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Saralegui puso la casa en orden y logró que Peñarol anotara tres goles en 39 minutos

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David Terans

TORNEO APERTURA

Puso al "Cebolla" en el doble cinco, a los botijas en las bandas y por primera vez en el año Peñarol dio vuelta un resultado adverso y anotó tres goles en un partido.

Cuando uno se muda, llega a la nueva casa y espera por los muebles y los electrodomésticos. Empiezan a llegar las cosas y le preguntan: ¿dónde le dejo esto? Uno ve que es la heladera y le dice: a la cocina. Cuando llega la cama la manda al dormitorio, la mesa al comedor y el sofá al living. Simple. Es, en resumen, darle orden a las cosas. Eso fue lo que hizo Mario Saralegui en su primer partido al frente de Peñarol.

El flamante entrenador se instaló en su nueva casa (Peñarol) y puso orden. Primero miró, tomó medidas, vio qué cosas le andaban bien, cuáles había que cambiar y diagramó cómo organizaría todo: en un 4-2-3-1. Había buen material para atacar y lo utilizó. El segundo paso fue ordenar.

“Cebolla” Rodríguez al doble cinco con Trindade, Pellistri titular por la banda derecha, Torres por la izquierda (y no con perfil cambiado) y Terans en el eje un poco por detrás de Xisco, como para aprovechar su velocidad, llegada por sorpresa y buen remate de media distancia.

Facundo Pellistri
Facundo Pellistri jugó por la derecha y le dio vértigo al ataque. Foto: Marcelo Bonjour

Al principio hubo problemas. A veces pasa en casa que cuando se tiene todo pronto uno se encuentra con que un enchufe no anda o que una tabla está suelta y hay que pegarla.

Liverpool llegó al gol a los 9’ (con una doble posición adelantada) y se temió lo peor, porque había dos cosas que Peñarol tenía en el debe: la fragilidad anímica (le convertían y era casi cantado que le anotaran nuevamente, como le pasó ante Deportivo Maldonado primero y Rentistas luego) y la falta de gol. Pero no se repitió ninguna de las dos cosas, por lo que dio dos pasos al frente.

Aun con problemas en el juego aéreo (Liverpool ganó muchos balones aéreos y uno costó el segundo gol en el final), la defensa aguantó. El técnico adelantó las líneas, hubo mayor presión en la mitad del terreno, el equipo se hizo más compacto y defendió en forma colectiva. Eso le dio consistencia futbolística y anímica para iniciar la remontada.

“¡Métanla en el área!”, gritaba desesperado Saralegui, ya sin tapaboca a esa altura. Y le hicieron caso. Al Peñarol de Diego Forlán le costaba mucho pisar el área rival, pero con los botijas Pellistri y Torres por las bandas y ganando en velocidad, la orden era poner el centro, como en la época en que Mario jugaba en el Peñarol que era protagonista de América y del Mundo con un 4-3-3 que lo tenía como pieza clave en la mitad del terreno y él ponía a correr a Venancio Ramos, Ernesto Vargas, Daniel “Coquito” Rodríguez o Walkir Silva para que le levantaran centros a Fernando Morena, quien se encargaba del resto.

Mario Saralegui
Mario Saralegui dando indicaciones en el CDS. Foto: Marcelo Bonjour

Llegó el empate con un gol en contra tras córner de Terans y el doblete del delantero para el 3-1. Por primera vez el aurinegro daba vuelta un partido en el año y en solo 39’ conseguía algo que no había logrado en los 990 minutos de Forlán.

Ojo, Peñarol no fue una máquina. Solo mejoró, pero quizás lo más trascendente (además de haber ganado) fue su profundidad y contundencia, aunque las dudas defensivas persisten.

El secreto de Saralegui no fue otro que haber puesto la casa en orden. Sacó el sofá del baño y lo puso en el living, llevó la heladera desde el comedor a la cocina y la cama, que estaba en la terraza, la puso en el dormitorio. Eso fue suficiente como para que, con todo en orden, se lograra una armonía en el funcionamiento que permitió un triunfo 3-2 sobre Liverpool que es punto de partida para mirar con más optimismo el futuro.

Mario Saralegui
La explosión de alegría de Saralegui al concretarse el triunfo. Foto: Marcelo Bonjour

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