El “comunicado urgente” fue enviado a cientos de teléfonos celulares el jueves 30 de enero a eso de las dos menos cuarto de la mañana: “Comunicamos que la empresa no va a convocar a trabajar al personal laudado de producción, logística, calidad, mantenimiento, NYS e ingeniería. En este día vamos a suspender la producción en las plantas de Colonia y Las Piedras para evaluación de los cambios de volumen y mix de producción, acompañados de representantes de Yazaki Mercosur. Informamos a ustedes que el día será abonado con el sueldo mensual de enero”. Y terminaba así: “Agradecemos la comprensión de todos”.
A esa hora Laura Aguirre dormía en su casa en Juan Lacaze. A las cuatro sonó el despertador. Hace tiempo que venía haciendo horas extras, tantas que ya había perdido la cuenta, igual que muchos de los cerca de 900 operarios y operarias de la planta que la multinacional japonesa tenía desde 2006 en pleno centro de Colonia del Sacramento, a metros del puerto y de la terminal de ómnibus. Algo parecido sucedía en la planta de Las Piedras, bastante más pequeña. Entre las dos sumaban más de 1.100 trabajadores.
Los últimos meses, pero sobre todo las dos semanas previas, habían sido muy intensas en producción. Extrañamente intensas.
Ellos —pero básicamente ellas: más de la mitad del personal de la empresa japonesa son mujeres con mayor pericia para el trabajo manual— no lo sabían; estaban haciendo stock para el inminente traslado de la producción, de componentes automotrices para Toyota, a Argentina y Paraguay. “Se suponía que estábamos trabajando mucho porque había un pedido grande para Sudáfrica”, dice Laura Aguirre una tarde de invierno en su casa, “pero en realidad estábamos abasteciendo porque vos no podés arrancar de cero en el otro lugar”. Una compañera dirá que, con aquello de África, cayeron “como unos giles”.
Aquel 30 de enero Laura se levantó, desayunó algo rápido y caminó en medio de la templada noche rumbo a la parada. Allí esperaba un grupo de trabajadoras. El horario de ingreso era las seis de la mañana y el ómnibus, directo a planta, pasó como cada día unos quince minutos antes de las cinco.
—Chiquilinas, miren que no entran —les dijo la chofer—, llegó un mensaje de WhatsApp.
Laura no era una chiquilina. De 58 años, separada y madre de un muchacho de 15, era empleada de Yazaki desde hace 14 años pero antes había trabajado una década y media en Fanapel, la histórica papelera de Juan Lacaze que cerró en 2017, y su suegro en la textil Campomar en la misma ciudad, que llegó a tener 1.500 empleados en sus mejores épocas. Y tenía fresco lo de Sudamtex, que funcionó entre 1945 y 2001 en Colonia del Sacramento, cuyo cierre en plena crisis económica fue un verdadero drama.
Laura sabía todo lo que viene atrás del cierre de una industria.
En la parada, las “chiquilinas” miraron el celular y vieron la noticia: ese día no abría la planta, confirmaron, y no subieron al coche. La situación aún era confusa. Unas horas después estaría todo más claro y el golpe, doloroso: Yazaki, la empresa en la que algunos trabajaban desde hace casi 20 años, cerraba en Uruguay. La noticia la recibirían primero con rabia y enojo, después tristeza y al final con inevitable aceptación.
Que en una ciudad como Colonia, con más de 32.000 habitantes, cerca de 900 personas queden sin trabajo —en algunos casos familias enteras; padres, madres, tíos, sobrinos— es como una bomba. Muchos con una formación tan específica que aprendieron allí dentro y no pueden aplicar en otro lado. Y ni hablar de los efectos colaterales: si eran cerca de 900 empleados directos, los indirectos eran muchos más, desde el almacenero del barrio a “la muchacha que cuidaba a los niños de los que se iban a trabajar”, dice a El País el intendente electo Guillermo Rodríguez. Se calcula que la empresa dejaba cerca de dos millones de dólares mensuales en la calle entre puestos directos e indirectos, estima el diputado blanco Mario Colman.
