Martín Varini: la marca a la que llegó, sus firmes objetivos y el jugador que dirigió e imagina en la Celeste

La vocación lo llamó a la oficina. Aún habiendo llegado a Primera como jugador en Defensor Sporting, Martín Varini decidió dejar el fútbol para estudiar. Se recibió de licenciado en Administración de Empresas, tenía un buen empleo en una oficina en el WTC, pero lo llamó su verdadera vocación, y Juan Auntchain, para empezar a dirigir en la escuelita del club violeta. Debutó en Rentistas, trabajó con Paulo Pezzolano en Brasil y España, fue campeón con Defensor y pasó por Paranaense antes de recalar en Juárez del fútbol de México.

Con solo 34 años, ya alcanzó los 100 partidos como director técnico en Primera División. “Impacta un poco el número por el poco tiempo que pasó, pero creo que fue consecuencia del trabajo, el esfuerzo, la pasión e ir cumpliendo etapas. Estoy muy agradecido por cómo Defensor me abrió las puertas, valorando lo que había hecho como exjugador del club. Fue muy enriquecedor y es importante ser agradecido y tener memoria”, dijo en diálogo con Ovación.

Aunque alcanzó esa marca siendo tan joven, Varini no se detiene a pensar en números. Su presente en Bravos de Juárez, en la competitiva Liga MX, lo impulsa a perseguir los próximos pasos de una carrera que no pierde ambición y parece no tener techo.

En poco más de diez meses al frente del club mexicano, logró lo que parecía imposible: cortar una racha de frustraciones. “Era un equipo que venía con una historia muy perdedora y el desafío de cambiar eso era muy grande y muy lindo. Hoy con diez meses en el club el balance es recontra positivo: récord de puntos, pasaje por primera vez a la fase final y evitamos el pago de la multa que el club venía pagando los últimos años por terminar en los últimos”, recalcó el entrenador.

Varini explicó que la clave estuvo en el trabajo y en la mentalidad de todo el grupo. “Juárez es una ciudad en el desierto, con calor extremo o mucho frío y las canchas que se congelan. Entendimos que cada cosa que se presentaba era un desafío, había que pasarle por arriba y eliminar todas las excusas para competir. Cuando se juntan un buen grupo de jugadores y un cuerpo técnico serio, se terminan dando los resultados”.

Foto: @ggaleixo

La importancia del cuerpo técnico es uno de los puntos que más subraya. “Siempre traté de que en mi cuerpo técnico haya excelentes profesionales, que además son grandes personas, pero el foco está en que laboralmente sean los mejores posibles”, enfatizó. Y en ese camino aparecen también los intercambios permanentes con colegas: “Con Paulo Pezzolano hablamos muy seguido, más allá de la relación profesional quedó un vínculo personal espectacular. También hablo con Joaquín Papa, tengo una gran relación, y me contactaron entrenadores que están empezando en formativas de Uruguay. Hablar de fútbol siempre nos enriquece a todos”.

Para Varini, esa red de vínculos entre técnicos uruguayos es uno de los puntos fuertes de la nueva generación. “Lo principal es que se capacitan, que se ve que sus equipos tienen trabajo y formas de competir. Estoy convencido de que el futbolista uruguayo, pero también el entrenador y el profesional, tiene un gen competitivo muy marcado que nos hace competir bien al salir al extranjero. Tenemos esa cultura que en otros países no la tienen y hace que nos vengan a buscar”.

Con el presente consolidado en Juárez, también se permite hablar de futuro. “Seguir creciendo. Siempre están esos anhelos de volver a Europa, de una selección uruguaya, son comunes de cualquier entrenador. Pero trato de bajarlo a tierra: que me vaya bien donde estoy quiere decir que van a venir mejores ofertas y el crecimiento del cuerpo técnico se va a ir dando. Tengo muy claro que queremos ir a trabajar a Europa, pero se va a dar solo si hacemos bien las cosas. Dirigir a la selección, como para un jugador, es lo más grande que hay”.

Al hablar de la Celeste, dijo que le gusta y destacó los puntos altos del ciclo de Marcelo Bielsa con victorias al hilo ante Argentina y Brasil. Al se consultado sobre si dirigió a futbolistas con perfil de selección, se detiene en nombres propios. “Te puedo nombrar a Agu Canobbio que ya estuvo, pero uno con los que más tiempo de trabajo tuve no solo en Primera sino en formativas, te diría Facundo Bernal".

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"Tuve la suerte de acompañarlo desde los 12 años y luego reencontrármelo en Primera. Tuvimos siete meses de trabajo increíbles y me llena de orgullo verlo en Fluminense. Justo en el mediocampo hay jugadores de primer nivel, pero Facu está para competir y le va a tocar su oportunidad. Es físicamente exuberante, técnicamente bueno, con una gran capacidad defensiva y un pase largo muy bueno. Creo que es un jugador que no tiene techo”.

Ese orgullo de ver crecer a sus dirigidos se complementa con la identidad de sus equipos, un sello que defiende con convicción. “Me siento reflejado en la pasión que los futbolistas le ponen día a día. Haber jugado también me ayuda a saber estar en un vestuario, respetar sus momentos y saber llegarles. Siempre transmití que no pueden perder nunca la pasión por el juego y por competir. Cuando veo que mis equipos luchan, no se entregan y además juegan bien, siendo ofensivos, ahí siento que el trabajo está realizado. En Juárez logramos romper esa barrera y hacer más de lo que se esperaba, y son sentimientos muy lindos”.