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La broma que le costó la vida a una figura del fútbol italiano

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Luciano Re Cecconi

EPISODIOS INCREÍBLES

Luciano Re Cecconi fue asesinado en 1977 por un joyero que creyó estar siendo asaltado, según la versión oficial

El futbolista italiano Luciano Re Cecconi entró en una joyería de Roma, la tarde del 18 de enero de 1977, y gritó: “Esto es un asalto, manos arriba”. El joyero no lo pensó dos veces, disparó y lo mató. Se asegura que las últimas palabras del jugador fueron: “Era una broma...”.

Esa es la historia oficial de la muerte de Re Cecconi, mediocampista de la Lazio e integrante de la selección italiana. El caso conmovió a Italia, pero poco a poco fue cayendo en el olvido. Una versión que familiares y amigos nunca creyeron.

Más allá de eso, la tragedia no se explica sin una aproximación al tiempo y las circunstancias que vivió Re Cecconi, como en un juego de cajas chinas.

La primera caja es “la Lazio de las pistolas”, un episodio increíble en sí mismo. El equipo celeste de Roma fue campeón de Italia por primera vez en 1974, pese a que su plantel estaba violentamente dividido en dos bandos. Por un lado, el que encabezaba el centrodelantero Giorgio Chinaglia. Por otro, el liderado por el lateral zurdo Gigi Martini.

“Locos, salvajes y sentimentales, simpatizantes fascistas, pistoleros y paracaidistas, jugadores de azar y bailarines de club nocturno; era un equipo dividido en clanes, con dos vestuarios; quien entraba en la habitación errónea corría el riesgo de encontrarse con la amenaza de una botella rota bajo el cuello”, escribió Guy Chiappaventi, periodista, autor de Pistolas y balones, un libro sobre aquel equipo.

Lazio entrenaba en el campo de Tor di Quinto, donde había dos vestuarios. Y cada grupo tenía el suyo, con prohibición de ingreso al otro. Casi no se hablaban, procuraban estar lejos en las concentraciones y más de un vez llegaron a los golpes durante los entrenamientos. Hubo alguna pelea en la que se usaron botellas rotas como armas.

Todavía más: varios jugadores comenzaron a ir a las prácticas con armas de fuego. Y durante las concentraciones solían realizar prácticas de tiro o se divertían rompiendo bombitas de luz a tiros.

¿Cómo podía funcionar un equipo en esa situación? Los historiadores del fútbol italiano le atribuyen un papel casi milagroso al técnico Tommaso Maestrelli. Era un veterano de que sabía controlar a los jugadores con mucha psicología y transformar esa energía belicista en algo positivo dentro de la cancha. Las crónicas dicen que si durante un partido se producía un roce con los rivales, todos salían en defensa del compañero, aunque formara parte del grupo “enemigo” en la interna.

Así, Lazio conquistó el scudetto en 1974. No pudo jugar la Copa de Campeones, porque estaba suspendido por una batalla campal ante los ingleses de Ipswich Town en la Copa UEFA del año anterior.

El extraño experimento duró poco, pues Maestrelli falleció de cáncer en 1976. Chinaglia se fue al jugar al Cosmos con Pelé y el club volvió a sus habituales campañas mediocres.

Otra caja contiene los vínculos de la Lazio con el fascismo, que datan del tiempo en que Benito Mussolini llegó al poder y explican en parte esa carrera armamentista. Los hinchas más radicales gritan “¡Boia chi molla!” (”verdugo al que abandone la lucha”), como Mussolini. Hace poco batieron récords de infamia al colocar en el estadio Olímpico una imagen de Ana Frank, la niña judía asesinada por los nazis, con la camiseta de la Roma.

Y hay otra caja relacionada con los “años de plomo” en Italia, cuando entre fines de la década de 1960 y fines de la de 1970 se multiplicaron los atentados terroristas de ultraizquierda y ultraderecha. Y muchos comenzaron a andar armados.

En ese escenario volcánico, se cuenta que Re Cecconi era el más “normal” del plantel lazial. No formaba parte de ningún bando, ni llevaba revólver. Nadie puede explicar con certeza lo que ocurrió al anochecer del 18 de enero de 1977.

Esa tarde, el volante - que se preparaba para reaparecer luego de una lesión- aceptó la invitación de sus compañeros Pietro Ghedin y Renzo Rossi para visitar a un amigo en común, Giorgio Fraticcioli, dueño de una perfumería en el centro de Roma. Durante el encuentro, Fraticcioli les pidió visitar una joyería de un conocido, no lejos de ahí. Rossi tenía otro compromiso y no los acompañó.

Era un día muy frío y Re Cecconi llevaba el cuello levantado de la gabardina. Según la versión que se dio luego ante la Justicia, el futbolista entró en la joyería y gritó: “¡Manos arriba, esto es un asalto!” El joyero Bruno Tabocchini, que el año anterior había sido víctima de un robo, disparó sin reconocer al famoso futbolista ni preguntar más. Un solo tiro, pero letal.

Un instante después pasó por ahí Massimo Maestrelli, hijo del fallecido técnico, que con 14 años volvía de sus estudios. Hasta hoy sigue pensando que si se hubieran cruzado cinco minutos antes, Re Cecconi seguiría vivo. En cambio lo vio agonizante sobre la vereda.

Como la ambulancia demoraba, lo cargaron en un auto y allí murió, antes de llegar al hospital San Giacomo.

La fiscalía pidió tres años de prisión por “exceso culposo de legítima defensa”, pero en apenas 18 días de juicio Tabocchini fue exculpado en virtud de la tesis de la broma. Ghedini y Fraticcioli dijeron no haber escuchado nada. Incluso se dijo que antes de disparar sobre Re Cecconi, el joyero había apuntado contra Ghedini.

Para familiares y amigos, eso de la broma no cerraba. Argumentaron que el jugador era una persona seria, casi tímida, incapaz de hacer ese tipo de chistes y menos en aquellos años de plomo. Con los años se publicaron libros que apuntaban hacia esa misma duda. Además, era una persona famosa e inconfundible, alto y rubio. Resultaba raro que lo confundieran con un ladrón.

Re Cecconi tenía 28 años, era casado, tenía un hijo pequeño y su esposa esperaba otro. Había nacido en Nerviano, provincia de Milán. Jugó en Nerviano, Aurora Cantalupo, Pro Patria y Foggia antes de incorporarse a la Lazio. También integraba la selección italiana y estuvo en el plantel que disputó el Mundial 74.

La joyería de Tabocchini estuvo cerrada hasta diciembre de 1977. Entonces reabrió y funcionó hasta 2002, cuando su dueño se jubiló.

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