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Los primeros Juegos Olímpicos, competencias entre lo épico y lo curioso

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Juegos Olímpicos 1896

EPISODIOS INCREIBLES

Atletas que no conocían las reglas, un turista que fue campeón en tenis y un aguatero héroe de la maratón

Los Juegos Olímpicos representan un acontecimiento colosal, que moviliza a miles de personas entre atletas, dirigentes, entrenadores, funcionarios, periodistas, más los millones de espectadores que aporta la televisión en todo el mundo. Contra ese movimiento enorme, la pandemia solo logró postergarlos un año en Tokio. Sin embargo, en sus primeros tiempos la competencia anduvo a los tumbos, mezclando lo épico con lo curioso, las visiones de futuro con las situaciones ridículas.

Los primeros Juegos de la era moderna, celebrados en Atenas en 1896, tuvieron el entusiasmo de los pioneros pero también enfrentaron todas las dificultades imaginables: escasos recursos económicos, errores de organización, comunicaciones primitivas e incluso la escasa difusión de los deportes.

Como se sabe, los Juegos Olímpicos antiguos tuvieron una larga trayectoria, que arranca en la antigua Grecia el 776 AdeC, cuando se afirma que Hércules en persona midió la distancia de la pista. Y se extendieron por 293 ediciones, hasta que el dominio romano los convirtió en una especie de circo. El emperador Teodosio de Bizancio los prohibió en el 393 DdeC por considerarlos una fiesta pagana. La ciudad sagrada de Olimpia, su sede habitual, fue saqueada y después sufrió un terremoto, lo que casi equivalía a su desaparición de la historia.

Durante siglos los deportes que sobrevivieron se parecieron mucho a prácticas para la guerra, hasta que en el siglo XIX se extendieron nuevas concepciones sobre el ejercicio físico, sobre todo en Gran Bretaña y Estados Unidos. Incluso aparecieron algunos torneos deportivo locales bautizados pomposamente Juegos Olímpicos, aunque obviamente no lo eran. Un pedagogo francés llamado Pierre Fredi, también conocido como barón de Courbertin por su linaje aristocrático, conoció estas tendencias y pensó en darles impulso a través de la recreación de unos verdaderos Juegos Olímpicos. Presentó la idea en la reunión de la Unión Deportiva en París, sin demasiado eco. Insistió dos años más tarde en un congreso internacional sobre educación física en La Sorbona. Y allí obtuvo un respaldo amplio.

La intención era regresar a Grecia, como cuando los pueblos antiguos suspendían sus conflictos para ir a los Juegos en Olimpia. Pero el gobierno griego, con mil problemas, no lo vio con buenos ojos. El Reino Unido, reacio siempre a apoyar iniciativas ajenas, rechazó participar. Courbertin no se dio por vencido y consiguió apoyo político y económico para realizar las competencias en Atenas: el del príncipe heredero Constantino y del empresario Georges Averoff, que puso las dracmas necesarias para reconstruir el estadio ateniense, que databa de la Grecia antigua. Hoy monumento histórico, el estadio Panathinaiko tiene asientos de mármol blanco y una pista en forma de “U”, con curvas muy cerradas que en aquellos Juegos obligaban a los atletas a frenar sus carreras para no irse afuera .

Los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, por fin, se inauguraron el lunes 6 de abril de 1896, que en el calendario juliano usado localmente correspondía al 25 de marzo. Eso hizo que la delegación estadounidense, confundida con las fechas, llegara sobre la hora. El rey Jorge declaró abiertas las competencias, inaugurando uno de los muchos rituales olímpicos: la participación en ese acto de los jefes de Estado anfitriones.

Participaron 285 atletas de 12 países. Todos hombres, debe recordarse. Alrededor de 200 eran griegos. Y del resto, la mayoría europeos, pero también hubo estadounidenses, australianos e incluso (supuestamente) un chileno, Luis Subercaseux. Esta es toda una historia en sí misma, porque no está comprobado. Él mismo le contaba a los nietos sus andanzas por Grecia, aunque en aquel 1896 tenía solo 13 años. Pese a la negativa oficial, hubo algunos atletas británicos, en su mayoría turistas que aprovecharon su presencia en Atenas para competir. En realidad, no existe una lista completa de participantes, solo de los ganadores.

Se sabe que hubo competencias de atletismo, ciclismo, esgrima, gimnasia, levantamiento de pesas, lucha, tiro, tenis y natación.

El primer héroe olímpico fue el griego Spiridon Louis, un vendedor de agua callejero, que ganó la maratón luego de pasar la noche en vela, rezando. La prueba se corrió sobre unos 40 kilómetros, repitiendo el recorrido de Filipíades en el 490 AC para anunciar la victoria de los griegos sobre los persas, tras lo cual cayó muerto, según la leyenda.

En Atenas 1896 no murió nadie, pero varios participantes abandonaron debido al esfuerzo desusado para su tiempo. Se dice que una mujer corrió junto a los hombres, en forma clandestina, pero tuvo que retirarse. La llegada de Louis al estadio resultó apoteósica. El rey le ofreció el premio que quisiera y él eligió un burro y un carro nuevos para proseguir con su oficio. Y nunca más volvió a correr.

Otros campeones resultaron más casuales. El tenis, tanto individual como en dobles, fue dominado por un irlandés, John Pius Boland, que estaba de vacaciones en Atenas y fue invitado a escribirse por un amigo. No tenía ropa deportiva, por lo cual se mandó a hacer una de apuro, aunque jugó con zapatos de calle. Con los años sería un político destacado en su país.

Muchos de los participantes en la prueba de disco nunca habían lanzado en esa especialidad y como consecuencia, no tenían idea de cómo se lanzaba el elemento.

La natación se hizo en mar abierto, frente a El Pireo, porque no existía piscina. Por ejemplo, en los 1.200 metros, un barco llevaba a los participantes lejos de la costa y estos debían nadar hasta la orilla entre las olas.

En esta primera edición, solo los dos primeros de cada prueba recibieron medallas, de plata y de bronce. No de oro, porque se creía que eran algo demasiado valioso como dar a un deportista amateur. Además, obtenían una rama de olivo el ganador y una rama de laurel su escolta. Los premios fueron entregados en la solemne ceremonia de clausura, el 15 de abril.

Pese a todas las dificultades, los Juegos de Atenas significaron un éxito y el estadio estuvo siempre repleto. La tradición olímpica había renacido con bríos. Todavía tendría que soportar duras pruebas, como los Juegos de Saint Louis 1900 y los de París 1904, que fueron casi caóticos. Lo mismo con las guerra mundiales, que cancelaron los competencias pero no el conteo de las olimpíadas. Más cerca en el tiempo, los boicots de origen político. Y en este siglo XXI, también superaron el coronavirus.
 

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