A Yazaki Colonia llegaban desde Juan Lacaze pero también desde Tarariras, Rosario, el pueblo Semillero y diferentes barrios de la capital departamental, como El General en las afueras de la ciudad.
A media mañana del 30 de enero la firma japonesa confirmó la noticia en un comunicado a los empleados en el que advertía que el cierre de operaciones estaba “en estudio” desde hacía varios meses y que CPA Ferrere estaría disponible para encontrar vacantes en el mercado local. En ese “aviso” básicamente Yazaki mencionaba dos razones para el drástico cierre: una cuestión de competitividad en el sector automotor mundial (“con los costos operativos actuales en Uruguay nuestra empresa no puede competir con otros jugadores y corre el riesgo de perder clientes importantes”) y la conflictividad sindical (“las paralizaciones de producción en nuestras plantas de Uruguay durante los últimos años ponen a la empresa en riesgo permanente de no cumplir con las entregas estipuladas”).
¿Pero cuánto incidió en el cierre la conflictividad sindical (un argumento que la empresa después desechó tras una negociación en el Ministerio de Trabajo, donde acordó con el sindicato los despidos y logró levantar una ocupación que duró 13 días) y cuánto los costos laborales y la competitividad? ¿Cuánto más barato es para una industria de este porte producir en Paraguay, o incluso Argentina y Brasil, que en Uruguay? ¿Los paros son parte de la idiosincrasia local y no se producen de forma tan habitual y dura, por ejemplo, en tierras guaraníes?
Como todo en la vida, ya veremos, nada es blanco o negro.
Yazaki: una fábrica "al estilo Japón"
La electricidad es como el sistema nervioso de un auto. En las plantas de Yazaki en Uruguay el trabajo era repetitivo: nueve horas y 36 minutos al día, de parado en la línea de producción de arneses de cableado que se enviaban a la planta montadora de Toyota en Zárate, Argentina. Era una tarea básicamente femenina porque, dicen, la dimensión del tablero eléctrico es para manos pequeñas. “Los japoneses tienen la mano chica”, dice una exempleada.
El trabajo era exigente, también relatan, y la productividad una meta omnipresente. De hecho, cada año los trabajadores debían pasar una prueba que permitía saber si podían seguir realizando la tarea renovando así un carnet interno pero también con incentivos y premios económicos.
—Trabajábamos al estilo Japón, todo cronometrado. Había que llegar en los tiempos que ellos querían sí o sí —dice Laura Aguirre—. Ya sea para ir al baño o para hacer el trabajo.
Pero algo sabían los empleados de Yazaki: sus sueldos estaban muy por encima del laudo, producto de luchas sindicales que se habían dado durante la década anterior. En los últimos tiempos se arrancaba a trabajar con un salario de unos 30.000 pesos mensuales pero un sueldo promedio no bajaba de 40.000 líquidos y un mando medio ganaba cerca de 90.000. Esto para jornadas de nueve horas y media con fines de semana libre y almuerzo incluido en la fábrica. La reducción de la jornada laboral a seis horas y sin pérdida salarial había sido planteada en los últimos meses por la Unión Nacional de Trabajadores del Metal y Ramas Afines (Untmra), cuyo referente histórico es Marcelo Abdala, el presidente del Pit-Cnt. A fines de 2024 también hubo un conflicto por la sala de lactancia que, según los trabajadores, la empresa quiso sacar.
Un año antes del cierre se había producido una reunión en el Ministerio de Trabajo donde, según dice una fuente que estaba en esa cartera, participaron representantes de Yazaki y de otra autopartista, quienes transmitieron al gobierno que las medidas sindicales les “habían complicado la vida” dado que trabajaban a demanda y con bajo stock. Allí les dijeron que cada paro “amenazaba con no poder cumplir con la demanda internacional”, explica la fuente. Advertidos de esto, un funcionario del ministerio de entonces trasladó la preocupación al sindicato, según dice hoy, pero la conflictividad “no aflojó”.
