Hace años que Romina no hacía el carnet de salud. Un cambio laboral la llevó a ingresar al sector público como abogada y entonces le pidieron el documento. Pero grande fue su sorpresa cuando le avisaron que uno de los exámenes no había dado bien y no era el colesterol o la glucosa: era el VDRL, que sirve para detectar la sífilis, una enfermedad que acompaña a la humanidad desde hace siglos pero que, al transmitirse por vía sexual, suele ir acompañada de una carga cultural negativa y además es muy peligrosa cuando una madre la transmite a su hijo durante el embarazo.
Romina (35 años) le avisó enseguida a Gustavo, su pareja, de 38. Ninguno tenía síntomas visibles, aunque él había experimentado una serie de eventos que lo habían llevado a consultar al médico pero lo asociaron con estrés. Gustavo tiene dos empleos y está terminando de estudiar una especialización en el área de la ingeniería informática.
Una vez que Romina dio positivo y recibió el tratamiento, lo mismo pasó con Gustavo. Después se realizaron los estudios, pero para actuar rápido le suministraron la inyección de benzetacil.
“A mí lo que más me costó fue la culpa; pensé enseguida que yo fui el que la contagié pero al final eso nunca lo terminás de saber”, dice Gustavo. Al igual que su novia, le avisó a ex parejas sexuales del diagnóstico. “Le mandé un mensaje a mi ex y le dije que la tenía que llamar, que era importante, que se trataba de algo médico. Me llamó muy asustada enseguida”, relata. “Ella estaba trabajando pero salió corriendo a la mutualista. Después me contó que le dieron el tratamiento en el momento, aunque el análisis le dio negativo”.
La sífilis es una enfermedad que en adultos se trata con una inyección intramuscular de penicilina. El mismo pinchazo que un médico indica cuando se complica la infección de llagas en la garganta. Pero en Uruguay algunos bebés mueren por sífilis antes de nacer. De hecho, se trata de una de las principales causas de mortalidad fetal y neonatal, al tiempo que la enfermedad no para de aumentar en toda la población, aunque su cura es conocida, accesible y barata. Desde 2017 los números vienen en ascenso, pero se duplicaron entre 2020 y 2024. Y las cifras oficiales no lo dicen todo: hay subregistro, es decir contagios que nunca se cuentan.
En 2020 el Ministerio de Salud Pública (MSP) detectó 3.570 casos de sífilis en Uruguay. Cuatro años después, la cifra se duplicó: en 2024 se registraron 7.091 casos. Según un documento interno del MSP al que accedió El País, hasta la semana 16 de este año se habían notificado 3.505 casos; en ese mismo período del año pasado habían sido 4.130.
Contrariamente a lo que muchos piensan, es una enfermedad que llega a todas las clases sociales: se detecta en mutualistas y seguros de salud; aunque hay una incidencia más alta en hospitales públicos. La distribución por sexo muestra un predominio sostenido de varones, y los grupos etarios más afectados son los de 18 a 29 años, seguidos por los de 30 a 39. Los departamentos con mayor tasa son Artigas, Maldonado, Paysandú, Montevideo y Salto, según el informe “Situación epidemiológica en Uruguay: 2020 a 2025”.
El aumento preocupa especialmente cuando se trata de embarazadas, dice a El País el subsecretario Leonel Briozzo, especialista en ginecotocología, quien alerta por el alto riesgo que implica para los fetos y recién nacidos. “Hay que atacar el tema global de la prevención de la sífilis y el tratamiento oportuno en la población general, que se ha duplicado en los últimos cinco años”, advierte.
De acuerdo con los datos del sistema informático perinatal (SIP), durante 2023 se reportaron 778 mujeres embarazadas con pruebas de sífilis positivas. Se indicó tratamiento a la o las parejas sexuales en el 18,8% de los reportados. Además, se trató a 162 recién nacidos vivos que nacieron con sífilis.
Para Briozzo, las causas del aumento son múltiples y están directamente relacionadas con los desafíos que enfrenta la prevención. “Hay un cambio en las conductas sexuales de riesgo, vinculado fundamentalmente con las citas a través de plataformas digitales, el no uso de métodos de barrera en las relaciones sexuales y, en general, una baja en la guardia o en el foco sobre la importancia que tiene prevenir las enfermedades de transmisión sexual”, dice. Entre esas enfermedades, menciona no solo la sífilis, sino también el VIH, la hepatitis B y el HPV, este último relacionado con el cáncer de cuello de útero.
