Por Laura Gambale, en Buenos Aires
En Argentina son miles los docentes, investigadores, becarios y otros eslabones del sistema universitario público que reclaman soluciones frente a la crisis socioeconómica que atraviesan; una crisis que viene gestándose desde hace bastante tiempo pero que se profundizó en los últimos 11 meses desde que asumió el gobierno de Javier Milei.
Durante octubre ha habido universidades nacionales tomadas en los principales puntos del país, clases públicas y diversas acciones en marcha para visibilizar el reclamo por el veto presidencial a la ley de financiamiento universitario que, entre los puntos principales, preveía una mejora salarial para docentes.
En el medio, una discusión sobre las auditorías a las universidades. En su estilo, el presidente argentino dijo semanas atrás que la universidad pública y gratuita en el país “no está en discusión”, sino que por el contrario la quiere “cuidar” mediante auditorías a la administración de los fondos para que “lleguen a los alumnos y a los profesores”, y no a los “ladrones, delincuentes y mentirosos” que “prostituyen una causa noble” para “mantener sus curros”.
Las universidades públicas no se oponen a ser auditadas; el problema es quién lo hace. Las autoridades universitarias dieron su aval a que lo haga la Auditoría General de la Nación (AGN), dependiente del Congreso, ya que es el organismo de control que prevé la ley para supervisar la ejecución de sus gastos pero el presidente pretende que lo haga la Sindicatura General de la Nación (Sigen). Las universidades dicen que el alcance de la Sigen se limita al Ejecutivo y su intervención en las universidades vulneraría la autonomía.
Mientras tanto, los sueldos docentes, en promedio, no superan la línea de la pobreza, según las estadísticas.
¿Pero cuál es la realidad de los uruguayos que hoy son parte del sistema público universitario argentino? El País se acercó a las aulas para conversar con investigadores, estudiantes de doctorado, maestrías y grado. La mayoría cuenta que llegó con el objetivo principal de formarse y con la intención de quedarse para desarrollar su vida profesional en Argentina, pero ahora muchos piensan en regresar a Uruguay por la crisis planteada con el gobierno y porque entre otras razones eldinero no alcanza, incluso a pesar de algunas mejoras recientes como en la inflación. Algunos ya lo decidieron: se volverán. Como la frase viral de Milei, cuentan que “no hay plata”.
“No alcanza para vivir. Yo alquilo, tengo responsabilidades familiares económicas y de cuidado y no sabemos qué va a pasar con nosotros en el futuro inmediato”, dice a El País Paula Simonetti, investigadora, becaria posdoctoral en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), escritora y docente de 34 años.
Su historia es la primera de varias que contaremos en este artículo.
Según el Registro Nacional de las Personas (Renaper), en Argentina hay 111.814 uruguayos con residencia permanente y 28.757 con trámites de primera identificación, es decir, a la espera del DNI extranjero.
De ese total, hay 1.475 estudiantes de grado uruguayos en las universidades y 703 de posgrado. De posgrado, a su vez, se dividen en 143 de doctorado, 232 de maestría y 328 de especialización, según el último dato relevado por el departamento de información universitario de la Secretaria de Educación.
Paula hace posgrado. Ella nació en Montevideo hace 34 años, se egresó con el título de socióloga de la Universidad de la República y cruzó el río con la decisión de continuar su formación. “Me nacionalicé argentina con la idea de establecerme de manera definitiva, pero en este momento ese proyecto está totalmente en crisis”, relata. Cuando llegó al país hace diez años tenía varios planes. Hoy está en el tramo final de su beca postdoctoral.
“Acá está mi trabajo, la familia que fui formando, amigos, colegas, alumnos, muchos proyectos, es mi casa. Pero las políticas de ataque directo a la ciencia y a la educación están provocando el desarme de muchos proyectos, de muchas vidas y de muchos sueños”, se lamenta. “Y también la pérdida silenciosa pero continua de esas personas, con todo el trabajo y el esfuerzo puesto ahí, en formar profesionales, equipos de investigación, docentes súper capacitados y comprometidos. Es algo que va a costar muchísimo revertir”. Al momento está pensando en volver a Uruguay junto a su familia.
