegaba de salir y él recién volvía de trabajar", agrega.
De niño, convivía con naturalidad con ese entorno, sin embargo, entre sus pares era tema de conversación: "Mis amigos pensaban que mi padre tenía un prostíbulo, y yo les explicaba que era un lugar donde se hacían despedidas de solteros. Conocía a los strippers, para mí no era nada raro”.
Por último, Renzo asegura no haber sentido nunca el peso del apellido: “Para mí siempre fue positiva la exposición de mi padre. Hay gente que sin conocerme me empieza a bancar por él”, concluye.
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