Julio Medina, profesor titular de la Unidad Académica de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina, concuerda con Briozzo: el aumento de casos responde a múltiples factores. También menciona los cambios en conductas sexuales (más parejas y uso de apps de citas), menor percepción de riesgo, debilitamiento de programas preventivos, uso de drogas recreativas, y estigma social que retrasa diagnósticos. “Hay fallas en el sistema. Falta de pruebas rápidas universales, diagnósticos o tratamientos incompletos y baja cobertura en el tratamiento de parejas. La reinfección frecuente también contribuye”, dice Medina.
Expertos de la OMS llegan para apoyar
El Ministerio de Salud Pública solicitó apoyo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) para revertir el aumento de casos, dijo a El País la infectóloga Susana Cabrera.
La experta destacó que la sífilis es “mucho más transmisible” que otras enfermedades de transmisión sexual, por lo que es clave el uso de preservativo en las relaciones. Y en este contexto es importante que tanto la población como los médicos estén “alertas”.
La gran simuladora
¿Pero de qué se trata esta enfermedad? La sífilis es una infección sistémica causada por la bacteria Treponema pallidum. Se transmite principalmente por contacto sexual (oral, vaginal o anal), aunque también puede ocurrir transmisión vertical de madre a hijo durante el embarazo o al nacer. Si la madre es diagnosticada a tiempo, es tratada y la enfermedad no se le contagia al feto. Y si el estadio de la enfermedad es muy elevado, desde el vientre se trata al feto de forma directa.
Los síntomas varían según la etapa: en la fase primaria aparece un chancro indoloro, una especie de erupción en la piel en la zona donde se estuvo en contacto. Es el momento donde es más transmisible.
Uno de los mayores desafíos en la detección temprana de la sífilis es que la enfermedad puede pasar desapercibida. La infectóloga Susana Cabrera, profesora agregada de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de la República, explica que la manifestación inicial, conocida como chancro, es similar a una pequeña úlcera redondeada, que aparece en el lugar por donde ingresó la bacteria: genitales, boca o región anal. “No duele, no arde, no pica. Dura unas tres semanas y luego se cura solo”, detalla. Y advierte que si la lesión está en zonas no visibles, como dentro de la vagina o el recto, muchas veces la persona no se entera de que está infectada. “Ese es uno de los grandes problemas: si no se diagnostica, la persona puede seguir transmitiendo la enfermedad durante muchos años”, señala Cabrera.
Después de la primera lesión, el chancro que suele pasar desapercibido, la sífilis avanza a una segunda etapa que puede ser igual de silenciosa pero más traicionera. La infectóloga explica que se trata de la llamada sífilis secundaria o sífilis temprana. “Por eso a la sífilis se la llama la gran simuladora”, dice. En esa fase, la enfermedad puede dar señales en la piel que van y vienen, que pican, que se confunden con una simple alergia. “Capaz que ni siquiera se hace una consulta porque está unos días, no molesta mucho y se va”, advierte. También pueden aparecer úlceras en la boca o caída de cabello, síntomas que no son exclusivos de esta infección.
Si no se trata, la sífilis puede evolucionar silenciosamente durante años y dar lugar a secuelas graves. La fase terciaria puede presentarse entre tres y treinta años después de la infección inicial. “En esta etapa pueden aparecer complicaciones cardiovasculares, neurológicas y óseas”, señala Medina, médico infectólogo. Entre ellas se incluyen aneurismas, y las llamadas gomas, que son lesiones inflamatorias que puede aparecer en la piel, huesos o incluso órganos internos.
A pesar del riesgo, la sífilis tiene cura. El tratamiento de elección es la penicilina benzatínica por vía intramuscular. “La cantidad de dosis a administrar depende de la etapa evolutiva, pero puede ser de una a tres dosis”, explica Medina. En casos de neurosífilis, que es una complicación grave de la sífilis que afecta el sistema nervioso central, se utiliza penicilina cristalina por vía intravenosa. Cuanto antes se detecta, más simple es el tratamiento y menor el riesgo de complicaciones.