“La calidad de la universidad y el sistema científico argentino son faros para toda Latinoamérica”, continúa. “Hasta hoy estoy dedicada a la investigación y a la docencia, pero el desfinanciamiento se siente todos los días. Los salarios están totalmente sumergidos, las perspectivas de futuro se estrechan, los colegas, investigadores jóvenes están yéndose del país. El sistema científico nacional está siendo terrible e injustamente atacado, desfinanciado, desprestigiado a partir de mensajes de una ignorancia y una crueldad brutal”, argumenta, mientras suelta el aire de golpe.
“Volvemos en verano"
Federico del Castillo (38 años) es egresado en la licenciatura de Antropología por la Udelar. Cuenta que eligió estudiar su posgrado en Argentina por la “calidad del sistema científico de ese país”, donde considera que hay “un campo de estudio socio antropológico de fuerzas de seguridad muy desarrollado”. Sobre eso basó su tesis.
Federico llegó en 2019 y desde entonces es becario del Conicet; hace menos de dos semanas defendió con éxito su tesis en el doctorado en Antropología Social en la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (Ideas), dependiente de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).
Él ya sabe que no seguirá viviendo en Buenos Aires. “En lo personal, en cuestión de tres meses pasé de tener un buen nivel de vida a tener que utilizar ahorros para llegar a fin de mes por lo que decidí volverme a Uruguay. Conozco muchos colegas que ahora se están yendo al extranjero a hacer posdoctorados porque en Argentina no están bien valorados; es muy triste porque ahora es imposible vivir dignamente y dedicarse a la academia acá”. Él también tenía previsto quedarse a vivir en Buenos Aires junto a su compañera y su hija pequeña, hacer carrera de investigador y contribuir al sistema científico nacional. Pero así no puede. “Hace unos días tomamos la decisión firme de volver a Uruguay en verano, sabiendo que tiene sus desafíos para insertarse profesionalmente pero realmente sentimos que vamos a estar mejor”, agrega.
“Las universidades son instituciones que no solo producen saberes, sujetos académicos y datos, sino que son estructuradoras de la vida social, en especial en sociedades como las nuestras”, dice y analiza: “En la experiencia de mi universidad, que está en el conurbano bonaerense, no solo está inmersa en el territorio para investigarlo, sino también para construir lazos con la comunidad, estructurando trayectorias de vida y produciendo movilidad social que no solo impacta con quienes hacen el ingreso a la universidad, sino que alcanza a quienes quedan afuera de las aulas. ¿Cómo? Muchas veces ofreciendo contención y oportunidades a personas que están participando de proyectos de extensión universitaria. Por ejemplo, en programas vinculados a víctimas de violencia de género o a poblaciones migrantes”.
"Entramos en el mejor momento en 100 años"
En el marco de una visita a las oficinas de la billetera digital Ualá, el presidente Javier Milei habló esta semana sobre el futuro de Argentina y aseguró que el plan económico ya da frutos. “La actividad económica está mejor que cuando asumimos. Todo lo que viene es mejor; seremos cada día más ricos. Fue difícil, fue duro, pero lo que queda por delante es hacia arriba. El país está entrando en el mejor momento de los últimos 100 años”, resaltó, frente a autoridades de la empresa. Y añadió: “Hoy nos encaminamos a la senda de la estabilidad, la recesión se terminó y todo lo que queda es crecimiento, de acá para adelante solo hay buenas noticias. Durante un siglo de humillación ellos lograron instalar una mentira atroz del Estado presente y que genera riqueza. El Estado no genera nada, solo destruye riquezas y se las roba a otros para dársela a amigos”. Milei destacó que su gestión realizó “el ajuste más grande de la humanidad y la economía sólo sufrió cuatro meses”. Remarcó que el 95% cayó sobre el “parásito estatal” y menos del 2% en el sector privado. (La Nación/GDA)
Según la mirada de Federico, el desfinanciamiento se siente en todas partes: en las aulas, en la disminución en las matriculas, en la falta de mantenimiento general de las facultades, en la vida académica y en su bolsillo. “Muchas veces trabajamos con la luz apagada, vas al baño y no hay papel higiénico ni detergente para lavar los platos en el sector de cocina. También se percibe en los sueldos de los investigadores y docentes. Tuvimos una pérdida del poder adquisitivo enorme, y puntualmente en el Conicet hubo recortes con congelamiento de salario y despidos tremendos. También hay muchos colegas que están esperando que se les active la beca que ya ganaron el año pasado”.