Es más, este funcionario pone un ejemplo posterior: el día que Peñarol visitó a Botafogo por la Copa Libertadores se votó una asamblea grave y urgente en Colonia por condiciones de trabajo y el turno de la noche no entró a trabajar. Fue el 23 de octubre. Según esta versión, el paro fue para ver el partido.
Este funcionario, que pide no ser identificado, se pregunta:
—¿Quiere decir que la empresa se fue del país solo por los paros? Claro que no, hay países como Paraguay con menos costos laborales, sindicatos con menos fuerza y cargas sociales menores. La ecuación cierra más.
Otro funcionario del gobierno anterior que siguió el tema dice a El País que tiene la convicción de que la conflictividad sindical incidió en el cierre pero que no fue el detonante. Que lo más relevante era la diferencia de competitividad, el precio de la mano de obra y también factores como la energía, que en otros países de la región es mucho más barata.
En cambio, varios extrabajadores consultados por El País dicen que la única razón fue la diferencia de costos. Descartan lo sindical. Lo mismo sostienen en la intendencia, mientras el diputado blanco Colman se pone en un lugar del medio:
—El tema paros fue un costo más. Y hasta hubo fuego cruzado entre los propios trabajadores, se empezaron a pelear, pero el sistema político no quiso echar leña al fuego.
Ruben Rodríguez, un exempleado de 57 años que había entrado hace unos 15 en la época “del boom”, se ríe cuando le hablan del tema:
—Nosotros estábamos en una época tranquila. No pasaba nada, algún conflicto puntual. En otros momentos sí, cuando duplicamos el sueldo —recuerda—. En consejos de salarios la empresa no pertenecía al sector autopartes, sino electrónica. Cobrábamos lo mismo que el que hacía una licuadora.
—¿Hubo épocas más bravas que esta?
—Sí, sí. Nos llegamos a sentar contra los portones sin dejar salir ningún camión, en 2014 o 2015 —responde este hombre que había llegado a Colonia desde Flores junto a su esposa. Ambos trabajaron hasta el 30 de enero y hoy están en seguro de paro.
Una empleada que era mando medio y que estuvo desde el primer día en la empresa se va algo del discurso dominante pero pide no ser identificada para evitar represalias (“hoy te asesinan en las redes sociales”, explica). Ella visitó plantas de Yazaki en Paraguay, Brasil y Argentina y tiene claro que en Uruguay “era carísima” la producción. Es más, en esos viajes los empleados terminaron sacando una relación de los sueldos: un trabajador uruguayo “valía cuatro paraguayos, tres brasileños y dos argentinos”.
—Yo no era sindicalizada y te digo que se fueron porque les convenía más producir en otros países, por costos. Ahora, no vamos a decir que no había conflictos.
—La empresa sostiene que los paros influyeron.
—Algunos paros eran salvajes, digamos. Según la conveniencia. Hubo paros por la Noche de la Nostalgia. Capaz el sindicato no estaba de acuerdo, ni lo alentaba, pero no podía parar a la gente.
—¿Y esos paros fueron también en la última época?
—Hubo también, se estaba peleando por las seis horas de trabajo. Y eso no le gustaba a estos... Todavía que éramos caros, queríamos trabajar menos horas. No nos vamos a mentir. Yo vi trabajar a los paraguayos, eran unas máquinas, nos pasaban el trapo. Y en todo sentido, allá no había quejas, sindicato ni nada.