Sin tratamiento, la infección puede entrar en una fase de latencia asintomática de años, durante los cuales la persona no presenta síntomas o estos van y vienen, pero sigue infectada. Puede evolucionar de forma silenciosa hacia la fase terciaria con complicaciones graves y mortales, y convertirse en una enfermedad crónica.
Para la infectóloga Cabrera, los datos actuales no solo preocupan: “escandalizan”. Y esa alarma, dice, debería ser suficiente para que más personas accedan al test. “Capaz que la alarma es que aceptes hacerte el test, porque si no, podés terminar con una demencia. En verdad, esto puede pasar”, advierte.
Cabrera asegura que en Uruguay ya se han diagnosticado casos de demencia y deterioro neurocognitivo vinculados a sífilis terciaria.
Los adolescentes
Agine tenía 14 años cuando supo que algo no andaba bien en su cuerpo. No sabía exactamente qué era, pero sabía que no era normal y que tenía que hablarlo con una persona adulta. Por eso se acercó a la referente en educación sexual de su liceo, una docente egresada del IPA que trabaja hace más de 15 años en temas de salud sexual y reproductiva con adolescentes.
“La gurisa no tenía idea de la gravedad, porque a esa edad no hay dimensión real del problema. Hay vergüenza, hay incomodidad, pero no se comprende del todo”, dice la referente en educación sexual que acompañó a esta adolescente en su tratamiento para la sífilis.
“Vos las orientás, las acompañás, se tratan… y después se vuelven a infectar. Sentís que estás peleando en una guerra con un escarbadientes, tratando de tapar la realidad con el dedo. Porque sabés que lo que ves es apenas un síntoma: el problema es el contexto”, dice la docente.
Actualmente en los liceos públicos se dictan talleres, se habla de sexualidad más allá del sexo -del disfrute, de los vínculos, del desarrollo emocional-, cuenta la docente. Pero, insiste, eso es solo posible para algunos adolescentes. “Hay gurisas que llegan con historias tremendas. Que vivieron la sexualidad como una forma de pertenecer. No como una decisión libre o deseada, sino como una salida desesperada”.
Los obstáculos son múltiples. A veces incluso el tratamiento más básico se vuelve un desafío. “Tenés que ayudarles a sacar número con la mutualista, porque no tienen computadora, porque en la casa nadie las lleva, o porque la familia está desbordada o escondiendo algo peor”, explica.
La red de contención se arma desde el liceo. “Cuando llamás como centro educativo, las mutualistas responden distinto, con más rapidez. No es lo mismo que cuando llama una madre o una abuela”, señala esta docente y marca uno de los pocos elementos positivos en toda esta historia.
Lo que se hace, dice, no alcanza para resolver estas situaciones. Pero puede marcar una diferencia. “Esto es lo que hay que entender del rol de la educación sexual: no es solo dar talleres. Es acompañar, es armar redes, es intentar que las condiciones de vida cambien. A veces lo lográs. Y cuando eso pasa en un caso, ya es muchísimo”.
La docente dice que los referentes en los liceos están desbordados y no dan abasto: “Tenés 10 horas semanales para todo un liceo, es imposible, hay liceos que son enormes”. De todos modos, dice que es mejor que funcionen como referentes y no quede esto solo en una materia, como pasa en UTU. “Estamos de acuerdo en cómo funciona, pero se necesitan más personas; los gurises son divinos, pero es un rol muy desgastante”, dice la docente, quien pide no ser identificada.
La educación sexual está en el centro de la escena como una de las herramientas más poderosas para frenar el avance de la sífilis. Todos los especialistas consultados coinciden en lo mismo: hablar con los jóvenes, formar desde edades tempranas y adaptar los mensajes a los nuevos códigos.
Briozzo cuenta a El País que ya comenzaron los diálogos con la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) para trabajar en conjunto y repensar los enfoques actuales. Y además se deben incluir mejoras en Primaria y UTU.
“Hay que tener una nueva generación de medidas de prevención y promoción de salud, que impliquen una visión renovada de la sexualidad, una sexualidad placentera y segura”, afirma. Y explica que ese cambio cultural empieza en cómo se conversa con los hijos: “Es decirle ‘cuídate’, pero también decirle ‘disfrutá y cuídate’. Ese punto creo que es el gran cambio que hay que hacer en cuanto a la conducta y a la comunicación con los jóvenes”, sostiene Briozzo.