La sensación general que se percibe es la de “dejar morir al sistema”, remata.
La crisis en las universidades argentinas
Los discursos se repiten. Florencia Caballero (39) volvió a Uruguay con la amarga sensación de que el país vecino que le había brindado la posibilidad de capacitarse se hundía en una crisis cada vez más profunda. Todo comenzó en 2019, cuando cruzó el charco para estudiar la Maestría en Dramaturgia en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). El motivo principal de la elección, según cuenta, fue por la propuesta integral que proponía el programa, donde mezclaba la investigación académica con la investigación creativa en torno a la dramaturgia. “El único año que cursé entero en Argentina fue 2023, antes iba tres días y volvía ya que mi trabajo me lo permitía”, explica.
Ella observa con tristeza el deterioro en el sistema educativo de los últimos años: “La crisis económica en Argentina la viví desde su nacimiento, cuando empecé a ir y venir por estudio en 2019”. Recuerda que uno de los mayores impactos de esos años fue volver a ver niños en la calle. “En 2023, cuando me quedé a vivir, fui testigo de toda la campaña electoral del gobierno actual. Fue duro porque yo veía cómo la inflación iba aumentando. Ahora en la universidad hay una precarización absoluta de las condiciones laborales, con la incertidumbre constante de no saber si de un momento a otro deja de funcionar porque se cortan las líneas de financiamiento y los docentes se quedan en la calle”, protesta.
Florencia trabaja hoy en Montevideo como asistente de dirección de la Temporada Lírica del Teatro Solís, entre otros empleos. Todavía le queda pendiente la tesis y dos materias virtuales.
En la misma universidad de Florencia, Victoria Cestau (39) estudia un Doctorado en Artes. “Mi tesis es sobre la revolución de las colombinas en el Río de la Plata, orientada al estudio de la murga y carnaval rioplatense con mirada de género”, cuenta.
En 2009 egresó como socióloga de la Facultad de Ciencias Sociales con la intención de hacer estudios sobre carnaval y teatro, pero cuando presentó el tema como propuesta de tesis le dijeron que “no había campo para investigar eso”. Desde ese momento comenzó a buscar alternativas para su maestría, encontrando en Argentina la opción que más le convenía. Victoria también es actriz.
Como el resto de los estudiantes e investigadores consultados para este informe, percibe un rápido deterioro en la educación como consecuencia del “brutal desfinanciamiento a la universidad pública”. Sin embargo, a diferencia de otros entrevistados, ella está decidida a quedarse a vivir en Argentina. Sus argumentos se esgrimen principalmente en que “Buenos Aires es una de las ciudades con mayor cantidad de teatros de la región, tanto del circuito oficial como del under, donde el arte siempre sigue circulando a pesar de las crisis”. Para vivir y llegar a fin de mes cuenta que en verano siempre viaja a Uruguay a trabajar en una escuela de narración oral, aunque también es docente en la Universidad de Tres de Febrero (Argentina) y curadora del Centro Cultural Ernesto Sábato, dependiente de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
En todos los sitios donde trabaja observa el desfinanciamiento: “Por un lado se está inscribiendo menos gente para estudiar; a su vez se nota en la cuestión edilicia”. Sin embargo, considera que “la calidad de las clases y docentes no ha cambiado, aunque esperamos que no nos sigan desgastando más”.
Cuando se le pregunta sobre por qué la universidad debe seguir siendo gratuita y de calidad, responde sin dudar: porque permite la movilidad social ascendente. “Soy la primera universitaria en mi familia y eso es gracias a la universidad pública. Es un piso de igualdad para quienes pueden pagar y quienes no, permitiendo la movilidad social ascendente”, argumenta. “La universidad también es una gran generadora de redes, te da la posibilidad de conocer personas de distintos ámbitos y estratos sociales, fundamental para ampliar y desarrollar pensamiento crítico”.
En relación al mantenimiento de la gratuidad para los extranjeros (un punto en tensión que semanas atrás escaló cuando Milei dijo que la universidad sería arancelada para extranjeros no residentes pero que con el paso de los días aclaró que “por ahora no será arancelada”), dice que “es importante que sea gratuita para que los extranjeros puedan venir porque su presencia aporta al enriquecimiento cultural”.
