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La crisis del tenis en Uruguay: con Pablo Cuevas al borde del retiro, ¿por qué no surgen más jugadores?

A diferencia del fútbol, que es un semillero, en el deporte de la raqueta escasean uruguayos entre los mejores del mundo. La visión de dos históricos tras la dura derrota contra Egipto.

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Raquetas junto a una bolsa de pelotas.
Foto: Archivo El País.

Hay una pequeña luz. Una pequeña luz de esperanza. Cuando uno se sienta sobre las butacas del Carrasco Lawn Tennis y ve una exhibición como la que dio Joaquín Aguilar, un chico de 18 años que debutaba en la Copa Davis, se ilusiona. Pero después piensa en el todo. En los demás resultados. Y se amarga. Hasta que elige no volver a pensar más.

¿Cómo es posible que Uruguay ni siquiera le haya hecho fuerza a Egipto en una serie jugando en casa? ¿Qué tan viejos están aquellos que todavía guardan nostalgia por la recordada victoria contra Argentina en la Davis del 94? ¿Qué será de nosotros ahora, sin Pablo Cuevas? ¿Qué será del tenis uruguayo en unos años?

Las interrogantes que se desprenden son tan variadas como complejas y las respuestas no salen de unas pocas líneas. No se trata de buscar culpables, sino de entender que los que hoy se paran en el estrado de los ganadores probablemente son “pequeños accidentes”, tal cual dice José Luis Damiani, el primer tenista profesional sembrado en esta tierra, y replica Diego Pérez, un histórico jugador de Copa Davis que llegó a ser el número 27 del ranking mundial.

—Uruguay no tiene la gran cantidad de tenistas que debería tener para sacar jugadores de calidad. Los (Pablo) Cuevas, (Marcelo) Filippini o Diego Pérez son accidentes. No son producto de un sistema formativo de grandes campeones.

Joaquín Aguilar, tenista uruguayo.
Joaquín Aguilar.
Foto: Gentileza.

Lo del pasado domingo, que no deja de ser un resultado banal (porque la serie ya estaba liquidada 0-3), da pruebas de que tarde o temprano a los chicos se le cortan las alas en Uruguay y la solución aparece del otro lado del charco.

Los mellis Aguilar, entrevistados por Ovación en agosto, contaron el giro que pegó su vida con 10 años, cuando se mudaron de Solymar a Buenos Aires. Y no fue más que por la sencilla razón de apostar por su carrera. “Fue por el tenis”, confesaron.

Con un horizonte todavía difuso por delante, uno es un firme representante del país en el equipo uruguayo y el otro, mientras oficia de sparring, gana fuerza en pequeños torneos conocidos como futures, donde ayer perdió junto a su hermano en semifinales de un dobles jugado en Punta del Este. Son la prueba de que talento hay, pero sin desarrollo es inviable pensar en que surjan más Luis Suárez, Edinson Cavani o Federicos Valverdes que le peguen bien a la pelotita con felpas amarillas.

El faro, a diferencia de otros tiempos, hoy ya no se muestra tan claro. Cuevas, que durante años supo nutrir de buen tenis a las generaciones noventosas y de principios del 2000, ya es historia para estos chicos nacidos a mediados de la última década. Ni hablar para aquellos pequeños que incursionan ahora en este mundo, donde la referencia más cercana es el pasado.

Una cruda realidad

El Uruguay Open en el Carrasco Lawn Tennis. Foto: Fernando Ponzetto.
Fernando Ponzetto

Sin ánimos de cortar cualquier clase de inspiración, por más esfuerzo que haga la Asociación de Tenis (AUT) y sus programas en apoyo, Uruguay sigue siendo una hormiga ante los ojos del mundo. Camina y camina desde hace décadas por un entramado de jugadores solitarios que con el tiempo se hacen hombres y difícilmente hacen escuela en el interior.

A diferencia de otros deportes, donde algunos países nos miran hasta con un dejo de recelo, el tenis sufre una crisis de identidad histórica que tiene al bolsillo y a la cultura como dos de las principales barreras.

Es poco común ver canchas de tenis en las plazas públicas o contar con una federación que dé una beca de estudio, como sucede en Estados Unidos, donde salen a probar suerte chicos con condiciones de sobra para pelear por un lugar en el ranking ATP.

Pero el principal espejo está a 617 kilómetros de Montevideo. Se llama Tandil y es una pequeña localidad de Argentina que con 150.000 habitantes marcó una época con una camada de seis jugadores.

¿QUÉ PASA CON EL INTERIOR?