La clave, insiste, está en llegarles de forma efectiva. Las formas de comunicación han cambiado, y la información ya no entra por los mismos canales.
La preocupación no es menor. Entre los médicos que trabajan en salud sexual circulan ejemplos cotidianos que reflejan “modas” de los más jóvenes. Uno de ellos está hasta en una canción que se ha vuelto popular entre adolescentes y jóvenes y que se titula “A pelo”, del grupo Tussiwarriors. Esa expresión aparece también en las descripciones en perfiles de Tinder: quienes la usan indican que no se cuidan, que no usan preservativos.
El estigma social
Si bien en redes sociales, programas de streaming y podcast han hecho viral el hecho de comunicar que las prácticas sexuales sin el uso de preservativo son “mejores”, en la clínica los médicos se encuentran con otro escenario. Jóvenes que recurren a consulta muy asustados por tener verrugas, herpes u otro tipo de manifestación anómala en los órganos genitales y también en boca y manos.
Este no fue el caso de Gustavo y Romina, la pareja cuya historia se cuenta en el arranque de esta nota. Aunque se atendían en distintas mutualistas, ambos iniciaron el tratamiento al mismo tiempo y en la misma institución, como recomiendan los protocolos. Uno de los problemas más frecuentes es la reinfección. Ocurre cuando solo una persona de la pareja se trata y la otra no, por lo que el ciclo de transmisión vuelve a empezar. Como un juego de ida y vuelta.
Gustavo y Romina evitaron ese riesgo. Recibieron la inyección de penicilina y cumplieron con todos los controles. Hoy están curados. Pero más allá del susto, dicen que lo más importante fue haber podido hablar del tema sin culpas y sin miedo, y tomar decisiones juntos. “Tuvimos un apoyo grande de la psicología”, cuentan, porque llevaron el tema a la terapia. Y salieron adelante.
Provoca muerte fetal y abortos
La transmisión madre a hijo sigue siendo una de las principales preocupaciones. Es una de las causas evitables de muerte fetal y neonatal. Por eso se requiere un control estricto del embarazo, un abordaje en pareja.
“En todos los estadios de la sífilis, la embarazada puede contagiar al recién nacido”, explica el neonatólogo Juan Pablo Gesuele, profesor adjunto de la Unidad Académica de Neonatología del Centro Hospitalario Pereira Rossell. “La bacteria pasa a la sangre, llega a la placenta, la inflama, y puede generar abortos tardíos, óbitos o una infección congénita en el bebé”.
El problema, dice, es que muchas mujeres vuelven a reinfectarse. “Se tratan, pero casi la mitad se reinfecta, porque la pareja sexual no se trata”.
Desde el Ministerio de Salud Pública hay una recomendación clara: la pareja debe recibir tratamiento en el mismo prestador de salud que la persona gestante, incluso si pertenece a otro sistema. “No logramos convencer a la pareja”, señala Gesuele.
El tratamiento durante el embarazo implica al menos dos dosis de penicilina benzatínica, con una semana de separación entre ambas, y debe comenzar por lo menos un mes antes del parto. “Con la penicilina no solo se trata a la embarazada, también se trata al feto”, insiste el especialista. Y agrega, medio en broma pero con toda la gravedad del asunto: “Les digo a los estudiantes que si un día llueve penicilina y todos los humanos acordamos darnos una dosis al mismo tiempo, se acabaría la sífilis”.
En los recién nacidos, el abordaje es distinto. Se usa penicilina cristalina intravenosa durante 10 días. En los casos más graves, la infección se manifiesta incluso antes del nacimiento. El equipo de Gesuele ha tratado varios fetos durante la gestación con penicilina cristalina administrada a la madre. Son cuadros severos: “Lo que vemos es que el feto desarrolla agrandamiento del hígado y del bazo, tiene anemia, plaquetas bajas, insuficiencia cardíaca. Y luego empieza a acumular líquido en los tejidos: en el abdomen, en el corazón, en los pulmones”. Todo comienza con una falla en la placenta, que desencadena una infección sistémica. “Grave, muy grave”, subraya Gesuele. “Afecta a todos los órganos”.
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