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La "Guerra del fútbol" causó miles de muertos en América Central

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El Salvador-Honduras 1969

EPISODIOS INCREÍBLES

Con el fondo de los partidos por las eliminatorias, El Salvador y Honduras se desangraron en un conflicto en 1969

A menudo se utilizan términos bélicos para describir situaciones del fútbol, desde “ganar una batalla” tras vencer un partido hasta “fusilar” como sinónimo de remate de gol e incluso los “partidos de vida o muerte”. Esas metáforas son exageradas e incluso absurdas cuando se las compara con la guerra, donde se mata y se muere de verdad. Pero una vez se cruzaron con la realidad: fue la llamada “Guerra del fútbol”, que enfrentó a El Salvador y Honduras de 1969 y dejó miles de víctimas.

En realidad, el fútbol no tuvo la culpa del enfrentamiento, sino que representó apenas la excusa. Los partidos entre las selecciones de ambos países, que se jugaban la clasificación para el Mundial de México 70, solo fueron el fondo del escenario, donde -como ocurre casi siempre- jugaron causas políticas y sociales.

Se atribuye la denominación “guerra del fútbol” al periodista polaco Ryszard Kapuscinski, uno de los pocos corresponsales extranjeros que estaban en la zona cuando comenzó la crisis. Y se asegura que se le ocurrió porque era un título vendedor, lo cual resulta bastante lógico aunque encierre al menos una exageración. De hecho, el conflicto comenzó 17 días después del último partido. También se la llamó “la guerra de las 100 horas”, porque esa fue su duración.

Como México organizaba la Copa del Mundo quedó un lugar libre para otro equipo de América Central. Era la gran oportunidad de clasificación para selecciones siempre postergadas por el poderoso fútbol azteca. Honduras venció 1 a 0 en Tegucigalpa el 8 de junio de 1969 y El Salvador ganó la revancha por 3 a 0 el 25 de junio.

Hubo que desempatar en terreno neutral, el estadio Azteca mexicano, el 27 de julio. Los 90 minutos terminaron 2-2, por lo cual fueron al alargue. A los 11 minutos del alargue, el salvadoreño Mauricio “Pipo” Rodríguez logró el gol de la victoria.

Como el recuerdo del episodio bélico distorsiona la crónica futbolística, a veces se cree que ese día El Salvador se clasificó al Mundial. En realidad, tuvo que disputar todavía tres partidos más, frente a Haití, antes de sellar el pasaporte.

Pero la campaña en el Mundial no fue buena: perdieron los tres partidos, recibieron nueve goles y no convirtieron ninguno. Y hasta 1982 no volverían a una Copa del Mundo.

En aquel 1969, mientras se jugaba al fútbol, la situación política y social marcaba un aumento de las tensiones entre El Salvador y Honduras. En ambos países la tierra estaba en manos de unos pocos terratenientes mientras cientos de campesinos pobres trataban de sobrevivir a ambos lados de la frontera. Como el territorio salvadoreño es muy chico, muchos buscaban en la vecina Honduras (más extensa y menos poblada) su espacio para trabajar. Se estima que a fines de la década de 1960 había 300.000 salvadoreños viviendo en Honduras.

Eso produjo tensiones internas que el gobierno hondureño trató de solucionar con una reforma agraria. Sin embargo, el plan se enfocó en la tierra que tenían los inmigrantes, no en la de los latifundistas. Muchos campesinos salvadoreños tuvieron que regresar a su país, por decisión propia o deportados. Pero tampoco la junta militar que gobernaba El Salvador quería este regreso, pues temía que generaran una revuelta.

La prensa salvadoreñacomenzó a publicar informes sobre persecuciones a sus compatriotas en Honduras, incluso con violaciones y asesinatos a cargo de un escuadrón paramilitar autodenominado “Mancha brava”. El resentimiento crecía a ambos lados. La propia frontera significaba un motivo adicional de tirantez política pues había territorios en disputa.

Investigadores históricos aseguran que la prensa de las dos naciones echó nafta a la fogata durante el proceso, con titulares sensacionalistas y ultracionalistas.

En ese ambiente se disputaron los partidos por las eliminatorias. En Tegucigalpa, los hinchas locales armaron alboroto frente al hotel del equipo visitante para no dejarlo dormir. El partido se definió casi en la hora a favor de Honduras. Una muchacha salvadoreña llamada Amelia Bolaños no resistió la derrota y se suicidió con una pistola de su padre.

El hecho impresionó mucho en su país y fue utilizado por el gobierno y el periodismo para inyectar más furor nacionalista. El funeral fue emitido en director por televisión, con presencia de las autoridades nacionales.

La revancha en San Salvador se jugó, prácticamente, sobre una hoguera. Los hinchas devolvieron la serenata frente al hotel. Hay dos versiones del hecho: una aseguran que los jugadores hondureños tuvieron que dormir en la azotea, la otra dice que fueron llevados a casas de compatriotas.

En el estadio, la bandera de Honduras fue quemada y reemplazada por un trapo sucio. Años más tarde, en diversos reportajes, los jugadores hondureños confesaron que no esperaban salir vivos de la cancha, por lo cual recibieron la derrota casi con alivio.

El 26 de junio, el día previo al desempate en México, El Salvador acusó a Honduras de “genocidio” ante la OEA y rompió relaciones diplomáticas.

El partido del estadio Azteca fue tenso pero normal dentro de la cancha. Dos veces estuvo en ventaja El Salvador, dos veces igualó Honduras, hasta que en el primer tiempo del alargue lo definió “Pipo” Rodríguez.

La guerra comenzó finalmente el 14 de julio, sin declaración previa de hostilidades. Hubo un ataque aéreo de El Salvador a Honduras y Honduras respondió bombardeando el puerto de Acajutla. Ambas fuerzas aéreas utilizaron obsoletos aviones a hélice, veteranos de la Segunda Guerra Mundial, lo que no impidió que llevaran destrucción.

El 20 de julio entró en vigor un alto al fuego, tras la intervención de la OEA. Los primeros recuentos indicaron 5.000 muertos y 15.000 heridos, entre militares y civiles. Las consecuencias económicas y sociales también fueron graves. Por ejemplo, el conflicto liquidó el Mercado Común Centroamericano. Además cimentó el poder de los militares en ambos países, que luego se traduciría en golpes y dictaduras.

El último capítulo de la guerra del fútbol se escribió el 1 de septiembre de 1992, o sea 23 años después de los primeros disparos. El Tribunal Internacional de La Haya, tras uno de los procesos más largos de su historia, emitió ese día su veredicto dando razón a gran parte de las reclamaciones territoriales de Honduras frente a El Salvador, por lo cual se quedó con dos tercios de los 420 km2 en disputa.

Claro que eso no cerró todas las heridas, en especial las de las familias de los 5.000 muertos por el conflicto.

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