El secretario general del sindicato de Yazaki, Carlos Martínez —un hombre de 48 años que integra el ejecutivo nacional de la Untmra y trabajaba desde los inicios en la firma, aunque antes fue carnicero, operario en Pepsi, vendedor ambulante y mucho más— dice que en la última época llegó un gerente brasileño que desconocía el convenio colectivo. Y que Yazaki se fue al exterior a concretar un proyecto aprobado unos meses antes en Colonia y Las Piedras:
—En noviembre el gerente de planta celebra con el colectivo la renovación del contrato con Toyota y le dijo a la gente que iba a haber mucho trabajo, eso fue lo más grosero —relata—. Nuestra mano de obra consiguió el negocio. Se llevaron todo a Paraguay, donde se benefician con un 35% de ahorro en seguridad social y pueden pagar 20% en negro. Hay una tendencia a instalar todo en Paraguay. En mi ignorancia me pregunto, ¿para qué funciona el Parlasur si no discuten estas cuestiones? De qué hablarán cuando se juntan en las cumbres...
Sindicatos piden que el gobierno actúe rápido
La Confederación de Sindicatos Industriales manifestó su preocupación por la situación industrial del país y solicitó al gobierno poner énfasis en “actuar rápidamente”. El sindicalista Danilo Dárdano dijo el viernes que entre diciembre y mayo se perdieron 3.000 puestos de la industria manufacturera. “Vamos a tener más puestos laborales perdidos y más cierre de fábricas”, señaló. Indicó que existen asuntos macroeconómicos, como el precio del dólar y las relaciones con el Mercosur, que influyen.
Costos más baratos en Paraguay
Leonardo García asumió a inicios de diciembre como presidente en la Cámara de Industrias del Uruguay. Dos meses después explotó lo de Yazaki. Aún hoy habla de ese cierre “con gran preocupación” por la cantidad de empleados implicados pero también por las fuentes de trabajo de alta capacidad perdidas en un lugar del país donde es muy difícil reponerlas.
—¿Por qué cierra una empresa que no se fundió, sino que se va del país para pasar a producir a otro lado? —pregunta—. Y mirá que para una multinacional es un gran costo cerrar una planta, despedir a 1.200 personas. Pero si lo hacen es porque hay muchas ventajas para irse: imaginate el peso que deben haber tenido esos beneficios. Eso es lo que viene sucediendo en varias áreas del sector. En otros lugares se produce más con menos gente, eso te dicen los gerentes de las multinacionales. Y otro problema es el ausentismo: en Uruguay llega al 6 o 7%, a nivel internacional es del orden de 2%.
—Yazaki mencionó la conflictividad como un factor pero tras negociar dio marcha atrás en ese argumento…
—Yo me quedo con el primer comunicado porque es lo que uno ya conocía.
El presidente de la cámara dice que lo de los paros recurrentes es algo a lo que en Uruguay se han acostumbrado los trabajadores, una “idiosincrasia que no es normal en el mundo”. Es más, asegura que todos los meses pasan situaciones similares a las que denunciaba Yazaki pero que no puede revelar por las eventuales repercusiones internacionales.
¿Y la estabilidad del sistema, desde la economía a la política? “Es nuestro gran activo, fue divino para atraer inversiones por mucho tiempo pero ya no alcanza”.
Abdala, el presidente del Pit-Cnt y referente histórico del sindicato metalúrgico, rechazó una entrevista para este informe. Pero la Confederación de Sindicatos Industriales reclamó el viernes al gobierno medidas concretas ante la pérdida de unos 3.000 puestos de trabajo en el sector (ver recuadro aparte).
El futuro en Colonia del Sacramento
En Colonia abunda el trabajo en turismo pero en el sector industrial el panorama es desalentador. El senador frenteamplista Nicolás Viera calcula que en los últimos tres años se perdieron cerca de 2.000 puestos en ese sector en Colonia y, en declaraciones a La Diaria, mencionó, entre otros casos, Matadero Rosario, Grupo Gloria, la planta de cannabis Fotmer, Calcar (que ahora reabrió) y el frigorífico Tarariras.
