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La quisieron echar a empujones de la maratón, pero logró cambiar el deporte

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Kathrine Switzer

EPISODIOS INCREÍBLES

Kathrine Switzer terminó la carrera de Boston y abrió una senda para las mujeres atletas

Nunca es fácil ser pioneros. Quien pretenda serlo encontrará incomprensión, burlas, resistencia y hasta agresiones. A veces, todo junto. Le ocurrió a Kathrine Switzer, la primera mujer que corrió la famosa Maratón de Boston, quizás la primera en cualquier tipo de maratón: la quisieron sacar a golpes de la carrera, pero llegó hasta la meta y abrió el camino para una nueva mirada sobre el deporte femenino.

Hoy, ellas participan en una amplia variedad de especialidades, con registros que se superan día a día. Y en buena medida fue por su ejemplo.

Kathrine Switzer nació en 1947 en Amberg, Alemania, donde su padre (militar estadounidense) estaba movilizado tras la Segunda Guerra. Fue él quien la inició en el deporte, cuando le aconsejó que trotara “una milla por día” y así estar mejor preparada para integrar un equipo juvenil de hockey. Al final no pudo entrar en el equipo, pero ella asegura que correr la hizo sentirse más segura de sí misma.

La idea de participar en la maratón nació de una discusión de Kathrine con su entrenador Arnie Briggs a fines de 1966. Ella tenía 19 años, estudiaba periodismo deportivo en la Universidad de Siracusa (Nueva York) y practicaba con el equipo masculino de atletismo, ya que las mujeres no tenían allí disciplinas deportivas. Briggs hablaba a cada rato de las 15 maratones de Boston que había corrido, lo cual se supone llegó a fastidiarla. Y un día le dijo: “Dejemos de hablar de la maratón y corramos la maldita carrera”.

Briggs le replicó que era imposible que una mujer hiciera eso. Él aceptaba sin más lo que se creía en aquellos tiempos: que ellas eran “físicamente incapaces” de soportar 42 kilómetros.

Por ejemplo, recién en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928 se instauró el atletismo femenino, pero solo en distancias cortas. El hecho de que muchas aquella vez hayan terminado la prueba de los 800 metros exhaustas alimentó los prejuicios, aunque nadie se detuvo a pensar que por esos días no existía el entrenamiento específico para mujeres en carreras de fondo.

Kathrine no creía esas patrañas y desafió a su entrenador correr juntos esa distancia en un entrenamiento. Hicieron no 42, sino 50 kilómetros, y cuando terminaron, él se desmayó. Al despertarse le dijo que se inscribiera.

En realidad, alguna chica ya había intervenido en la prueba de Boston, una de las más famosas de la distancia, pero en forma semiclandestina, sin registrarse. Y tampoco se pudo comprobar su recorrido completo. Ella había leído el reglamento de la carrera y no decía nada sobre el sexo de los participantes. Tampoco el formulario de inscripción. Por las dudas y para evitar el rechazo, Kathrine solo anotó las iniciales de sus nombres de pila y el apellido: K. V. Switzer. Completado el procedimiento, le entregaron el número para usar en su ropa: 261. Después de eso, las atletas nunca olvidaron esa cifra.

El 19 de abril de 1967 se presentó en el puesto de largada ataviada como sus colegas masculinos. Muchos se sorprendieron de ver allí una mujer, pero la animaron. La acompañaban su novio, Tom Miller, y su entrenador Briggs.

La largada provocó la habitual estampida de cientos de atletas. A eso de los tres kilómetros la descubrió un equipo de prensa que cubría la competencia y la empezaron a seguir. Enseguida sintió tras suyo el ruido de zapatos de calle y una mano que la tomaba del hombro. Era el comisario de la maratón, Jock Semple, que le gritó: “Lárgate de mi carrera y dame esos números”. El dirigente trató de sacarla de la ruta de la prueba, pero entre el novio y el entrenador la defendieron.

La escena fue registrada por el fotógrafo del diario Boston Traveler, Harry Trask, de importante trayectoria posterior, al punto que ganaría un premio Pulitzer. Aquel día de intenso frío maldecía que lo hubieran enviado a cubrir la maratón, sin imaginar que sus imágenes se volverían icónicas.

“Ahí fue tomé la decisión más importante -recordó Kathrine años después-. Por más aterrorizada que estaba, dije que no importaba cómo, iba a terminar la carrera. Si no lo hacía, nadie iba a creer que las mujeres podían hacerlo”.

“En los siguientes kilómetros de carrera maduré mucho. Siempre digo que empecé la maratón de Boston como una niña y la terminé como una mujer adulta. Solo pensaba: ‘¿Por qué me hace esto ese organizador?, ¿dónde están las mujeres? ¿qué va a provocar un cambio?’. Y entonces entendí que el organizador no tenía la culpa. Él pensaba acorde con su época, era un ignorante, vamos a olvidarlo. Pero ¿y las mujeres? Y me di cuenta de que no estaban allí porque tenían miedo. Se habían creído todas esas historias de que son débiles y frágiles, o que es cosa de hombres, o que se les caería el útero o cualquier sandez de esas. Se creían esos mitos y tenían miedo. Y yo sabía que correr me había hecho sentir tan bien que debía trasmitírselo a todas las mujeres que conociera”, recordó.

Cruzó la meta en cuatro horas y veinte minutos, con los pies ampollados, pero no recibió aplausos. Enseguida la rodearon varios periodistas, que la acribillaron a preguntas. Semple la descalificó y la hizo expulsar de la Unión Atlética Amateur. Pero acallado el estruendo del primer momento, Switzer comenzó a percibir la simpatía general por su decisión.

“Durante el viaje de regreso con mi equipo hicimos una parada en un restaurante y la noticia estaba en todos los diarios. Me di cuenta de que esto iba a ser algo que iba a cambiar los deportes de mujeres, pero no sabía cómo, y que iba dedicar gran parte de mi vida a cambiar el sistema”, afirmó.

No fue fácil. Boston mantuvo la prohibición a las mujeres hasta 1972. Pero tarde o temprano las barreras fueron cayendo. En 1974 Kathrine ganó la Maratón de Nueva York. Durante años intervino en decenas de pruebas similares, incluso pasando los 70 años de edad. Fue fundadora de la organización 261 Fearless, que organiza carreras femeninas. De hecho, después de auspiciar numerosas maratones de mujeres presentó los resultados ante el Comité Olímpico Internacional y consiguió que los 42 kilómetros fueran incluidos en los Juegos, lo que ocurrió en Los Angeles 1984. También escribió libros sobre la especialidad y comentó carreras por televisión.

Todo cambia en esta vida. Jock Semple, el villano de 1967, luego modificó su postura y se convirtió en un firme defensor de la participación de las mujeres en el deporte. Switzer lo perdonó. Y al final lo incluyeron en el salón de la fama de las carreras de larga distancia de Estados Unidos.

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