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La Copa del Mundo que fue robada dos veces

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Copa Jules Rimet

EPISODIOS INCREÍBLES

En 1966 la Jules Rimet desapareció en Londres y la encontró un perro; en 1983 se la llevaron en Río para fundirla

Se estrenó en Uruguay, escapó ilesa de una guerra, Obdulio Varela la recibió en una ceremonia desprovista de cualquier protocolo en el Maracaná 1950 y terminó para siempre en las manos de los brasileños en México 1970. Pero ese “para siempre” duró muy poco, apenas 13 años: la Copa Jules Rimet, el trofeo más famoso y ambicionado del fútbol durante cuatro décadas, terminó fundido por ladrones para aprovechar su oro.

En realidad, el robo de 1983 fue el segundo. En 1966 un amigo de lo ajeno se la llevó de una exhibición en Londres y cuando ni siquiera la Scotland Yard tenía pistas, la encontró un perrito en un jardín. En ambas ocasiones, los ladrones se aprovecharon de medidas de seguridad ridículas para el valor en custodia. Así fue la rocambolesca vida de la primera Copa del Mundo.

El trofeo llevaba desde 1948 el nombre de Jules Rimet, el francés que presidía la FIFA cuando se iniciaron los mundiales y supuestamente fue su creador e impulsor de la candidatura uruguaya en 1930. El investigador franco uruguayo Pierre Arrighi comprobó que no ocurrió tan así, pero esa es otra historia, ya publicada en estas páginas.

Cuando se jugó el primer Mundial, Rimet llegó a Montevideo con la copa en sus valijas. El escultor francés Abel Laffleur había diseñado a su pedido una figura alada de oro y plata que representaba a la diosa de la victoria, de 39 centímetros de altura y con una base de mármol.

Uruguay fue su primer ganador, pero no está claro cómo se realizó la entrega. Hay una foto famosa que muestra a Rimet presentándole la copa a Raúl Jude, el presidente de la AUF, pero eso sucedió en un banquete previo al torneo. En la película restaurada de la final del 30 se ve a los jugadores celestes dando la vuelta olímpica con otro trofeo.

Después la ganó Italia dos veces seguidas. Al poco tiempo estalló la Segunda Guerra Mundial. Para protegerla de los bombardeos y de los nazis, aficionados a saquear todo objeto de arte que hallaran en los lugares que invadían, el dirigente Ottorino Barassi la escondió en una caja de zapatos bajo su cama.

Tras el conflicto, los italianos la devolvieron a la FIFA. En el 50 Rimet la entregó a Obdulio, sus compañeros brindaron en el pequeño recipiente que había sobre la cabeza de la diosa y durante los cuatro años siguientes estuvo en una bóveda del Banco República. Después prosiguió su viaje a cada sede del Mundial.

En enero de 1966, la Copa Jules Rimet llegó a Londres para el certamen de ese año. Con la idea de presentarla al público, los organizadores la colocaron el 19 de marzo en una vitrina del Central Hall Westminster. Al día siguiente, el único guardia responsable se fue un rato para tomar un café. Cuando volvió, el trofeo ya no estaba.

La búsqueda fue frenética, pero sin resultados. La Football Association inglesa encargó en secreto a un orfebre una réplica por si llegaba el momento del certamen y la original no había aparecido.

El 27 de marzo, un señor llamado David Corbett estaba paseando a su perro Pickles, cuando este se metió en un jardín y empezó a escarbar entre unos arbustos. El hombre vio que se trataba de un paquete armado con diarios viejos. Lo abrió y se le voló el sombrero al descubrir que era la Copa del Mundo.

Pickles se convirtió en una celebridad mundial y Mr. Corbett recibió una buena recompensa. Del ladrón, ni noticias.

En 2018, el tabloide británico Daily Mirror presentó como primicia la resolución del caso. Entrevistó a los supuestos sobrinos del ladrón, un hombre ya fallecido llamado Sidney Cugullene. Según la versión, el tipo era un delincuente de poca monta que al ver la muy escasa seguridad del local de exhibición se le ocurrió robarla por simple gusto. El objeto estaba en una caja cerrada con una pequeña cadena y un candadito, que rompió sin inconvenientes.

La repercusión posterior lo asustó y decidió tirar la copa por ahí. Sin embargo, toda su vida se ufanó ante sus conocidos y familiares de que había sido “el primer inglés en levantar la Copa del Mundo”.

¿Y qué pasó con la réplica secreta? Fue rematada en Sotheby’s en 1997. La FIFA pagó 400.000 dólares y la entregó a la FA, lo cual hizo especular a algunos de que se trataba del trofeo auténtico...

El reglamento establecía que la Jules Rimet quedaría en poder del país que la ganara tres veces. Eso ocurrió con Brasil en México 70. Así, el trofeo pasó a ser exhibido en la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol, en Río de Janeiro. Más exactamente, en el noveno piso de rua da Alfandega 70.

Un funcionario bancario llamado Sergio Pereyra Alves, alias Sergio Peralta, visitó el local una vez y descubrió que si bien el trofeo estaba protegido por cristales a prueba de balas, la vitrina se encontraba burdamente adherida a la pared con madera y cinta. Lo insólito es que había una réplica y esa sí estaba guardada en un cofre...

Para trazar el plan de robo se reunió con Juan Carlos Hernández, un joyero y reducidor argentino, y con su “mano de obra”, dos sujetos portadores de apodos dignos de una película cómica sobre policías y ladrones: José Luiz Vieira da Silva “Bigode” (Bigote) y Francisco José Rocha “Barbudo”.

Ambos ingresaron a la CBF el 19 de diciembre de 1983. Se metieron en un baño esperando que cerrara el local y después redujeron y amordazaron al único guardia. En 20 minutos desarmaron la caja de la Copa Jules Rimet y la metieron en su bolsa.

De inmediato la llevaron a la joyería de Hernández, donde el histórico premio para los campeones mundiales fue cortado en trozos y luego fundido para aprovechar su metal precioso. Según la investigación policial, obtuvieron el equivalente a 15.500 dólares por ese metal.

Salvo Hernández, todos los integrantes de la banda fueron capturados rápidamente. La pesquisa se facilitó por la delación de otro delincuente, a quien Peralta quiso sumar inicialmente en el plan. El argentino cayó recién en 1998, cuando intentaba traficar droga.

En 1984, la empresa Kodak encargó una réplica del trofeo, que regaló a Brasil.

Esta es la versión oficial del hecho y la más probable. Sin embargo, la revista italiana Guerin Sportivo informó en 1986 que en el submundo del tráfico ilegal de obras de arte se aseguraba que el robo fue encargado por un coleccionista de ese país, que hoy tendría la copa en su casa.

La experiencia de lo ocurrido en Brasil llevó a la FIFA a extremar los cuidados con su nuevo trofeo, llamado apenas Copa del Mundo de la FIFA. El premio “verdadero” no sale nunca del edificio de la organización en Zurich. El campeón del mundo recibe una réplica y para levantarla en los festejos, por las dudas, se usa otra.
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