Para hacer el gol hay que estar ahí, dicen. Y ahí estuvo Matías Arezo para destrabar un partido dificilísimo para Peñarol en su Estadio Campeón del Siglo, donde aunque muchas veces sin brillar —como ayer— encadena 13 victorias consecutivas por la Liga AUF Uruguaya.
Como cuando puso la espalda para ganarle en la hora a Progreso, ayer la pelota volvió a encontrar al ‘19’ camino al mismo arco de la tribuna Cataldi, y la metió con el taco cuando el reloj empezaba a pesar.
Unos minutos después le metió una asistencia de lujo al Tito Villalba y el argentino definió notable, bien ajustado contra el palo izquierdo de Goicoechea.
Y aunque pareció no engranar por más de 80 minutos, el Manya resolvió el partido en unos pocos segundos y le ganó a Danubio para seguir firme en la punta del Clausura. Y al acecho de la Tabla Anual, donde tiene a Nacional a cuatro puntos con 15 por jugar.
Se resolvió rápido, pero sobre la hora
No está claro si por decisión técnica o porque lo obligó la baja de Nacho Sosa por lesión, Diego Aguirre salió a jugar con su viejo confiable 4-4-2, con Umpiérrez y Diego García por las bandas.
Gustavo Matosas del otro lado un 11 espejo, con Mayada de doble cinco, dos por afuera y Toto Núñez con Papelito Fernández arriba. Pero cuando el empate parecía buen negocio, cambió un delantero por un tercer volante. Y puso a Sanseviero para amenazar de contragolpe.
Como en el ajedrez, el primer movimiento de piezas condicionó el siguiente: “Pensé en el doble nueve, pero no quería quedar mal parado”, explicó la Fiera en conferencia. En total hizo cuatro cambios: salieron Umpiérrez, Silvera, Trindade y García por Báez, Arezo, Villalba y Lucas Hernández.
Más allá de que falló en el último tercio y —en palabras de Aguirre— se encontró a un rival bien parado atrás, Peñarol buscó profundidad por las bandas con varios cambios de frente de Remedi y Trindade.
Encontró a Leo Fernández más cerca del área rival, aunque muchas veces entreverado o sobre marcado. En Diego García al de mayor entrega un partido más, tanto por derecha para desbordar como por izquierda para rematar.
Al Carbonero le costó terminar una jugada limpia de gol, pero más allá de los primeros minutos —cuando un cabezazo de Quique Femia encontró al chileno Cortés bien parado—, no pasó zozobras, dominó la pelota y jugó con la fluidez que otras veces no se vio.
A veces eso no alcanza, pero como jerarquía sobra el gol igual apareció. Esta vez por el oportunismo del revulsivo de lujo hay en el banco.
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