“Ya no se ahorra"
Egresado de la licenciatura en Ciencia Política de la Udelar, la historia de Facundo Zimmer (29) comienza en 2022, cuando viajó con su pareja a estudiar a Buenos Aires. Ese mismo año comenzó la maestría en Ciencia Política orientada a la filosofía y la teoría política en la Unsam. Prevé terminarla el año próximo.
“Este año se ha vuelto muy complicado, de no ser por la ayuda de mis padres, de múltiples trabajos y de vivir en pareja, sería imposible ahorrar, y el ahorro es muy poco, apenas para irse de vacaciones dentro de Argentina. Todo esto teniendo en cuenta que no contamos con un servicio de salud bueno”, puntualiza y agrega que va a continuar un tiempo más por los estudios pero después están pensando en volver.
“Aquí tenemos más oportunidades que en Uruguay, pero por el recorte brutal en la educación y la inestabilidad estamos evaluando si regresar antes de lo que teníamos previsto. De no haber cambiado tanto el panorama, pensábamos quedarnos algunos años más luego de finalizados los estudios”, cuenta.
Facundo entiende que la universidad es el lugar donde “aparece la construcción del conocimiento en conjunto, el cual muchas veces permite tratar diversas problemáticas y lenguajes para mirar la realidad y los problemas sociales sin que tenga que ver exclusivamente con la lógica de lo productivo y lo útil”.
El último testimonio es el de Lorena Crosa Ohaco (53), quien nació en Montevideo pero vive en Mar del Plata desde 1981, cuando era una niña. “Este año asistimos a clases con excesivo abrigo por tener el gas cortado en pleno invierno y no tener calefacción; ya es una costumbre subir nueve pisos de escaleras para ahorrar en el uso del ascensor no solo por el gasto de luz sino también en mantenimiento, estar en aulas poco iluminadas, sin red de wifi abierta y con una reducción de becas ostensible”, dice Lorena, quien estudia desde 2019 las carreras de Abogacía y Ciencias Políticas en simultáneo en la Universidad Nacional de Mar del Plata (Unmdp). “En la Facultad de Derecho tenemos muchos profesores ad honorem ya que son parte del poder judicial o legislativo y la docencia es su segunda ocupación, algo que no pasa en Ciencia Política. En este caso, muchos profesores ya no pueden costearse el transporte por sus bajos sueldos, y a la par están tomando en cuenta otras tentadoras ofertas de las universidades privadas y del exterior. Inexorablemente el ajuste nos va a costar en calidad educativa”, asegura.
Para Lorena, la Unmdp, además de ser un complejo universitario muy importante con una gran oferta educativa de excelencia, es un actor social de relevancia por su capacidad para articular con el resto de la sociedad a través de programas sociocomunitarios, sumado a los aportes constantes y relevantes que realiza en el área de investigación.
“Hay que seguir defendiendo el libre acceso a la universidad. Es hacer carne la educación como un derecho humano”, dice con tono pausado. A pesar de la crisis actual tiene previsto quedarse, con incertidumbre por supuesto. Su vida ya está armada de este lado del charco.
La polémica atrás de ley de financiamiento universitario
Tras la segunda marcha federal universitaria del 2 de octubre pasado, el gobierno argentino vetó en su totalidad la Ley de Financiamiento Universitario. Una semana después, en una sesión especial de la Cámara de Diputados de la Nación, se trató el veto y se confirmó. Fueron 160 los diputados que votaron a favor de insistir con el proyecto de ley, mientras que 84 votaron en contra y 5 se abstuvieron. De esta forma no se logró alcanzar los dos tercios necesarios y se mantuvo el veto del presidente Javier Milei.
En líneas generales, la norma preveía un incremento en las partidas presupuestarias para el funcionamiento de las casas de altos estudios, y una actualización en los salarios de los docentes y no docentes.
De acuerdo a los datos de la Federación Nacional de Docentes Universitarios, al contrastar la pauta salarial de un docente universitario con la inflación publicada por el Indec, en el mes de agosto de 2024 la caída del poder de compra fue de 9,2% respecto de diciembre de 2023.
A su vez, a principios de octubre salió a la luz que existen al menos 53 millones de dólares aportados por organismos internacionales para financiar programas científicos argentinos que están paralizados desde diciembre de 2023 por decisión del gobierno. El dato surge de la Unidad de Investigación de elDiarioAR.