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Valentino Aliano.
Foto: Ricardo Figueredo.

El tenis sigue teniendo barreras económicas para muchas familias. A diferencia del fútbol, donde cualquier campito toma forma de cancha, se necesita al menos de una raqueta y una pelota para jugar. A niveles avanzados, la problemática persiste: le cuesta mucho más a un sudamericano competir que a un europeo.

Son contadas las plazas de deportes del interior que cuentan con una cancha. Lo sorprendente, sin embargo, es que el número uno del país en la categoría Sub 16 es un joven llamado Valentino, oriundo de Tacuarembó. Pero del equipo actual de Copa Davis no hay ningún integrante que sea nacido en el interior de Uruguay.

LA ALTERNATIVA DE LAS BECAS

Francisco Llanes. Foto: Enrique Arrillaga.

Algunos uruguayos que no pegaron el salto en el circuito al momento justo, como Francisco Llanes -debutó en la Davis con 15 años-, optaron por el camino de una beca universitaria para seguir jugando al tenis en Estados Unidos. Por esa vía, los jugadores reciben entre US$ 80.000 y US$ 90.000 anuales y tienen posibilidad de jugar.

EL EJEMPLO QUE INCOMODA

Tremendo triunfo de del Potro
Juan Martín Del Potro.

En Argentina, la cantidad de personas que juegan al tenis equivale prácticamente a la población de Uruguay. Son entre 2,5 y 3 millones. De ese universo, hay siete tenistas que están entre los 100 mejores del mundo. El último uruguayo en conseguir esa hazaña fue Pablo Cuevas, en febrero de 2022, cuando estuvo 96.

Dos figuras del tenis dan su mirada sobre el tema

Diego Pérez y Marcelo Filippini, la dupla uruguaya en acción. Foto: Archivo El País.
Diego Pérez y Marcelo Filippini.
Archivo El Pais

En el diagnóstico que hacen los grandes responsables de construir la historia del tenis uruguayo entran una serie de causas multifactoriales.

“Hay pocos chicos que se toman el tenis en serio. Eso hace que las probabilidades de llegar sean muy chicas. Pero, por otro lado, acá nunca salió un tenista de un programa. Siempre fue todo muy milagroso. Para mí, lo que se necesita es replicar lo del fútbol, donde en cualquier rinconcito del país tenés una canchita o un equipo. El día que en las plazas, en los barrios y en el interior empiece a haber canchas de tenis podrías empezarías a buscar talentos por todos lados y no solo en algunos lugares donde los chicos puedan pagarse un club. Entiendo que se necesitan muchos recursos para poder llegar a realizar un plan de tal magnitud y obviamente no es fácil conseguirlos”, dice Pérez.

José Luis Damiani. Foto: Marcelo Bonjour.
José Luis Damiani con su libro.
MARCELO BONJOUR

Por su parte, Damiani observa: “En el pasado, Uruguay en juveniles tenía más figuras que tenían resultados interesantes a nivel de mundiales y sudamericanos. Hoy cuando mirás los resultados Uruguay queda noveno o décimo en Sub 16 y evidentemente está faltando un escalón más. ¿Por qué? Es difícil de saber. Pero hay una realidad: para trascender a nivel profesional vos tenés que ser más que bueno”.

El vacío que sufre Uruguay hoy queda explícito en el ranking ATP, donde entre los 1.000 mejores del mundo profesional la raqueta número uno del país es Franco Roncadelli (puesto 656).

PABLO CUEVAS (19 DEL MUNDO)

Pablo Cuevas. Foto: EFE.
Pablo Cuevas realizando un saque.
JuanJo Martín/EFE

Pablo Cuevas ha sido el principal abanderado del tenis uruguayo en los últimos tiempos. Destacó por ganarle al exnúmero 1 Rafa Nadal y llegó a ser el 19 del mundo.

DIEGO PÉREZ (27 DEL MUNDO)

Después de formarse en España, donde vivió por un tiempo con sus padres, dio el salto profesional y se ganó la chapa de gran jugador de Davis. Estuvo 27.

MARCELO FILIPPINI (30 DEL MUNDO)

Marcelo Filippini
Marcelo Filippini.

Brilló por un talento natural indiscutible. Llegó a estar entre los 30 mejores del mundo y se retiró habiendo ganado un total de cinco títulos en el circuito.

JOSÉ LUIS DAMIANI (32 DEL MUNDO)

Contemporáneo de Vilas, fue el primer representante uruguayo en dejar su huella en el tenis mundial. Desconocía que había un ranking; luego llegó a ser el 32.

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