En el shopping de Colonia los empleados de algunos comercios ya dicen que este junio sintieron la falta de los aguinaldos de la empresa japonesa.
¿Qué pasará cuando tantos dejen de cobrar el seguro de paro, que por ahora vence en agosto? Todos temen por ese impacto. El presidente de la Confederación de Sindicatos Industriales, Danilo Dárdano, dice a El País que “políticamente” se acordó con el gobierno anterior y con el actual un año entero de seguro de paro especial. Es un seguro que no es decreciente y es casi igual al salario que cobraban. El seguro de paro normal que paga el BPS empezaría a regir a fines de este año.
Martínez, del sindicato de Yazaki, dice que el tema ya fue planteado en el Ministerio de Trabajo. Pero no es la versión que dan en la cartera: “No hay ninguna solicitud formal de pedido de extensión” del seguro, dice comunicación del ministerio. Y el ministro Juan Castillo no respondió las consultas de El País.
Martínez alerta:
—Si el seguro especial no se renueva, el impacto será tremendo en Colonia.
Por ahora muchos trabajadores de Yazaki realizan cursos y talleres de Inefop para actualizarse y buscar opciones laborales en otros sectores. Algunos pocos ya consiguieron trabajo en Montes del Plata. Otros iniciaron emprendimientos personales, desde venta de artesanías a cafeterías y equipos de mantenimiento.
Una empleada que pisa los 50 años cuenta que aprovechó el seguro de paro para terminar el liceo:
—Yo tengo ciclo básico, ¿dónde voy a conseguir un trabajo de 90.000 pesos? Ahora hacemos cursos con Inefop, pero son suelditos de 25.000 pesos.
Laura Aguirre viaja los miércoles a Montevideo para hacer un curso de peluquería canina como posible salida laboral que complemente una futura jubilación. Y también se anotó para estudiar liceo en un plan virtual pero no se enganchó con la modalidad y el 1° de julio se anotará en el nocturno. Le falta cuarto, quinto y sexto.
Ana Rodríguez, de 38 años, trabajó 17 años y cuatro meses en la planta de Colonia. El 30 de enero se presentó a las 2.35 de la mañana y se enteró por los guardias que había una supuesta visita “importante”. Se volvió a su casa.
Ahora hace un curso de logística y control de stock. Yazaki fue su primera y única experiencia laboral:
—Mi hermana, mi primo y mi sobrina también quedaron sin trabajo —confiesa y hace un silencio—. Acá todos estamos esperando.
Cómo se puede salir tras el "golpazo" en Colonia
El sindicato de Yazaki ha realizado contactos con las intendencias de Colonia y Canelones y con diputados departamentales para ver evaluar reinserciones y promover la formación de los trabajadores. “Estamos esperando que asuman los nuevos intendentes para continuar las conversaciones”, dice el referente del sindicato, Carlos Martínez.
Lo de Yazaki “fue un golpazo, un impacto brutal”, opina el director de la Unidad Pymes de la Intendencia de Colonia, Walter Godoy, y agrega que la comunicación de parte de la empresa estuvo “muy mal encarada”. Él conoce el tema bien de cerca: su hermano y su cuñada son dos de los cerca de 900 empleados afectados (“tienen una hija pequeña, esa mañana mi familia era un duelo”). Pero, dice, en Colonia siempre intentan transformar las crisis en oportunidades.
Para el intendente electo Guillermo Rodríguez, quien fue secretario general de la intendencia en los últimos ocho años, el tema es una prioridad sobre la mesa y alentará inversiones que puedan ayudar a toda la gente que quedó sin empleo.
La intendencia, además, le pidió a la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) un diagnóstico de situación para encarar el futuro con tantas personas sin trabajo, explica el director de Turismo, Martín de Freitas. Admite que el turismo suele acoger a muchos desocupados y que es habitual cierto grado de informalidad tras cierres como este.
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